Se ha puesto mucho de moda ése término. El nuevo anglicismo que hemos adoptado, hace alusión a dejar de usar papel en las oficinas y en nuestra vida en general. O sea que digitalicemos todo, lo guardemos en nuestras computadoras, ahorremos espacio y consumamos menos papel, para así contaminar menos. Lo cual resultaría muy amigable con el medio ambiente, entiéndase “ ecofriendly”, otro anglicismo muy común en nuestros días. Pero, ¿qué tan ecofriendly es ser paperless?, (lo escribí así para que lo entiendan los jóvenes).
Con nuestras “oficinas sin papel”, lo cual sería la traducción más aplicable al concepto original, ya no guardamos nuestras facturas, comprobantes de pago, fotos, libros y otras cosas que antes eran de papel y ahora las podemos tener en digital, para después compartirlas por internet y hacer nuestros trámites, relativamente más sencillos.
Una de las ventajas ambientales, es que ha empezado a decrecer el consumo de papel en las oficinas, que se había duplicado entre 1980 y el año 2000. Pero en contraparte, ha aumentado el consumo de electricidad derivado del uso y abuso del internet; aunque es difícil calcularlo, se estima que el internet consumió el 8% del total de energía generada a nivel mundial en 2012, 10% para el 2014 y para el 2025, consumirá el 20%.
Un cambio significativo se vio con la pandemia por COVID-19, ya que prácticamente todo se volvió virtual, lo cual incrementó significativamente el consumo de internet y tristemente, no bajará. Algunos fanáticos de las teorías conspiratorias, siguen pensando que el terrorismo bilógico que vivimos por el coronavirus, fue precisamente, con ése fin, volvernos consumidores, dependientes de internet. Yo no comparto ésa opinión, pero la respeto. Lo que si es cierto es que sigo considerándome un tecnofóbico; por la razón expuesta en la columna de la semana pasada: detesto la tecnología porque daña mi planeta.
Aunque a favor de la tecnología, debo admitir que las computadoras se han vuelto más eficientes, por que procesan muchísimo más datos que antes, consumiendo, proporcionalmente, menos energía que antes. Sin embargo, hay que pensar en el impacto acumulativo de miles de millones de computadoras, teléfonos inteligentes, tabletas, módems y otros dispositivos que están conectados a internet en todo el mundo.
Por ejemplo, yo escribo ésto desde una computadora, pero para que puedas leerme, debo enviarlo por correo, luego entonces uso el módem, y como todo ahora funciona con fibra óptica y una súper poderosa red satelital, también los uso. La persona que recibe el texto, hace lo mismo, usa internet y electricidad para subirlo a la página. La página requiere de un servidor, además de conexiones de datos móviles, que también usan ésa red satelital, para que nos puedas leer en tu teléfono inteligente. Ésos servidores, dependen a su vez de electricidad. Los grandes centros de datos que sirven el contenido que consumimos, generan una importante demanda. Tanta, que empresas como Google, Facebook o Apple deben construir a menudo enormes plantas energéticas junto a ellos para asegurar su funcionamiento durante las veinticuatro horas del día.
Y mira que si consumimos demasiado contenido virtual: alrededor de 3.000 millones de personas utilizamos internet en el mundo y cada minuto se guardan o descargan millones de fotografías, canciones, documentos, etc. También cada minuto se suben 300 horas de vídeo a YouTube o lanzamos 277.000 tweets en la red social Twitter. El uso de internet ha aumentado de manera considerable, hasta el punto de que cada minuto se genera tal cantidad de datos que llenarían 3600.000 DVD’s.
Toda esta información se almacena en lo que se conoce como la ‘nube’, una red de servidores, los cuales ocupan espacios físicos reales, llenos de cables y dispositivos tecnológicos, que para mantenerse funcionando, necesitan tanta energía a nivel mundial como la que utiliza toda Italia. Cada vez que se sube un archivo, en realidad éste se almacena en alguno de los centros de datos de las compañías.
Toda actividad que haya durante este proceso consume energía, entonces, ¿Todo ello debe ser considerado como energía que consume internet? Yo digo que sí, de lo contrario no lo podría usar. Definir qué cuenta y qué no, es el principal problema que hace difícil medir con precisión, cual es el consumo energético real.
Aunque hemos tomado en consideración muchos aspectos; tenemos que pensar, además, no solo en lo que se necesita para mantener encendidos los dispositivos de Internet, sino también en lo que se necesita para mantenerlos en funcionamiento. El hardware debe ser mantenido y reparado o reemplazado cuando falla. Conforme se suben más archivos y se satura la red, se tienen que modernizar y ampliar la capacidad de éstos servidores, para lo cual se requieren más dispositivos computacionales, ¡que consumen energía!
Así que, como vez, toda ésta nube virtual, tiene un origen, un sustento físico real, que consume electricidad y contamina. Luego entonces, ser “paperless” no es tan “ ecofriendly” como crees.
¿O tú qué opinas?
Chaneke verde