En la Gaceta Parlamentaria de ayer martes 17 de octubre, aparece publicada la Iniciativa del presidente Andrés Manuel López Obrador con proyecto de decreto para extinguir a Notimex, la Agencia de Noticias de Estado mexicano y que deroga la Ley que la creó en 2006.
Esta iniciativa marca el paso previo a la aprobación en la Cámara de Diputados del decreto que sin duda extinguirá a Notimex, que de esa forma termina una historia de 55 años, recién cumplidos en agosto pasado, en medio de una huelga que inició el Sindicato Único de Trabajadores de Notimex (Sutnotimex) en febrero del 2020, y que según sus protagonistas, tutelados por Adriana Urrea, se convirtió en la más extensa en la historia laboral de México, y seguramente del mundo. Esto, claro, no constituye un mérito en sí ni tampoco podrá ser un galardón o heraldo, pues concluye prácticamente con el virtual cierre de este medio de comunicación público.
Aún sin que se considerara un fracaso este prolongado movimiento de huelga, al que muchos trabajadores afiliados al sindicato vieron como la única posibilidad de defender sus derechos, vulnerados con una saña inconcebible, es claro que el final de la historia de Notimex fue escrito por el gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador, que en abril pasado anunció el cierre de la Agencia, por considerar que su objeto de existencia ya fue superado por las nuevas formas de comunicación pública, asentadas en buena parte en las redes sociales y otras plataformas, cuya inmediatez rebasa incluso los procesos de producción, procesamiento y de otros medios, entre ellos las Agencias noticiosas.
De hecho, en la exposición de motivos de la iniciativa turnada al legislativo, el Ejecutivo Federal señala que “la diversificación de fuentes y medios que proporcionan información en tiempo real y con posibilidades de acceso casi universal, han evidenciado que se puede prescindir de una agencia estatal de información y que, en consecuencia, ya cumplió con su objeto”.
Además, y antes de emitir esta iniciativa, López Obrador consideró que la conferencia matutina que ofrece la mayor parte del año, constituye un buen relevo de Notimex.
“Los canales digitales han creado y fortalecido redes sociales y canales digitales de información que permiten a la sociedad acceder en forma directa a distintas fuentes de información y a ´producir sus propios contenidos de información”, adujo para justificar la pronta desaparición de Notimex.
Añadió que esto constituye por sí mismo un nuevo paradigma en el ejercicio de los derechos constitucionales de libertad de expresión y acceso a la información.
A mayor abundamiento, señala que el gobierno de México ha sostenido como política la comunicación e información directa y sencilla hacia la sociedad, a través de esos mismos canales, esto, claro, en alusión directa a las matutinas presidenciales. De tal manera, argumenta, que mediante el acceso fácil, rápido y sin restricción a la tecnología de la información. De esta forma, cree el Ejecutivo, el Estado garantiza plena libertad para recolectar, difundir, expresar y publicar información e ideas, con la conciencia de que es imprescindible, no solamente como instancia esencial de autoexpresión y desarrollo individual, sino como condición para ejercer otros derechos fundamentales, civiles y políticos. Eso dice.
Otro señalamiento es que hoy más que nunca, la labor informativa puede ejercerse sin necesidad de intermediarios como las agencias, incluso sin los medios profesionales que en otros momentos fungieron como canales exclusivos de información.
Añade que las redes sociales han permitido que cualquier persona pueda generar (observar, narrar, fotografiar, filmar) y difundir (comunicar, transmitir, propagar, opinar, interpretar) información, no sólo las personas que ejercen el periodismo.
Bueno. Eso dice el ejecutivo. Puede que tenga razón, especialmente a la luz de sus matutinas para quienes gustan de ellas.
Y sin embargo, creo que en los años por venir el ejercicio periodístico y junto con él, las oportunidades laborales, demandarán de profesionales mejor dotados para la tarea de informar, interpretar, contextualizar y proyectar las consecuencias de los hechos tanto en los medios tradicionales –prensa, radio y televisión- como en los denominados nuevos medios, virtuales todos ellos, instantáneos y efímeros, pero no por ello y, paradójicamente, menos impactantes en las sociedades vigentes hoy día.
Una de las consecuencias de esto, ya palpables y concretas, es que cada vez más empresas, corporativos, centros de investigación, universidades, medios de comunicación y el gobierno demandan profesionales del periodismo mejor equipados.
