arturo moreno

Curiosamente las próximas elecciones en nuestro estado se llevarán a cabo en junio, próximo 05 de junio para ser exactos, mes póstumo para la democracia sea quien sea el o la ganadora.

En nuestra historia también aconteció un hecho impactante, democrático y libertario justamente un mes de junio, pero del año 1911. Las elecciones habían dado el gane, después de una dictadura de varias décadas, a la oposición encabezada por Francisco I. Madero el jubilo y la felicidad de una alternancia habían sido consolidadas; sin duda un hecho que quedó registrado en nuestra historia. Esperemos sea este junio uno más, lleno de felicidad y buenos deseos para el próximo inquilino o inquilina del cuarto piso de palacio de gobierno en plaza Juárez. Analicemos….

Cayó la noche del 06 de junio de 1911 y en la ciudad de México se respiraba un ambiente festivo. No era como en otras ocasiones cuando la sociedad esperaba emocionada el inicio del carnaval, las celebraciones de Semana Santa o el júbilo que se desataba al aproximarse la noche del grito de independencia. Era un sentimiento diferente. Apenas unas semanas atrás había caído Porfirio Díaz y tras su partida al exilio, la gente esperaba la llegada del jefe de la revolución triunfante: Francisco I. Madero.

Esa noche del 06 de junio, la gente regresó a sus hogares dispuesta a levantarse temprano para ocupar las calles, las avenidas, los monumentos y las aceras para no perder detalle de la entrada de Madero que se había anunciado para la mañana del día siguiente. La ciudad entró en su apacible calma nocturna sin saber que el terremoto social iniciado el 20 de noviembre de 1910, tendría una réplica más mundana con la cual, la naturaleza se hacía presente.

El jueves 07 de junio de 1911 a las 4:26 de la mañana se sintió en la ciudad de México y una extensa zona de la República Mexicana un temblor oscilatorio que hizo caer casas, muros y columnas. La gente salía despavorida de sus casas, gritando y rezando, invocando al ser supremo para salvaguardar las vidas. El movimiento telúrico fue tan violento que se suspendió el servicio de luz eléctrica; se rompieron las cañerías de agua potable, se levantaron los rieles de los tranvías y hubo varios incendios.

Para desgracia de algunos soldados que habían logrado sobrevivir a la reciente rebelión maderista, el cuartel general de artillería, localizado en San Cosme, se vino abajo por completo y sepultó a buena parte de la tropa. Lo que no habían hecho los cañones revolucionarios, lo hacía la naturaleza caprichosamente.

Pese a la gravedad del terremoto, cuando amaneció y se hizo un recuento general de los daños, buena parte de la población de la ciudad de México dio por terminado el problema y desde las 8 de la mañana, el ánimo colectivo volvió a volcarse sobre el tema del día: la llegada de Madero.

Así, fue posible ver a los vecinos de las distintas colonias afectadas, aquellos que no habían sufrido más que tremendo susto, barriendo su pedazo de calle, levantando escombros y arreglando sus fachadas con banderas que saludaban a Madero o cubriendo las ventanas rotas con banderas tricolores.

La llegada de Madero se esperaba a las 10 de la mañana, pero no siendo la puntualidad una virtud mexicana, el ferrocarril que traía al jefe de la revolución triunfante llegó a los andenes de la estación Colonia hasta cerca de las 12.30 del día.

Los periódicos del día siguiente le dieron un pequeño espacio al temblor de la madrugada del día 07, y en cambio como noticia a ocho columnas anunciaron la llegada de Madero a la capital. Más de 100 mil personas aclamaron al caudillo cívico que había logrado acabar con un régimen de más de 30 años. Y era tan grande la multitud, que el tránsito de la estación Colonia -donde hoy se encuentra el Monumento a la Madre en Sullivan- al Palacio Nacional se llevó más de 3 horas porque las calles eran intransitables.

Un verso que corrió a partir de esa fecha, no podía ser más elocuente: «El día que Madero llegó, hasta la tierra tembló».

Seguro que los primeros días del próximo mes de junio también cimbrará a los hidalguenses.

¿Tú lo crees?… Sí yo también.