Por Abel Pérez Zamorano
Repite el presidente de la República que aunque no hay crecimiento, existe desarrollo, del cual hoy México disfruta en grande. Pero no precisa en qué consiste este, dónde podemos verlo o cómo se mide. Realmente no hay ni una cosa ni la otra. “El crecimiento económico sostenido es indispensable para el desarrollo económico y social […] que beneficie a todos, permitirá a los países mejorar los niveles de vida de la población mediante la erradicación de la pobreza, el hambre, la enfermedad y el analfabetismo, el suministro de vivienda adecuada y empleo seguro para todos y la preservación de la integridad del medio ambiente” (ONU). Sí, pero en el México de la 4T el propio crecimiento, lo más elemental, está frenado.
Más aún, desarrollo implica no solo atender necesidades básicas; en su acepción más amplia, requiere el pleno ejercicio de la libertad. Para comprender la relación dialéctica de la libertad como condición y meta del desarrollo, es fundamental la obra de Amartya Sen, economista hindú formado en Cambridge, premio Nobel 1998; aportó la teoría y la metodología fundamental para la elaboración del Índice de Desarrollo Humano (IDH) de la ONU; como profesor ha enseñado Economía en las universidades de Calcuta y Delhi, en la London School of Economics y en Cambridge; Economía Política en Oxford, y Economía y Filosofía en Harvard. En su obra Desarrollo y libertad, él estudia con gran profundidad la relación dialéctica entre estos fenómenos, y nos enseña que no hay desarrollo sin libertad, y que libertad en pobreza es ficción. En las páginas 19 y 20 de la edición publicada por Planeta, sintetiza su pensamiento. Cito aquí, con perdón por lo extenso, algunos fragmentos.
“El hecho de que centremos la atención en las libertades humanas contrasta con las visiones más estrictas del desarrollo, como su identificación con el crecimiento del producto nacional bruto, con el aumento de las rentas personales, con la industrialización, con los avances tecnológicos o con la modernización social. El crecimiento del PNB o de las rentas personales puede ser, desde luego, un medio muy importante para expandir las libertades de que disfrutan los miembros de la sociedad”. Y esto es de gran trascendencia también en un plano histórico. Es indispensable satisfacer necesidades básicas, pero la libertad no puede desdeñarse. “… la pobreza económica, que priva a los individuos de la libertad necesaria para satisfacer el hambre, para conseguir un nivel de nutrición suficiente, para poner remedio a enfermedades tratables, para vestir dignamente o tener una vivienda aceptable o para disponer de agua limpia o de servicios de saneamiento. En otros casos, la privación de libertad está estrechamente relacionada con la falta de servicios y atención social públicos, como la ausencia de programas epidemiológicos o de sistemas organizados de asistencia sanitaria o de educación o de instituciones eficaces para el mantenimiento de la paz y el orden locales”. Son todas tesis aplicables al México de hoy, insatisfecho en sus necesidades básicas y sin estrategia contra la pandemia: hemos llegado al cuarto lugar mundial en fallecimientos, con la máxima letalidad y la mayor tasa mundial de defunciones de personal médico; sin pruebas Covid, y sin apoyo alguno a la población frente a la contingencia. ¿Libertad en estas circunstancias? ¿Puede llamarse desarrollo a esto?
Continúa Sen: “Pero las libertades también dependen de otros determinantes, como las instituciones sociales y económicas (por ejemplo, los servicios de educación y de atención médica), así como de los derechos políticos y humanos (entre ellos, la libertad para participar en debates y escrutinios públicos) […] El desarrollo exige la eliminación de las principales fuentes de privación de libertad: la pobreza y la tiranía, la escasez de oportunidades económicas y las privaciones sociales sistemáticas, el abandono en que pueden encontrarse los servicios públicos y la intolerancia o el exceso de intervención de los Estados represivos”. Destaca la necesidad de eliminar en el mundo “las principales fuentes de privación de libertad: la pobreza y la tiranía”. La desatención a los servicios públicos en México ejemplifica la validez del planteamiento. Y si aceptamos que educar es un acto de libertad, admitamos también que esta es inalcanzable con una educación postrada.
Al referirse a “la intolerancia o el exceso de intervención de los Estados represivos” como impedimento de la libertad, sin proponérselo nos refleja también. La intolerancia hacia quienes piensan diferente agrede y ofende, desde la presidencia misma. Agresividad y odio envenenan el discurso, y la acción, gubernamental; sistemáticamente se persigue a quienes discrepan del gobierno; y el hostigamiento no es solo a ciertos medios, sino a la libertad de todos los mexicanos y su derecho a la información. El gobierno atropella el Estado de derecho con persecuciones por consigna desde la Unidad de Inteligencia Financiera, con leyes como la de Extinción de Dominio, la subyugación de organismos independientes como el INE (para decidir desde ahí qué partidos se registran), el avasallamiento del poder judicial y el legislativo por el omnímodo poder presidencial; todo ello configura, efectivamente, una tiranía.
Habla Sen de los estados represivos que vulneran la libertad, y ahí estamos nosotros. Se persigue a los agricultores de Chihuahua, a las mujeres que reclaman respeto, a los antorchistas (se les impide registrar partido en Puebla; en días recientes fueron asesinados tres campesinos en Yosoñama, Oaxaca, en ataques claramente cobijados desde el poder, y el gobierno de Veracruz secuestró a cuatro integrantes de Antorcha, inventándoles delitos). En materia religiosa se ha suprimido de facto la libertad de credo, honrosa tradición liberal, promoviendo una religión de Estado, con partido político propio, en detrimento de la equidad necesaria.
Dice finalmente Sen: “En otros casos, la violación de la libertad se debe directamente a la negativa de los regímenes autoritarios a reconocer las libertades políticas y civiles y a la imposición de restricciones a la libertad para participar en la vida social, política y económica de la comunidad”. Ojo, el autor puntualiza sobre la libertad de los ciudadanos de participar en la vida económica del país. Premonitorias reflexiones. Aquí, en acto de supremo despotismo se suprimió y se criminaliza el derecho constitucional de organización y petición: el presidente decidió por sí y ante sí no tolerar organizaciones populares ni tratar con ellas.
En suma, revisar la obra de Sen es esclarecedor. Explica, al trasluz de la teoría y de la experiencia mundial, interpretada por un reconocido científico, lo que aquí ocurre, pues como todo pensamiento verdaderamente profundo, atraviesa fronteras, y desde lo general ilustra los casos singulares. Atendiendo lo dicho, es necesario recuperar la libertad, y ello implica luchar por ella. Decía Aristóteles que aquel que ha superado sus miedos será verdaderamente libre; siguiendo el pensamiento del estagirita podríamos decir en nuestros tiempos que: aquel que ha superado sus miedos empieza verdaderamente a ser libre.