Saludos estimados lectores, ¡ya es abril!. Y, como en abril del año pasado, éste mes no escribiré análisis ambientalistas, ni blasfemaré contra el sistema. Como es el mes del niño, contaré cuentos para ellos. Para que se los lean a los más pequeños y se sumen a las filas del EJERCIKE. ¿Cómo que no saben lo que es el EJERCIKE?, es nuestro ejército de chanekes que, trabajando de incógnito entre los humanos, ayuda a combatir el cambio climático. Hoy por ejemplo, quiero presentarles algo escrito por uno de nuestros más jóvenes miembros, un chaneke rojo. Así es, somos de diferentes colores de acuerdo al resultado de la prueba de emoción, pero dejemos que sea el que nos cuente el comienzo de sus aventuras:
– Hace meses, yo les conté mi ubicación, un hermoso bosque…pero las preguntas son: ¿los chanekes rojos viven en un sólo bosque? ¿Qué aventuras vivió el chaneke rojo? ¿Quién fue antes de ser el chaneke rojo? ¿Los chanekes tienen transportes? ¿Cuáles?…
Yo no le cuento mi historia a personas contaminadoras o chenekes malos (que también los hay, en vez de ayudar a los humanos, buscan vengarse de ellos, por destruir sus bosques y acabar con sus ríos y lagos). En fin, espero que ésta historia nos ayude a que no haya contaminación en nuestro bello planeta:
Yo era un niño humano que tuvo una buena mamá, un día me enfermé y no me pudieron curar, morí. Como me preocupaba por la naturaleza cuando estaba vivo, al morir me convertí en un chaneke. Al principio todos los chanekes son dorados, hasta que sienten tristeza, enojo o desagrado por la naturaleza dañada, según la primera emoción que sienten en su preocupación por la naturaleza, es el color que adquieren (tristeza: azul, enojo: rojo y desagrado: verde, los malos, son los negros, ellos sienten odio contra los humanos y son muy vengativos) y viven en el lugar que les preocupa más. Si no tuviste una preocupación por la naturaleza te vas al mundo de los muertos, donde va la mayoría.
Desperté en un lugar con árboles altos y hojas espesas, cerca de un río en el bosque; sólo se oía el silbar del viento y el cantar de los árboles, si, aunque no lo creas, los árboles cantan; yo brillaba tanto como 100 monedas de oro puestas al sol, estaba en el centro del bosque y una fuerte brisa, que al parecer sólo sentía yo, sopló y me llevó a un bosque casi talado; Eso era lo que los chanekes llamamos la PE. ¡La prueba de emoción!
Yo no sabía que era una prueba, pero lo primero que sentí al ver los árboles talados fue enojo y me volví rojo, la brisa no tardó en soplar y llevarme de vuelta. El bosque, antes de que me hicieran estaba totalmente deshabitado, pero se fue llenando con chanekes rojos ¡un bosque de chanekes rojos! Y hay uno de verdes y uno de azules, no sé porque no nos juntan…pero volviendo a la historia…después de hacerme la prueba, llegué al bosque lleno de chanekes rojos, que al verme gritaron: ¡el graduado, el graduado!, y me recibieron a velocidad increíble, después me contaron que el bosque donde estábamos, era el único donde viviríamos, me dijeron dónde estaba mi casa y ahí me alojé.
Al año siguiente me tocó recolectar la fruta que más nos gusta, la fresa. Una vez en el bosque tuve la sensación de que alguien me seguía, al voltearme descubrí que ¡era un puma!, mi pueblo creía que los pumas comían chanekes y yo descubrí que ¡era cierto! El puma me siguió por largo rato, hasta que recordé que los chaneques nos hacíamos invisibles; así que, me hice invisible y el puma no me vio, pero me olía y me siguió cautelosamente mientras yo recogía las fresas rápidamente. Terminando mi recolección fui con los demás chanekes y el puma los vio a todos y comenzaron a correr por todos lados buscando un lugar donde esconderse. Se les olvidó su habilidad de volverse invisibles y ni como decirles, estaban muy asustados, jeje. Los tres chanekes más valientes trataron de tranquilizarlo y lo lograron, así que pensaron en la opción de entrenarlo y volverlo un protector de los chanekes. Por poco y se los comía a todos…jajaja…fue muy divertido, pero no se los digan.
Me gusta vivir aquí. Aunque ahorita no me acuerdo de más aventuras, les aseguro que he vivido muchas más. Vamos a adelantarnos en el tiempo para poder platicarles un poco más de mi historia.
El general del EJERCIKE (el ejército), Javier Kaneque, era robusto y tenía un bigote tipo Emiliano Zapata, el bigote era grande como de 50cm (recordemos que los chaneques miden aprox. 1m) jeje, imaginen como hacía para cargarlo, era muy fuerte. Fue el mejor general que tuvimos, se murió hace 1000changs. En ese momento no se podía gozar de su gran humor, estaba estresado…
– ¡La naturaleza se acaba! -dijo con su voz fuerte y exigente – ¿saben lo que significa?, ¡necesitamos ser más! Necesitamos refuerzos- seguía gritando.
Los dos estábamos en la sala de reclutamiento, platicando acerca de asuntos de la comunidad y yo tuve una idea…
– ¿Qué tal si nos metemos en las personas?- Pregunté y el general me miró.
-Magnífica idea, pero ¿cómo nos meteremos en las personas?
-Con una fórmula- le respondí.
Le dije los ingredientes y se puso a trabajar en la pócima que al día siguiente se les dio a los chanekes voluntarios, quienes, al principio, no querían beberla, así que fui yo el primero para mostrarles que no nos pasaría nada. Terminando de beber mi pócima, solo tenía 7 días para poder utilizar el poder y me dieron en un papel la dirección, sólo recuerdo el nombre del humano al que visitaría, se llamaba Zahir.
Me dirigí al puerto de los chanekes, donde había unos grandes cisnes (nuestros aviones), cocodrilos (barcos de pantano), delfines y ballenas azules (barcos y cruceros de mar) y ponys (carros), yo pedí un pony y tras 6 días de viaje, llegué al lugar indicado y vi al humano en su azotea, era un niño de 10 años, me agradó. Pedí ayuda a mi amigo el chaneque azul de las nubes, quien bajó una de ellas y me ayudó a subir donde estaba el niño, ahí hice lo posible por estar lo más cerca del niño Zahir. Ahí pensé en la naturaleza y empecé a volverme polvitos, los polvitos se metieron en Zahir…ahí terminó la primera parte de mi misión, seguía la última y más difícil…
Lo que acaban de leer, no lo escribí yo, sino un niño de 10 años. Espero sea de su agrado, algún día volverán a saber de él, ya que está trabajando en su diario de aventuras, que algún día volverá a recorrer el universo cibernético. Pero síganme para más historias, recuerden que estamos en abril y será un mes de puros cuentos ecologistas. Hasta la próxima semana.