Por José Antonio Alcaraz
Es extraño que veneremos banderas, símbolos patrios y personajes que según la historia oficial “dieron patria y libertad” a un país más amarrado por intereses de elites mundiales. Estos países, en realidad, son productos de una sucesión de invasiones, matanzas, guerras, traiciones, dominios e imposiciones, más lo que se acumule.
Hace unos días se festejó los 210 años de la Independencia de México, país donde nací y vivo, del cual no me siento del todo identificado (con los simbolismos que se veneran) mucho menos me nace el “amor patrio” (me da hueva) que muchas otras personas sienten, desde luego que los respeto profundamente, pero no lo comparto en lo individual.
Debo de ser sincero, es imposible desenraizarte de una nacionalidad cuando esta está muy enraizada en uno: desde un nombre, idiomas, religiones, costumbres, culturas y hasta gastronomía, (nos agarran con el estómago). Todo, inculcado desde pequeños, sin embargo, hay que hacer el esfuerzo.
Te has dado cuenta que, cuando nace un bebé, las personas suelen decir “vino al mundo”; no dicen “vino a México” o “vino a determinado país, estado o municipio”. Ahora, quiero que conjetures lo siguiente:
Imagina que por un momento tienes la capacidad de levitar por el cielo hasta llegar a la Luna y, desde ahí, observar la tierra. ¿Qué vez?, creo que, desde ese ángulo, nos daríamos cuenta que no vivimos en un país, que las fronteras son imaginarias, y nuestra verdadera patria es el mundo. Somos terráqueos, UNA HUMANIDAD.
UN HIMNO MUY VIOLENTO
En las escuelas se refuerza ese nacionalismo al fomentar una historia (para mi dudosa) que va permeando en el subconsciente un amor patrio, una identidad y veneración, que nos distingue de otros seres humanos a quienes les llamamos “extranjeros”. También, como un valor cívico nos hacen memorizar un himno que, a mi apreciación, es muy violento.
“Mexicanos, al grito de guerra”, “guerra, guerra sin tregua”, “tus campiñas con sangre se rieguen sobre sangre se estampe su pie”, “el clarín con su bélico acento” son algunas estrofas del Himno Nacional Mexicano.
Para unos, es de los mejores del mundo; aunque, para otros es muy violento. ¿Qué nos han querido sembrar en la mente subconsciente?
Es muy común observado ese orgullo patrio aflorar cada vez que juega la Selección de Fútbol (no tengo nada contra este deporte) en el que las pasiones se desbordan y se busca ser “más chingón” que los demás países.
También en las fiestas patrias, como la de este 15 de septiembre, se consienten excesos (alimentos, bebidas alcohólicas, cigarrillos y hasta estupefacientes), la contaminación (fuegos artificiales y basura que se genera) y las pasiones embrutecen y bajan la vibración energética a más de uno.
SOLO VIBRANDO JUNTOS PODREMOS FLORECER
Mientras nos encerremos en países y los defendamos como patria absoluta, nunca lograremos vencer esa catástrofe que atenta con el libre albedrio, las vidas y el planeta. Somos seres humanos, terrestres, unidos más allá de una nacionalidad.
Me despido con este texto de Alejandro Jodorowsky:
“Hay que liberarse de la nacionalidad. Somos un ser terrestre, extraterrestre e intraterrestre, porque habitamos, no sólo en el espacio, sino también en el interior de la materia, porque la vida no tiene más tamaño. Eres un gigante del macrocosmos y eres un átomo del microcosmos”.
AVISO: Esta es solo una opinión, mi intención no es transgredir a nadie. Al contrario, es una reflexión que si no te resuena, pues así como cuando vas a una zapatería y no te quedan unos zapatos, la puedes descartar, no pasa nada.