Elda María Franco Martínez tiene su taller en el municipio de Agua Blanca, en donde logra hacer milagros con figuras de cerámica que va restaurando desde meses antes de la bendición tradicional en el Día de la Candelaria
Elda María Franco Martínez es paciente, es capaz de detallar con precisión una figura que en ocasiones le llega totalmente destruida y que desde hace nueve años, ha perfeccionado su método para poder restaurar a los Niños Dioses que le llegan a su taller, ubicado en el municipio de Agua Blanca.
Su trabajo es artesanal, nada es imposible para esta mujer que lleva en este tiempo la reconstrucción de piezas que empezaron a llegar a su domicilio.
El primer trabajo que realizó fue el de un Nacimiento maltratado, despostillado que le entregó una vecina y que se puso como meta dejarlo lo mejor posible, así que tomó su pincel e inició el trabajo, “procuro hacer el trabajo lo mejor que se puede para los recursos que aquí se tiene”, expresa.
Sabe que el trabajo que debe realizar debe ser sensible, con amor ya que la mayoría de las piezas que debe restaurar tienen un valor sentimental para las personas sobre todo, cuando la pieza ha pasado de generaciones en generaciones y carga ese valor que es primordial saber para el trabajo que realiza, “porque lleva un peso mayor, y lo hago con paciencia para que quede lo mejor posible”, dice.
Relató que, en una ocasión, llegó una persona con una pieza que había restaurado con anterioridad y la primera vez venía rota, le faltaba una pierna, al siguiente año, un brazo y al tercer año se les cayó y se rompió completamente, pero la última vez se les quemó, pero aún así la familia lo quería conservar.
“Prácticamente lo restauré completo, era el puro tronquito y la carita, porque le restauré la parte de la cabeza, le hice los dos pies, las dos manos, se me deshacía de que se le había quemado en el altar”, señaló.
En esta ardua tarea, también viste a los Niños Dioses que les llega, y ese es el plus que da su trabajo y por el cual la buscan, “me especializó en trabajos que no va hacer nadie más”, asegura.
Es así como sus manos, a través del pincel, yeso, pastas epóxicas para modelar, inicia su magia, el milagro de la restauración que hasta llega a ocupar dos días pero requiere que las personas le llevan todas las piezas para poder reconstruirlo, “por lo que es un trabajo sumamente laborioso”.
Indicó que el precio por su trabajo depende de cada caso y de la complejidad de armado, por los daños presentados, pero desde los 30 pesos hasta los 250 pesos ha cobrado por su mano de obra, que la gente no duda en pagarle al ver el trabajo que realiza, y con el que las personas han logrado conservar su figuras muy apreciadas.