No hay cuerno de la abundancia que les rinda a los Mexicanos

22 de mayo, Día Mundial de la Diversidad Biológica y seguimos perdiéndola. México es uno de los 17 países con más variedad de especies y uno de los que menos hace por conservarlos.  El día fue establecido por la ONU partir del año 1985, en el Foro internacional sobre la Diversidad Biológica, celebrado en Estados Unidos, con el objetivo de crear consciencia acerca de la importancia que tiene la biodiversidad para los seres humanos y de allí, la necesidad de cuidarla y preservarla para futuras generaciones. Con ello se busca que la especie humana sea capaz de vivir en un mundo mucho más sostenible, con mayor justicia y equidad, donde la distribución de los recursos naturales pueda llegar a un mayor número de personas, que hoy sufren por falta de ellos. En este sentido, la biodiversidad juega un papel vital ya que de ella depende el desarrollo de las actividades económicas, sociales y culturales que permitan cubrir todas las necesidades básicas de subsistencia.

Pero como que eso no nos quedó muy claro a los mexicanos, que continuamos con la sobre explotación del mar, porque nos encanta comer mariscos frescos en nuestras paradisiacas playas. Tan es así que he visto pescadores en el parque Nacional del Chinchorro en Quintana Roo, extrayendo peces por toneladas para su venta en restaurantes locales. En Balandra, platiqué con unos gringos que estaban “pescando” almejas, siendo que se supone que está prohíbo por ser un parque nacional y ¿cómo poder refutarles algo cuando me contestan que ellos sólo están sacando unas pocas mientras que los empleados del restaurante más cercano, las sacan por centenas, sin que nadie lo prohíba? También en Baja California Sur, las autoridades locales firmaron un acuerdo para reducir el área de protección de la vaquita marina, especie endémica de nuestro país, en riesgo crítico de extinción, se estima que solo quedan 10 especímenes. Todo para volver a permitir la pesca en ésa zona. Seguramente pensaron que como ya no se ven por ahí, ya no necesitan tanto espacio.  En Tampico por ejemplo, cada vez es más difícil encontrar cangrejo azul, la famosa jaiba, animal tan emblemático de la región, cuando antes, solían aparecer hasta en el patio de quienes habitaban más cerca de la playa. Y eran muy grandes, de unos 30 cms de largo, y aproximadamente un kilo de peso, yo los vi, nadie me lo contó, de ésos ya no se encuentran en ningún restaurante. 

La voracidad del mexicano no tiene límites, pues no le importa acabar con una especie con tal de satisfacer su paladar con algo dulce, en éste caso, hablo del acitrón, que forma parte de muchos de  los platillos tradicionales mexicanos como el pavo de Navidad, los chiles en nogada, la capirotada, los dulces cristalizados, tamales dulces o la rosca de reyes. Dicho dulce se extrae de la pulpa de una cactácea de nombre echinocactus platyacantus y otras biznagas nativas de México que tardan de 14 a 40 años en crecer solo 40 centímetros por las condiciones de estrés de su hábitat: sequía, aridez y pobreza de suelos. Sirve para la retención de agua de lluvia mediante el gran entramado de sus raíces, freno a la erosión y néctar para las abejas y otros insectos polinizadores, pero pues, eso no le importa al mexicano cuando de comer se trata. Al grado tal que ya se encuentra en peligro de extinción y bajo protección especial, aunque sigue siendo cosechada en diversos lugares, cuando otros cultivos no se dan, “porque de algo hay que vivir”, dicen los campesinos.  ¿Que no se dan cuenta que eso que acabar con las biznagas, acaba con el lugar donde viven? Cortarlas, empobrece el suelo donde se cultiva, es así como se pierden hectáreas y nunca se recuperan. 

