Aquí copito de nieve…
Se llama María de la Luz Nalleli Martínez Hernández y acaba de titularse este lunes 21 de junio de 2021 como Maestra en Ciencias Sociales, en la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo. Su trabajo abordó un tema extraño para mí y apasionado para ella. Admiradora de la cultura japonesa se convirtió en una experta del manga, del anime y, sobre todo del Cosplay, palabra derivada de la frase inglesa Costume Play que representa el juego de disfraces.
Fue así como en su investigación explicó esa “actividad donde se pone a prueba diversas habilidades, desde la confección de accesorios y vestuarios, así como, la dramatización de los personajes que se interpretan. Esto se convierte en un fenómeno de transformación a nivel tanto social como cultural, que implica un cambio de interacción con la realidad y el mundo de ficción. Es así como, los jóvenes cosplayers, logran resignificar una realidad, y que, en el caso de los varones, transforman una masculinidad que se disfraza y expresa por medio de estas interpretaciones donde utilizan su cuerpo como forma de lenguaje y dramatización, convirtiéndolo en parte de su identidad y un referente cultural, reconfigurando una realidad, una práctica cultural con sentido de pertenencia e identificación, mediante la reminiscencia del Teatro Kabuki, provocando de este modo el proceso intercultural entre individuos denominados cosplayers y en el caso de su investigación el crossplayer M2F, término que hace referencia al juego cruzado de hombre a mujer”.
Y podía yo detallarles más de ese tema y sus aportaciones, pero desde que supe la fecha de su examen yo no dejé de evocar los buenos recuerdos y los grandes momentos compartidos con ella.
Fue mi alumna, a quien empecé a identificar por su manera de vestir y por formar un trío con otras dos chiquillas igual de talentosas y originales como ella. Después, la suerte estuvo de nuestro lado y fue aceptada para realizar el Servicio Social conmigo, más tarde las Prácticas Profesionales y después no la dejé ir. Le pedí que se quedara como mi asistente de investigación.
Atenta y disciplinada, trabajadora y comprometida facilitó mi vida profesional. De lunes a viernes, de nueve de la mañana a dos de la tarde, ahí estaba ella, escribiendo en su computadora, otras veces se iba a juntar el material de alguna de mis investigaciones, trascribió docenas de entrevistas y hasta reservó los lugares donde nos alojaríamos para asistir a algún congreso. Le dio un ataque de risa cuando tomamos un taxi en la Ciudad de México y el lugar al que íbamos estaba solamente a una cuadra. Cuando comíamos en algún restaurante siempre le servían los platillos más generosos y ahora yo la que me reía ante su cara de sorpresa.
Me encantaba verla llegar en punto de las nueve de la mañana, con sus sombreros de orejita o de bombín, sus medias de gato -que después me ayudó a conseguir- y sus vestidos coloridos. Toleraba mis gustos musicales a tal grado que luego se ponía a cantar y a bailar conmigo. Fue mi paño de lágrimas cuando las jefas villanas querían amargarme la vida. Mi acompañante ideal para caminar por alguno de los lugares donde solidariamente me acompañó, desde Puebla hasta Nuevo León.
Encontraba los temas más extraños para producir mi programa de radio. Gracias a ella llegamos a hablar del día de los calcetines o del beso. Su voz segura ante el micrófono, la risa cuando alguien se equivocaba, su generosidad cuando llegaba alguna chica o chico a realizar el servicio social conmigo y formar una verdadera complicidad. El día que lloramos juntas porque su mamá decidió tener un cautiverio en el cielo y yo tratando de consolarla para aminorar ese gran dolor.
Ha escrito en diversas antologías que yo he coordinado, fue una gran cómplice cuando editamos “Las que aman el futbol y otras que no tanto”. Compartió su experiencia en radio al colaborar en “Relatos Sonoros” y aprovechó su tema de tesis para escribir sobre él en varios de los tomos de “Fragmentario de la Comunicación”.
Jamás hubo secretos porque mi confianza hacia ella era total, por eso yo empecé a considerarla más una amiga, una hija, una aliada y una cómplice de vida. Me sigue hablando de usted y dejó de trabajar a mi lado cuando fue aceptada en el posgrado. Por supuesto, no quería dejarla ir, pero no podía ser egoísta, tenía que dejarla volar con sus propias alas, superarse, lograr más cosas. Es cierto, la primera vez que lo intentó, le dijeron que no, pero fuimos varias voces quienes insistimos en que lo volviera a intentar y lo hizo. La ayudé en todo lo que pude para que entrara tranquila, cumpliendo con cualquier trámite, acompañándola en ese primer proceso de ingreso y después verla partir llena de ilusiones y certezas.
Todavía extraño sus mensajes, siempre prudente al comunicarse conmigo, algún recado digital que me mandaba a mi celular para informarme sobre algún asunto del trabajo, empezaba su saludo con la siguiente frase: “Aquí, copito de nieve reportando…” Hoy ese copito es ya una avalancha de ideas y logros, de madurez y sueños cumplidos. Felicidades, Maestra María de la Luz Nalleli Martínez Hernández.
