Por: Patricia González Miranda
Platicando hace unos días con mi amiga muy querida, llegamos a la conclusión de que la violencia en razón de género sigue imperando en nuestro país y el mundo aunque le comentaba que en muchos casos la violencia política es ejercida de una mujer a otra mujer, y eso pasa en el servicio público y privado.
En México, dos de cada diez mujeres sufren bullying laboral provocado por su mismo género, pasando por la agresión física, psicoemocional y terminando con la renuncia de la víctima. Se ataca, se bloquea y se critican de una manera inimaginable.
Había escrito una columna pasada de que la peor enemiga de una mujer es otra mujer, y no podemos, no debemos quedar como espectadoras al ver que una mujer es agredida por otra y mientras no acabemos con ese paradigma, la construcción de esa identidad será igual.
Hoy las féminas nos encontramos más empoderadas y eso nos ha ayudado a gozar de privilegios y derechos de los que antes no éramos parte, pero también debemos reconocer que el “wollying” existe y que también debemos luchar en contra del maltrato al que nos sometemos entre mujeres.
Yo considero al “wollying” una batalla silenciosa que deriva de una agresión indirecta de una o varias mujeres hacia otra mujer. Chismes, rumores, injurias, intimidaciones, humillaciones, sarcasmos, burlas, aislamiento, maltrato y, en algunos casos, abuso de autoridad son una constante amenaza en la vida laboral lo cual puede ocasionar un estrés postraumático, depresión severa e incluso el suicidio.
Me gustaría ver en las marchas feministas ¡sí! un alto a la violencia en razón de género de hombres a mujeres pero también de mujer a mujer porque realmente son casos verídicos y severos que pasan en miles de mujeres en el mundo y no estamos hablando de un tema menor: el 31% de los casos de maltrato abusivo repetitivo en el trabajo es realizado por mujeres contra otras mujeres. Según el Workplace Bullying Institute de Estados Unidos, en ese país las mujeres maltratadoras en más del 67% de los casos tienen a otras mujeres como víctimas.
Recuerdo un caso que llamó mi atención, Katy Winter, una joven que se suicidó en el baño de un Starbucks por acoso y hostigamiento de sus compañeras de colegio, un acto que condeno totalmente, pues nadie puede atentar contra los derechos humanos de otra persona, y entonces… ¿qué pasa?, si hubiera sido un feminicidio, seguramente habría una convocatoria nacional para manifestarse en contra del homicida pero en este caso en donde la acosadora fue una mujer no se hizo justicia ni nada al respecto.
También debemos levantar la voz, porque ser feminista aplica defendernos de otras mujeres y hacer conciencia en que debemos apoyarnos y respaldarnos. Si llegamos a tener una diferencia con una mujer, hablar de frente y con respeto sin juzgarnos, criticarnos o denostarnos.
Es nuestra obligación empezar por la educación a los niños, niñas. Que los jóvenes no sean espectadores de violencia en el hogar