roberto cienfuegos

Una vez resuelta la elección del Estado de México, también la de Coahuila, pero bajo otro signo, queda como un hecho patente el curso que está tomando el proyecto de implantar en México un genuino poder transexenal.

Al margen de los resultados tangibles de este sexenio, pobres por lo demás, y cuando sólo faltan 12 meses para la elección presidencial, está claro que el presidente Andrés Manuel López Obrador encabeza una campaña para que Morena, el partido que él creó y con el que finalmente alcanzó la presidencia, se preserve y aún amplie su poder más allá del término de este sexenio.

Este sexenio aspira a ser el fundamento de otros de Morena que se pretenden instaurar en México. No es otro el propósito que ha animado la gestión del hoy presidente, quien por lo demás y como parte de este proyecto, ya colocó en sus flancos a los militares del país por si algo hiciera falta. Con este propósito de poder político transexenal, ha convertido a los militares en los aliados de Morena y los gobiernos que emanen de este organismo partidista.

No hay nada más importante para López Obrador que asegurarse una larga hegemonía política de los guindas, de manera como por siete décadas lo hizo el PRI, hoy en decadencia, pero con algunas de sus figuras históricas abrevando del obradorismo en cargos del gobierno federal, gubernaturas y hasta embajadas.

Por ello la elección del Estado de México se tornó en una clave del poder obradorista más allá de su término constitucional. Lo logró. Sabemos sobradamente la importancia política y electoral del Estado de México, el más poblado del país y con el mayor número de personas inscritas en el padrón electoral. Misión cumplida, podrá resumir el mandatario.

Lee más del autor: Los pasos de Morena 

Sin importar los pobres resultados en prácticamente todas las esferas del quehacer gubernamental, López Obrador puso especial énfasis en construir una base de electores sobradamente fuerte para contener la eventual resistencia de sus adversarios. Es un hecho que los resultados de esta gestión se están midiendo por la conquista de los espacios públicos. Con el Estado de México, Morena suma 23 entidades bajo su mando y égida.

Las políticas clientelares, más definidas y precisas, pero sobre todo más redituables para el obradorismo que las puestas en práctica durante el prolongado predominio del PRI, están dando sus frutos al proyecto de mantener, extender y consolidar el poder guinda en México, de la misma forma que lo hizo el hoy ex partidazo.

López Obrador ha admitido que el próximo gobierno federal, que da por descontado será guinda -faltaba más- podría tener un corrimiento hacia el centro del espectro político, tal y como ocurrió en los años del PRI, que se equilibraba así mismo y se balanceaba entre algún punto de la izquierda y la derecha del propio tricolor. La larga permanencia del PRI sólo se explica por estos autocontroles y rejuegos de balances al interior del propio partido. Así, por ejemplo, hubo gobiernos de derecha como el encabezado por Miguel Alemán Valdés entre 1946 y 1952, pero igual de inspiración izquierdista como el que entre 1834 y 1940 presidió el general Lázaro Cárdenas del Río, y el intermedio de Manuel Ávila Camacho, último gobierno a cargo de militares.

Con una oposición, más expectante que participante, López Obrador y su partido, con el tácito respaldo de las cúpulas castrenses de este país, están encaminados a instaurar una nueva época de hegemonía política en México, esta vez con el respaldo absoluto de los mandos militares del país.

En medio permanece una amplia ciudadanía que otea sin cauce ni abanderamiento partidista cierto, frente a otra convencida de las bondades monetarias del obradorismo ¿Lo duda? Al tiempo.

@RoCienfuegos1