Las nuevas oportunidades laborales y profesionales serán para quienes no sólo resulten gestores de información, sino para quienes sean capaces de procesar datos complejos, interpretarlos y expresarlos a través de los lenguajes mediáticos de manera correcta, eficaz y atractiva, lo que podría garantizar un periodismo socialmente útil.
En consecuencia, discrepo en el campo del periodismo, de quienes auguran y en un plazo muy breve prevén la desaparición de los periódicos y/o revistas impresas, aunque es claro que estos medios deberán alcanzar grados óptimos de calidad y profesionalismo en su factura misma, pero sobre todo en la contextualización noticiosa, el análisis y la opinión fundadas. Sólo así podrán competir en los atribulados días de la economía mundial que se avizoran para los próximos años.
Es claro igualmente que los medios impresos tradicionales compiten ya con los electrónicos, en una carrera que sin embargo no vislumbra o anticipa la derrota de nadie, sino que abren la oferta de nuevas opciones para un público cada vez más ávido de información sobre todo lo humano.
Discrepo de igual forma de quienes asumen la idea de que cualquiera que cuente una historia, tome una fotografía u opine en un blog se convierte en un periodista.
Los periodistas profesionales están condicionados por valores como la formación académica, el rigor periodístico, la exactitud y la diversidad de sus fuentes, la contextualización del hecho, el contraste noticioso y la investigación.
Es útil admitir que si bien las nuevas tecnologías impactan fuertemente a los medios y el ejercicio profesional, es preciso advertir que esto no supone el fin del periodismo. Por el contrario, el periodismo que puede vislumbrarse será uno de mucha mayor calidad y exigencia en todos los sentidos, incluyendo por supuesto el económico y comercial.
Más allá de visiones catastrofistas y anunciadoras de la tragedia o extinción, me parece que el futuro en general será mucho mejor. Hace 40 años prácticamente nadie imaginaba que el trabajo periodístico cotidiano tendría disponibles más recursos tecnológicos, mayores espacios de interacción, mejores oportunidades y un mundo cada vez más interdependiente, en donde la racionalidad y la espiritualidad de las personas será cada vez más importante para garantizar la trascendencia del proyecto humano.
Ciertamente, el peligro mayor es la precarización del trabajo periodístico. Que se utilice a los periodistas como carne de cañón para la manipulación, el engaño y/o la desinformación. Otro riesgo grande es la aceptación y aún la conformidad con el pago de salarios de miedo a cambio de no dar ningún valor agregado a la noticia, que se elimine la contextualización de la nota informativa para impedir o encubrir la información y sobre todo, el sofocamiento del pensamiento de los lectores. Frente a estos riesgos, hay que permanecer alertas.
Aunque hay que decir que la precarización acecha por igual a los periodistas que a contadores, abogados, médicos y/o cualquier otro perfil profesional.
Guste o no, los informadores constituyen parte de un gigantesco engranaje en donde lo que importa es sacar el mayor provecho económico a cambio de una inversión mínima. Se trata del eslabón más débil de la cadena alimenticia de un capitalismo voraz y rabioso.
Pero aun con internet, ipods, comunidades virtuales, blogs o cualquier otro dispositivo electrónico que se invente, el periodismo deberá permanecer al servicio de la sociedad y mantener incluso su perfil romántico, el mismo que impulsó a Truman Capote a escribir “A sangre fría” y a Riczard Kapucinzki a realizar sus grandes reportajes en países ignotos o a Gabriel García Márquez a elaborar sus crónicas de macondos míticos perdidos en selvas insondables.
Aunque los nativos digitales ya no lean periódicos de papel, un ejercicio cotidiano en el que insisten no pocos inmigrantes digitales, e internet se convierta en el amo y señor de los futuros medios de comunicación, el periodismo seguirá siendo de dos tipos: uno al servicio de la sociedad y basado en fuentes confiables y atendibles, sustentado en datos serios y empeñado en la búsqueda de la verdad, y otro enfocado y al servicio de los grupos de interés, de los poderes fácticos, afanosos por encubrir y no por descubrir, por engañar y por mentir y no por esclarecer e iluminar.
Una cosa es cierta, los periodistas profesionales de ésta y las épocas subsecuentes tienen y seguramente tendrán ante sí la oportunidad maravillosa de escribir su propia historia, minuto a minuto, día por día, semana a semana y mes a mes. Dependerá del talento, inteligencia, voluntad y persistencia, abrir las rutas, desentrañar los misterios e imaginar cómo, dónde y con quién quieren verse en los próximos diez, veinte, treinta o más años. Así entonces hay que decir que la aventura recién comienza.
@RoCienfuegos1