Cuando ésas hectáreas se pierden, el mexicano, simplemente busca otras. Es así como se pierden cientos de miles de kilómetros de bosques, manglares, pastizales, etc. Año con año. Y la historia se repite, hay que preparar la tierra para cultivo, lo cual implica talar centenas árboles, cortar miles de plantas y matar decenas de animales para, tal vez, tener una buena cosecha. Pero ¿qué pasa cuando no la hay? Pues tanto esfuerzo físico para el campesino y sacrificio natural, fue en vano. Eso sin contar que aunque la cosecha sea buena, la ganancia para el campesino no lo es, motivando que éste migre a la ciudad en busca de mejores oportunidades, dejando la tierra vacía, abandonada y en ocasiones, sin posibilidades de recuperarse (degradación). Si no me crees, sal de viaje por las carreteras federales, no por las autopistas, y lo verás, cientos de parcelas, secas, abandonadas, que no sirven para alimentar a los campesinos ni para sanar a nuestro planeta enfermo. En Estados como Zacatecas y San Luis Potosí, una gran cantidad de tierras se destinan al cultivo de maíz y frijol, con muy baja productividad. Los rendimientos si acaso alcanzan 200 kilogramos por hectárea, sin posibilidad de recuperar el valor del trabajo y la inversión campesina. 

Hablando de deforestación, En México, la ganadería ocupa aproximadamente 56% de la superficie nacional, excediendo el potencial ganadero que constituye el 46.8% de la superficie. Desde 2002, la actividad ganadera superó la capacidad de carga de los ecosistemas en 24 estados del país provocando degradación y fragmentación del hábitat. El pisoteo resultado del pastoreo aumenta la degradación de los pastizales y la erosión del suelo, principalmente en zonas áridas. En algunas áreas los desechos provenientes de la ganadería exceden la capacidad de absorción de la tierra y el agua, resultando en contaminación del suelo, del agua subterránea y en la pérdida de biodiversidad. Claro está que eso no le importa al mexicano a la hora de comer tacos o hacer la carnita asada. 

A los mexicanos nos encanta el tequila, el sotol y el mezcal, por eso no nos importa que el agave tarde en crecer de 8 a 10 años para ser utilizado. Para eso lo sembramos, no le hace que se dañe el ecosistema  aledaño, mientras deje ganancias. Aunque dichas ganancias sean solo para los dueños, porque los jimadores, no tienen un sueldazo que digamos. También nos encanta la cerveza y el refresco, por eso le cedemos concesiones a las empresas para explotar los mantos acuíferos, sin importar que se sequen los campos kilómetros a la redonda.

En Hidalgo, por ejemplo, nos encanta el pulque, la barbacoa, los chinicuiles, el ximbó. Lo que a casi nadie le importa y no se da a la tarea de investigar es que un maguey tarda hasta 15 años en producir pulque y si, por alguna razón, se ve afectado su desarrollo, como por ejemplo, al cortarle algunas hojas para preparar el ximbó, los mixiotes o la barbacoa, simplemente ya no sirve.  A propósito de la barbacoa, se requieren aproximadamente 40 kilos de leña de encino, para poder preparar un borrego de 35 kgs. Obviamente, eso implica deforestación. 

Luego entonces la velocidad de consumo de los recursos naturales, supera la velocidad de producción de los mismos. Esto se llama deuda ambiental o deuda ecológica. Y todo mundo sabe que si gastas más de lo que ganas, irás a la quiebra. Así pues con la naturaleza, si consumimos más recursos de los que se pueden producir de manera natural, la quiebra será la extinción. 

Algo que definitivamente no entienden la mayoría de los mexicanos que viven endeudados no solamente con el banco, sino también con la naturaleza. Vivimos en una cultura donde lo importante es comer hoy, vivir para el presente, y después… “Dios Dirá”. Es por eso que ningún cuerno de la abundancia nos basta. Y es que hasta ahorita, siempre habíamos tenido suficiente, pero año con año, nuestra deuda ambiental aumenta y no creo que nos den más crédito por mucho tiempo. Lo peor del caso es que a pesar de haber explotado tantos recursos, no hemos salidos de pobres, seguimos siendo un país tercer mundista, ¿Cómo es eso posible?

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