Interrumpimos su novela semanal “El regreso del Capitán Planeta”, para dar lugar a una reflexión sobre la muerte o mejor dicho, sobre los funerales, ya que hemos pasado las tradicionales fiestas del día de muertos, que por cierto es una de mis favoritas. Me encanta imaginar que existe un mundo alterno, neutro, sin política, clases socioeconómicas o religiones, donde co- existan las almas por toda la eternidad. Y aunque sé que no es cierto, como millones de mexicanos, pongo mi altar con la fotos de los seres queridos que “se nos adelantaron en el camino”, como bien dicen. Y es que todos los que lo hacemos, recordamos la trascendencia que tuvieron ésos difuntos en nuestra vida.
La tradición dice que las almas de los difuntos vienen en ésos días, para convivir un día en el mundo terrenal que alguna vez habitaron, con aquellos familiares y amigos que les recuerdan, porque precisamente, es a través del recuerdo que ellos siguen “viviendo”, existiendo en el mas allá. Acorde a la tradición, ellos pueden visitarnos en cualquier lugar donde pongamos sus fotos, cempasúchil y veladoras, por si no puedes ir al cementerio donde están enterrados puedes rendirles homenaje en tu hogar además, dice la canción: “ lo que pasó en éste mundo, nomás el recuerdo queda”, luego entonces, la tumba sale sobrando.
Los días de muertos, son los únicos días en los que los panteones lucen coloridos y llenos de gente celebrando la vida de los que ya no están, hasta hay música y baile (bueno, había, antes de la pandemia, ahora hay muchas restricciones), pero el resto del tiempo, son lugares tristes y desolados; espacios vacíos donde sólo hay lápidas de cemento sobre ataúdes enterrados, lo cual, si lo piensas bien, es un desperdicio de espacio, dinero y recursos naturales.
Si nuestros muertos pueden ser honrados a través del recuerdo y jamás volverán a usar sus cuerpos ¿De qué sirve una tumba?. La verdad es que lo considero completamente inútil y como lo dije antes, un desperdicio de espacio puesto que en ésos 4 o 5 metros cúbicos de tierra removida y aislada por paredes de concreto y tabique, bien podrían existir otros seres vivos como bacterias, insectos, plantas y hasta roedores. No quiero un ataúd para mi cadáver, ya que son hechos de metal o madera, llevan tela, cristal y otros materiales no degradables; con lo cual, básicamente, seguiría contaminando aún después de muerto. De nada me sirve ir bien vestido con mi ropa favorita, realmente no la voy a usar, tarde o temprano se pudrirá. Además ¿para qué pagar por la perpetuidad de un espacio que no voy a disfrutar? El humano es la única especie que se empeña en tener un espacio adaptado para sí mismo, aún después de muerto.
Yo soy de los que piensa que recordar a nuestros seres queridos no debería reducirse a mirar una fría lápida en un gris cementerio o a una urna de metal arrumbada en la casa. Yo elegiría, una vez muerto, convertirme en nutriente para un árbol, devolver mis moléculas al ambiente para que otro ser vivo las utilice, por que como dice el dicho: “polvo eres y en polvo te convertirás”. Quiero reciclar hasta mi cadáver, ya que el cuerpo humano es 100% biodegradable. Preferiría ser un pirul o un árbol frutal que brota de la tierra en lugar de yacer bajo la misa. Si es que alguien me ha de recordar, que sea, mirando hacia arriba, a la copa de un árbol, hacia algo vivo y no hacia abajo a una plancha de cemento.
Tampoco quiero que tiren mis cenizas, con todo y urna al mar. ¿Qué culpa tienen los peces?, ¿Por qué les voy a arrojar un pedazo de metal que dañe su entorno?. Tal como ocurrió hace unos años, cuando un grupo de buzos, realizando limpieza del fondo marino de Acapulco, ahí donde se encuentra la virgen de La Roqueta, extrajo cerca de 250 urnas metálicas, con las cenizas de personas cuya última voluntad fue yacer ahí, en el mar junto a la virgencita.
Lo bueno es que no soy el único y comienzan a surgir alternativas verdes, hasta para el entierro. Por ejemplo, ya existen urnas biodegradables, hechas con sal, arena, tierra o composta. Cumplen con la misma función que una urna normal, la diferencia es que pueden desintegrarse y no dañan al ambiente. O bien, existen las urnas- árbol, las cuales cuentan con una cápsula especial que permite la germinación de cualquier tipo de semilla. De esta manera, pueden mantenerse como plantas pequeñas para el hogar o árboles grandes para la intemperie.
Pero, quemar un cadáver para reducirlo a cenizas también contamina. Si no te agrada la idea de quemar tu cadáver, ¿Por qué no utilizar un ataúd verde?. Un ataúd convencional puede llegar a dañarse debido a la humedad si permanece mucho tiempo en almacenes. Además, no llegan a degradarse totalmente y liberan sustancias tóxicas que son absorbidas por la tierra. Mientras que un féretro verde se fabrica comúnmente con materiales vegetales como bambú, mimbre, corcho, hojas de plátano o palma, fibras marinas, cartón reciclado, cáñamo, lana orgánica, algodón orgánico, entre otros materiales. Un ataúd verde no contiene materiales plásticos, sustancias acrílicas o polímeros sintéticos y no libera subproductos tóxicos, luego entonces es una buena opción.
¿Que tal una cápsula Mundi?, es un método que consiste en crear cápsulas biodegradables en forma de huevo. Estas cápsulas se fabrican con distintos tipos de almidón. El diseño permite contener las cenizas del difunto o incluso el cuerpo entero, dependiendo del tamaño de la cápsula. Los restos servirán para nutrir semillas de árboles que se planten encima y así “sembrar cementerios verdes”. El método fue creado en Italia, pero sigue en vías de aprobación por cuestiones legales.
Si “ya muerto voy a llevarme, nomás un puño de tierra” (como también dice ésa canción) … que me entierren en un cementerio ecológico. Los “ cementerios ecológicos”, son espacios en los cuales, los restos humanos son enterrados usando urnas biodegradables, ataúdes ecológicos o bien, directamente en la tierra y sobre de ellos, se siembran plantas autóctonas ( nativas de la región) que restauran el paisaje natural, requieren poco mantenimiento porque están adaptadas al clima; con ello también se reduce el impacto ambiental. En los cementerios verdes no se usan monumentos funerarios individuales, sino que se apuesta por la conmemoración comunal. Se entiende que el recuerdo de alguien no viene por una inscripción en mármol sobre un hueco forrado de hormigón. Así, el mejor recuerdo es el que se asocia con el entorno natural en su conjunto, con su belleza y su biodiversidad. La idea del cementerio natural es que la esencia del cuerpo del difunto se incorpora a la fertilidad y los ciclos ecológicos de la tierra y es este su mejor monumento. Tampoco se utilizan químicos para embalsamar, como el formaldehido altamente contaminante.
Éstos cementerios existen básicamente de forma legal en los países anglosajones: Reino Unido, Canadá, Estados Unidos, Nueva Zelanda y Australia, donde no prevalece la idea católica de preservar el cuerpo humano intacto para el día del juicio final. Aunque también ya empieza a popularizarse la idea en Francia, España y ¡En México!… aunque en la actualidad, solo 2% de los servicios funerarios en México tienen un componente verde, de los ya mencionados. Ya existen cementerios ecológicos en Guadalajara, Puebla y la Ciudad de México. Así que ya lo decidí, yo quiero descansar en uno de ésos y que me vistan con algodón, manta o lino 100% biodegrabales. ¿y tú?
Chaneke verde
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