Orquesta de memorias

¿Cuántos momentos de nuestra vida no están marcados por la música? Siempre, en cualquier etapa hay una canción que permite evocar la infancia, a la gente que ya no está, el día que se sobrevivió a un terrible conflicto vial porque nos acompañaba la voz de nuestra cantante favorita, esa melodía que permite hasta la llegada del aroma del ayer o el perfume de un amor imposible. Pues estas evocaciones y muchas más son compartidas en el libro “Orquesta de Memorias”, coordinado por Agustín Cadena, María Elena Ortega y Azucena García, con una hermosa portada diseñada por Edgar Islas Cruz. 

Calificado como una fiesta de amigos, se ha logrado reunir en sus páginas a 80 autores y autoras de once países del mundo. Sí, el eje es la complicidad amistosa, el pretexto evocar lo que la música ha representado en nuestras vidas, y me incluyo en la expresión porque generosamente me invitaron a formar parte de este bello libro. La gran variedad temática al dividir la obra en nueve secciones, todas sonoras, todas cantarinas: 

1) La música de la tierra originaria.

2) De la casa.

3) De los padres.

4) De los abuelos y los tíos.

5) Los fans.

6) Momentos especiales.

7) De los que hacían o siguen haciendo música.

8) Música y reflexiones.

9) La música como testigo de la historia.

Aunque el querido Agustín Cadena no lo dice en la introducción, yo sé muy bien que todo empezó por su “culpa”. En efecto, el gran escritor nacido en Ixmiquilpan, Hidalgo, publicó en su muro de Facebook un bello relato que de inmediato obtuvo cientos de “me gusta” y “me encanta”. Evocó con gran sensibilidad un momento de su infancia marcado por la música. Así, con estilo narrativo que de inmediato te atrapa detalló cuando visitó la ciudad de México, como una de los niños talentosos invitado a conocer al presidente de la república de aquella época. Fue hospedado en una casa donde la hija de su anfitrión, una niña de su edad, tocó “Para Elisa”, en el piano. 

“Aunque no lo hice consciente en ese momento, sospecho que la niña me recordó ese cuadro de Renoir, Señoritas tocando el piano, que yo conocía y admiraba por influencia de mi tío Evelio, el pintor de la familia. Mi señorita renoiriana no tocó más que eso, aunque yo hubiera querido que siguiera tocando hasta el día siguiente, hasta la semana siguiente, siempre. Me fui a dormir ya sin poner atención a los lujos de la casa. Ni siquiera recuerdo cómo era la recámara que me dieron. Estaba en éxtasis por la música.”

La magia de las notas, la seducción de la melodía, el ritmo que se nivela al de los latidos del corazón, en su relato el maestro Cadena permite aproximarnos a ese momento, escuchar la música, comprender sus emociones. Las reacciones de cada uno de sus lectores, la provocación musical que trajo consigo la lectura del texto, cada sonido atrapado en sus párrafos, fue un excelente pretexto para empezar a invitar a sus amistades a esta fiesta sonoramente literaria. Así, llegaron invitaciones a varias partes del país y del mundo. Y ochenta personas dijimos sí, queremos unirnos a esa orquesta de palabras y composiciones literarias. 

Resulta difícil mencionar a cada uno de los autores o destacar solamente alguno de los textos, aunque por supuesto hay algunos que por la cercanía del tema se vuelven favoritos, que por la manera de abordar la anécdota o la situación e incluso por los personajes elegidos pueden volverse en las favoritas de cualquiera que las lea. Todas de gran calidad, eso sí, memorables para inspirarse en una tarde de lluvia, acompañarse en un momento de soledad, o para leer en una noche de evocaciones y sonrisas.

Sin embargo, me gana el cariño y vuelvo mis favoritos los textos de personas que quiero y admiro como Sandra Luna, Miguel Ángel Hernández Acosta, Roxanna Erdman, Óscar Baños Huerta, Aída Padilla, Christian Negrete, Enid Carrillo y otros cómplices más con quienes principalmente he convivido en los talleres del maestro Cadena.

En cada historia hay un padre o un abuelo que provocó hacernos leales a un género musical, en cada página hay una canción memorable y una relación con la música que nos marca para siempre. Me gustan las diferencias de acuerdo a la generación que se pertenece, pero también las coincidencias sin importar edad, género o gusto musical. Esas evocaciones a los discos de acetatos, a las consolas o sinfonolas, pero sobre todo ese agradecimiento a la radio como acompañante fiel para conocer tantas canciones. 

Así, en mi caso, el texto que escribí se titula “Infancia musical” y evoco esos días de radio, donde mi madre ponía una estación específica para escuchar sus boleros, mi papá a la Sonora Santanera y mis hermanas a los Beatles. Esas peticiones musicales por teléfono y hasta los concursos para ganarse un disco e incluso la manera de tener tu canción preferida grabada:

“Al entrar a la secundaria fui atrapada por la programación de Radio 590, La Pantera y pese a mi fatal inglés cantaba al ritmo de Donna Summer y Tavares. Fue en esa época cuando mi hermana mayor compró una radio grabadora. Entonces empezamos a comprar casetes para capturar ahí nuestras canciones favoritas, pero, ay, esos malvados locutores, justo cuando accionábamos los botones de play/record se ponían a mandar saludos o a repetir el nombre de la canción y echaban a perder nuestra grabación. Qué coraje, ahora había que esperarse otra hora para tener oportunidad de volver a escuchar esa melodía y casi rezar para que esta vez ninguna voz estropeara nuestra cinta.”

Sin duda, “Orquesta de Memorias” resulta ser una lectura gozosa, llena de evocaciones y amor por la música. Además, es un texto que puede descargarse de manera gratuita en: https://lektu.com/l/editorial-elementum/orquesta-de-memoria/18068 y la semana pasada fue uno de los que más descargas tuvo. No se lo pierdan, la música sonora en sus almas. 

 

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Usa anteojos de armazón sirena para intentar observar la vida con mayor claridad. Adora las minifaldas y colecciona medias con las figuras llamativas. Aunque valora más sus manos, las mismas que siguen brincando con pasión e ilusión por el teclado de su computadora para compartir lo que piensa, en lo que cree y el mundo en el que le gustaría vivir. Está absolutamente convencida en la utópica posibilidad de convertirse en otro modo de ser humano y libre como dice Rosario Castellanos. Es profesora investigadora en la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo. Desde 2003 vive en la Bella Airosa. Estudió en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, en la UNAM, la licenciatura, la maestría y el doctorado, todo en el campo académico de la comunicación. Periodista desde 1987. Actualmente tiene la columna Bellas y Airosas. Es comentarista del noticiario de Radio Universidad de Hidalgo y colabora en Alas Mujeres. Ha escrito diversos artículos, ensayos y libros