Los años no pasan en balde, reza aquella frase tan trillada y cierta, nos dejan experiencias y enseñanzas, recuerdos y momentos gratos que nunca se olvidarán.
Aquel 19 de abril del año 2009 día domingo se publicó la primera columna de “El Tlacuilo”, mi gusto por las letras había iniciado desde tiempo atrás cuando se publicó mi cuento “Juárez sin máscara” ganando el segundo lugar nacional en un concurso literario que había promovido la IBERO en conjunto con CONACULTA; aquel día sigue siendo especial en mi vida.
Siempre me agrado la historia, la literatura, la filosofía, entre otras muchas ciencias que todo hombre y mujer con mucha curiosidad estudia para desconocer menos el mundo que le rodea. No sentí que fuera problema poder escribir lo que opinaba e investigaba, sólo que no tenía un espacio para llevarlo a cabo formalmente, solo había logrado algunas participaciones en diarios locales ocasionalmente pero nada formal.
Pero, dicen que cuando deseas algo con fervor, el universo entero conspira para que esto se logre y el día señalado llego un 19 de abril cuando vio la luz la columna “El Tlacuilo”. Este espacio que no ha parado de escribir desde hace ya 15 años ininterrumpidos donde he abordado episodios históricos, políticos, filosóficos, religiosos, poéticos y hasta deportivos.
Porque todo, absolutamente todo tiene historia y la cita es cada semana como hasta el día de hoy que continua vigente, desde aquel 19 de abril de 2009 cuando tuvo sus inicios.
En aquellos días yo había llegado de Rusia, maravillado por haber tenido la fortuna de conocer y poder vivir allá un tiempo. Aprender acerca de historia eslava, el idioma y la cultura rusa fue una experiencia única que sin duda permeo hasta el día de hoy en mi vida, ayudándome a conocer y desentrañar otros estilos de vida, opiniones, creencias, otras fronteras y experiencias novedosas que enriquecieron mi carrera académica de historiador.
El haber tenido acercamiento con las letras no había sido para mí tan significativo como lo es desde aquel 2009 en donde se materializó una columna dominical, incluso un personaje que se ha vuelto un alter ego en mi vida, “El Tlacuilo” puntilloso, acido, certero que escribe lo que opina sin tapujos, sin miramientos, pero siempre apegado a fuentes bibliográficas reales, así como sucesos fieles del día a día.
Doy gracias a mis lectores que gentilmente me hacen llegar sus comentarios cada semana en los que tanto preguntas históricas, debates e intercambio de ideas así como sugerencias, afirmaciones y de más se dan cita ininterrumpidamente.
Gracias por sus felicitaciones y sobre todo por sus críticas constructivas necesarias para aprender y analizar objetivamente lo escrito.
Pero, y a todo esto ¿Quién o qué es un Tlacuilo y cuál es su función?
Pues bien, un Tlacuilo era un hombre hábil en el dibujo de los códices prehispánicos a quienes desde niños se les adiestraba en el conocimiento profundo de su lengua y cultura. La labor del Tlacuilo se asocia, por tanto, con diferentes actividades, no sólo con la pictografía. El Tlacuilo pintaba los códices y los murales en Mesoamérica. Conocía las diversas formas de representación, así como la mitología. Llevaban registros de la diversidad biológica. Podía trabajar en mercados y templos, según el tipo de actividad para la que se le necesitara.
Para elaborar los códices, los tlacuilos usaban papel amate o amatl, piel de venado o tela de algodón tejida en telar de cintura, así como tintas negra y roja para las pinturas y glifos. Y quizá, en algunos casos, papel de maguey. Los códices se guardaban, doblados a manera de biombos, en amoxcallis o casas de códices. Los tlacuilos se encontraban bajo la protección de la diosa Xochiquétzal. Además de registrar los eventos en los códices, también conservaban la historia que transmitían de generación en generación. Por esta circunstancia es que el Tlacuilo era y será «el que escribe pintando» o «el que pinta escribiendo».
Se dice que todo Tlacuilo debía hablar con su corazón para plasmar la verdad y el conocimiento, y justamente así fue y así es cada domingo en este espacio.
Gracias estimados lectores y lectoras que han seguido de cerca las letras de su amigo “El Tlacuilo” y que, sin duda, tal como lo dijera un conductor de TV, “No se vayan porque aún hay más”