La muerte de 20 aspirantes a cargos de elección popular y de 13 personas más relacionadas directamente con los comicios del 2 de junio, no debe mantenernos indiferentes, la política de abrazos no basta, han alcanzado a casi todos los sectores a niños, a jóvenes universitarios, a empresarios y ahora mismo a los candidatos.
El reciente asesinato de Gisela Gaytán, candidata de Morena a la alcaldía de Celaya por Morena, duele, afecta e impacta a la sociedad, no importa que no se le hubiera conocido, que no pertenezca al partido en el cual se milite.
Duele porque se trató de una mujer joven, con sueños, con proyectos, con familia y le han arrebatado la vida de la peor manera cuando buscaba aportar a la vida democrática de su estado natal, Guanajuato.
La violencia y la muerte no debe ser el curso de las elecciones, urge un alto al fuego, un alto a la violencia y un alto a la polarización que viene desde Palacio Nacional con el presidente AMLO.
Azuzar al tigre, es querer incendiar a este país, de por sí ya bañado en sangre. Según las cifras oficiales, el gobierno de Andrés Manuel López Obrador ya impuso un récord de asesinatos.
De diciembre del 2018, cuando llegó al poder, hasta mayo del 2023, se tenían contabilizados 156 mil 136 asesinatos, lo que convierte a este sexenio en el más violento de la historia moderna de México y lo peor es que esta violencia creciente amenaza a todos.
El escenario sangriento en las elecciones tuvo su primera expresión en México en 1994 con el artero crimen de Luis Donaldo Colosio, pero las elecciones de 2018 fueron históricas por el millonario presupuesto asignado, por la participación de candidatos independientes y por ser el proceso electoral en el que se eligieron más cargos públicos, (2024 va a superarlo), pero sobre todo, porque el 1 de julio fue un proceso electoral muy violento.
La consultora Etellekt, detalló que 152 personas fueron asesinadas durante las pasadas elecciones, en los que las víctimas fueron 133 hombres y 19 mujeres, en total fueron 774 agresiones, de las cuales 715 fueron directas contra políticos y 59 en contra de sus familiares.
A dos meses de las elecciones del 2 de junio de 2024, el escenario se torna en extremo complicado, serán 60 largos días en los que podría haber muchas sorpresas, pero nadie las quiere, ni los candidatos, ni sus familiares, ni la propia ciudadanía.
Así que el reto para este gobierno, para las autoridades de justicia e incluso para los partidos políticos, es que más allá de darles protección a los candidatos, están obligados a asegurar que nadie más muera.
Cómo, quizás bajando el nivel de violencia y polarización en el discurso, y que la disputa electoral se centrara en el juego limpio.
Todos deberían incluso “resetearse” o “formatearse” para darse cuenta de que estamos en 2024, en pleno siglo XXI, que el tiempo de los sacrificios quedó en y para la historia, a nadie conviene el derramamiento de sangre, ni la violencia de unos contra otros, porque esto es un boomerang que tarde o temprano alcanzará a quienes la promueven.
¿Qué necesita México? Serenidad.
La vida necesita un sentido de bien común para todos, no para unos cuantos, necesita de la fraternidad, de claridad y armonía, para que sea cual sea el resultado de las elecciones, esta nación siga su curso sin sobresaltos y los saldos de los comicios sean los niveles de votación, no las estadísticas de muertos.
¡Alto al fuego!