San Francisco de Asis y su celebración

Este martes, se realizaron las tradicionales mañanitas en el Templo de San Francisco en Pachuca

 

Cientos de feligreses se dieron cita la mañana de este martes en el Templo de San Francisco de Asis que se ubica en Pachuca y que forma parte de la historia de la capital del país, siendo que aquí surge, no sólo la evangelización de la capital, sino también eventos tradicionales como la Feria de Pachuca que, desde el siglo XVI forman parte de las celebraciones populares de la Bella Airosa.

Fue aquí que, desde las 6:00 de la mañana se ofreció una misa para proseguir con las tradicionales mañanitas con mariachi que, cantaron frente a la imagen del santo que, este 4 de octubre, se le celebra de forma anual, pero este año fue diferente ya que la celebración regresó después de dos años de haber sido suspendida por la pandemia.

Fue así como cientos de personas acudieron para rezar, orar y agradecer la vida después de la emergencia sanitaria, “y ya extrañaba venir a festejar al santo, tanto que nos ayudó a salir de este momento tan complicado, por eso hoy vine, a darle las gracias y al rato vengo con mi familia, porque creo que esta pandemia nos hizo valorar más la vida”, indicó una mujer al entrar al atrio y perderse entre los creyentes que cantaban en bajo los temas de los mariachis.

El atrio de la iglesia lució con algunos puestos en los que se vendieron velas, artesanías, así como tamales y atole que compraron las personas que llegaron desde temprana hora a festejar a San Francisco de Asis que esperará un año más, para ser venerado en su día.

San Francisco fue un santo que vivió tiempos difíciles de la Iglesia y la ayudó mucho. Renunció a su herencia dándole más importancia en su vida a los bienes espirituales que a los materiales.

Nació en Asís, Italia en 1181 ó 1182. Su padre era comerciante y su madre pertenecía a una familia noble. Tenían una situación económica muy desahogada. Su padre comerciaba mucho con Francia y cuando nació su hijo estaba fuera del país. Las gentes apodaron al niño “francesco” (el francés) aunque éste había recibido en su bautismo el nombre de “Juan”.

En su juventud no se interesó ni por los negocios de su padre ni por los estudios. Se dedicó a gozar de la vida sanamente, sin malas costumbres ni vicios. Gastaba mucho dinero pero siempre daba limosnas a los pobres.

Cuando tenía como unos veinte años, hubo pleitos y discordia entre las ciudades de Perugia y Asís. Francisco fue prisionero un año y lo soportó con alegría. Cuando recobró la libertad cayó gravemente enfermo. La enfermedad fortaleció y maduró su espíritu. Cuando se recuperó, decidió ir a combatir en el ejército. Se compró una costosa armadura y un manto que regaló a un caballero mal vestido y pobre. Dejó de combatir y volvió a su antigua vida pero sin tomarla tan a la ligera. Se dedicó a la oración y después de un tiempo tuvo la inspiración de vender todos sus bienes y comprar la perla preciosa de la que habla el Evangelio. Se dio cuenta que la batalla espiritual empieza por la mortificación y la victoria sobre los instintos.