roberto cienfuegos

Desde sus tiempos en campaña, el hoy presidente Andrés Manuel López Obrador ha sostenido que la mejor política exterior de México es una buena política interior. Difícil suponer cambio alguno en este fundamento del presidente, menos ahora que ya rebasa la mitad de su gestión.

Sabemos además los mexicanos que López Obrador es resistente al cambio en sus concepciones, ideas, convicciones o como quiera llamarse su manera de pensar. Es de ideas fijas y es muy difícil si no que imposible que renuncie a ellas, así la realidad marque otras líneas. Peor para la realidad en ese caso. Esto lo ha dejado más que claro.

Un ejemplo oportuno en esta circunstancia es la reiteración en la capital cubana, hecha ayer domingo, de que insistirá al presidente de Estados Unidos, Joe Biden, para que invite a los gobiernos de Cuba, Nicaragua y Venezuela a la próxima Cumbre de las Américas, prevista entre el 8 y el 10 de junio en Los Ángeles, California. Washington ya ratificó antes su negativa a extender una invitación a los representantes gubernamentales de esos tres países. A esos tres países los considera alejados, muy alejados de los cánones propios de una democracia y aún irrespetuosos de los derechos humanos. Pero López Obrador dijo apenas ayer que insistirá en el tema ante el gobierno de Biden. ¿Para qué? Se desconoce la respuesta de fondo, pero es lógico suponer que nuestro presidente tiene sus motivos y razones bien fundados. Esto al margen de exponer su investidura a una nueva negativa

estadunidense.

En el plano interno, esa política del lado de países cuyos gobiernos desentonan en distintos grados y ejercicios con las democracias formales y aún con el esquema de respeto a los derechos humanos, satisfará seguramente las necesidades e ideologías de al menos una parte de los electores mexicanos. Otra parte, formada por los sectores menos ideologizados y quizá más cosmopolitas de México, seguramente se manifestará reñida con la justificación presidencial.

Claro, el acercamiento o relanzamiento de una nueva etapa en las relaciones entre México y Cuba, -conforme se anunció ayer en La Habana- revela al mismo tiempo que ésta no es ni será ajena a las necesidades políticas de López Obrador en la segunda y última etapa de su gestión. Después de todo, sabemos que nuestro mandatario no da paso sin huarache como sobradamente está documentado. La presencia de los dos mandos castrenses del país en esta gira, titulares de la Defensa Nacional y Marina, es otro de los mensajes encriptados de la presidencia de México, que seguramente se irán aclarando en los próximos días, semanas y/o meses.

López Obrador está dando en esta gira el mensaje de que está dispuesto a ejercer un liderazgo al menos regional y al mismo tiempo, de balancear por razones geopolíticas, las relaciones de México con sus vecinos pobres, y expulsores -al igual que México- de migrantes, antes incluso que con su principal socio económico y comercial.  Seguramente, López Obrador sabe que va

a necesitar de sus vecinos al sur de la frontera y aún en el Caribe. Se verá pronto.

ro.cienfuegos@gmail.com

@RoCienfuegos1

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Licenciado en Ciencias de la Comunicación por la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM y Maestro por la Universidad Politécnica de Tulancingo de Bravo, Hidalgo.Coberturas internacionales en Brasil, Colombia, Dinamarca, Jamaica, Perú, Taiwán, y Trinidad y Tobago. Corresponsal de Excélsior y Notimex en Estados Unidos y en Venezuela.Su trabajo aparece en McGraw-Hill, la revista colombiana Dinero, las agencias noticiosas Ansa, United Press International, Xinhua, Notimex, La Opinión de Los Ángeles, Hoy, The Dallas Morning News y Tiempos del Mundo.@RoCienfuegos1ro.cienfuegos@gmail.com