Distinguir entre hambre de origen fisiológico y emocional permite aplicar estrategias prácticas para prevenir trastornos alimentarios y mejorar la salud integral.
Identificar con precisión el tipo de apetito que se experimenta puede prevenir consecuencias negativas en la salud física y mental.
De acuerdo a la maestra Monserrat Rodríguez León, de la Universidad Autónoma de Guadalajara (UAG), existen herramientas para ayudar a distinguir entre el hambre de origen fisiológico y el emocional.
Rodríguez León explicó que las manifestaciones del apetito corporal responden a necesidades energéticas auténticas.
Disminuciones de glucosa originan señales al sistema nervioso, las cuales se expresan mediante síntomas graduales como mareos, bostezos o fatiga. Estas señales permiten reconocer que el cuerpo requiere alimento para mantener funciones vitales.
Otro aspecto es que las emociones intensas pueden alterar la percepción del apetito. Estados de ansiedad, soledad o frustración disparan respuestas repentinas y deseos compulsivos de consumir productos azucarados, sin relación directa con carencias nutricionales. Esta reacción repentina es una característica común del hambre emocional.
Registrar los momentos del día en los que surge el deseo de ingerir comida permite establecer patrones, sugiere la especialista.
Un diario alimentario ayuda a documentar el tipo de producto consumido, la cantidad y las emociones previas al acto de comer, facilitando la identificación del origen del apetito.
Asimismo, destaca que priorizar entornos libres de estímulos digitales favorece la alimentación consciente.
Apagar pantallas, reducir distracciones y centrarse en la textura, color y aroma de los alimentos fomenta una conexión real con la experiencia alimentaria. Masticar lentamente y detenerse al sentir saciedad contribuyen al equilibrio entre cuerpo y mente.
Como conclusión, contar con apoyo de profesionales en nutrición y psicología garantiza un abordaje integral, aunque cada persona puede avanzar a su ritmo con un poco de información.
Para hacerlo más relevante, los especialistas pueden guiar el desarrollo de habilidades que fortalezcan la relación con los alimentos y gestionen de forma adecuada ante emociones relacionadas con el acto de comer.