El primer debate entre las y el aspirante a la presidencia de México culminó sin sorpresas.
Tampoco hubo sobresaltos destacables. Claudia Sheinbaum recurrió a sus mallas de protección, entre ellas el presidente Andrés Manuel López Obrador, su gestión al frente de la Jefatura del gobierno de la CDMX y el Movimiento que la arropa. Intentó con relativo éxito no resbalar y más bien cuidar lo que dicen las encuestas, así sean éstas un recurso mercadológico. También quiso presentarse como una mujer de talla presidencial, aunque me parece que no está claro si logró este objetivo. Fue absolutamente conservadora y predecible en su papel de debatiente, al presentarse contenida y con escaso brillo.
Tampoco se mostró como la política profesional, solvente y mucho menos carismática que pudiera esperarse de quien ha hilvanado una carrera pública por casi las tres últimas décadas. Se apegó al guión con el propósito claro de no trastabillar. En resumen nada nuevo bajo el sol de una candidata comedida. Quizá ese fue su acierto.
Xóchitl Gálvez llegó a lo que iba. Sabía que tenía que golpear a su única adversaria real.
Lo intentó en varios momentos con un éxito relativo. Lo hizo al explotar el lado emocional y señalar a Sheinbaum como una mujer de corazón frío e insensible. Repitió el esfuerzo al denominarla “La dama de Hielo”. Gálvez tenía que hacerlo. No lo hizo mal y se mostró solvente, salvo en los momentos en que leyó. Xóchitl hizo lo que tenía que hacer al venir en busca de un nocaut. No lo logró, pero fueron buenas y aún plausibles sus arremetidas, dirigidas de manera directa y personal contra la abanderada del oficialismo. Le faltó contundencia, pero el esfuerzo anticipa que los dos nuevos episodios pendientes serán críticos. Xóchitl hizo lo que un buen jugador está obligado a hacer cuando sabe que se está jugando el todo por el todo: arriesgar al máximo. En resumen, Xóchitl pudo haberse apuntado algunos puntos. Lo que en un principio fue considerado un error por muchos al mostrar de cabeza el lábaro patrio, fue luego explicado por ella misma en X.
“Si un ciudadano muestra su bandera al revés es señal de protesta por el secuestro o la violencia que vive el país. Rescataremos México de los criminales y los corruptos. Rescataremos nuestra bandera para que nos cobije a todos en unidad y en paz. Vamos a enderezar la bandera y vamos a enderezar la República”, dijo ella misma. En resumen nada de este esfuerzo está aún perdido y mucho menos escrito.
Jorge Maynez, quien de manera curiosa, paradójica o por asuntos del mero azar, se colocó en el medio de las candidatas, hizo el papel de salero entre ambas políticas, una de las cuales será la presidenta de México si gana el dos de junio próximo. Escuchar a Maynez, el único contendiente que bebió y bebió supongo que agua, resultó absolutamente prescindible. De manera inevitable, otra vez cosas de la política y aún de la vida, una comparación con Salomón Chertorivski, su correligionario en Movimiento Ciudadano, lo hizo ver mucho más pequeño que el aspirante naranja a gobernar la Ciudad de México, que no gobernará.
Otra vez, y aun cuando fue un mejor formato, éste quedó a deber. Denise Maerker y Manuel López San Martín, bien a secas. Tampoco es que pudieran lucirse al moderar.
Veremos qué sigue y lo que ocurrirá en los dos debates en puerta, uno el 28 de abril en los Estudios Churubusco y el tercero y último el 19 de mayo en el Centro Cultural Universitario (CCU) Tlatelolco de la UNAM.
Quizá no cambien mucho y tampoco determinen el resultado del dos de junio, pero habrá que verlos por un sentido de responsabilidad ciudadana básica.
Un sondeo de Masive Caller dijo anoche mismo que el 73.6 por ciento vio este ejercicio, contra un 26.4 por ciento que no lo siguió. Según este sondeo, el 60.1 por ciento consideró que Gálvez lo hizo mejor que Sheinbaum con el 34.8 por ciento. En tercer sitio, Maynez sólo concitó el 5.01 por ciento de los encuestados que lo consideraron el ganador.
@RoCienfuegos1