Por Roberto Cienfuegos J.
¡Ah, nuestros políticos! Qué bárbaros. Y aunque todavía rehúso tildarlos a todos de igualitos o meterlos a todos en un solo costal, a veces sobran ganas, más cuando es viernes como hoy. Pero no. Hay que ver los matices, claro. No todos son iguales, salvo diría yo por sus ganas de figurar, hacerse de poder, saltar a otro cargo, dar vueltas y ganar un sitio, el que sea pero ganarlo, en algún punto de esa rueda de la fortuna que se disputan eso si a dentelladas, a cuchillo si es preciso, cuando y no incluso a balazos en ocasiones extremas y/o necesarias según sobradamente sabemos.
El poder, ah, ese delirio supremo de nuestros políticos, y con él las prebendas asociadas, los festines y festones del poder, la parafernalia del poder, según nuestro presidente emblema de la austeridad republicana y aun encarnación de la pobreza sanfranciscana como nos dijo hace meses el mismito jefe de la oficina de la presidencia, Alfonso Romo, un exitosísimo empresario que seguramente pierde millones de pesos diarios a cambio de contribuir con toda su experiencia al éxito de la Cuarta T.
En estas cavilaciones andaba cuando vinieron a mi recuerdo, casi como en tropel, algunos episodios del folclor político mexicano. Y vaya que los hemos tenido. Así, evoqué algunas estampas de nuestros políticos, entre ellos varios prominentes, que si no fuera por el humor que nos caracteriza como mexicanos, serían suficientes para poner fin a las carreras políticas de sus protagonistas.
Así recuerdo por ejemplo a Alfonso Ramírez Cuéllar, hoy aspirante a la presidencia de Morena, cuando en 2002 llegó con media decena de cuacos al recinto legislativo de San Lázaro a fin de presionar en nombre de productores campesinos revisiones y cambios en el Tratado de Libre Comercio Norteamericano (Tlcn).Imagine usted la singular protesta de este zacatecano que más tarde libró una orden de arresto por daños y afectaciones en propiedad privada.
Otra de estas estampas del folclor político mexicano me llega a la mente con nada menos que don Vicente Fox Quesada y sus botas de charol calzadas durante una cena de gala con los reyes de España. «Me preparé para esa noche. Como la cena que nos ofrece el rey es de frac, de riguroso frac y ahí hay que llevar zapato de charol, pues yo voy a llevar mis botas vaqueras de charol», dijo en 2001 el entonces mandatario sobre su calzado brillantísimo. Un asunto de la política vernácula si usted quiere.
Una asunción simbólica de la presidencia de México estuvo a cargo nada menos que por nuestro actual presidente el 20 de noviembre del 2006. Abanderado en las elecciones presidenciales de ese año por la coalición Por El Bien de Todos, Andrés Manuel López Obrador se proclamó “presidente legítimo” de los mexicanos en una ceremonia en el Zócalo, a la que se unieron miles de personas.
Rosario Ibarra, entonces senadora de la República, le terció al pecho la banda tricolor en un acto que incluyó la entonación del himno nacional y en el que también participaron los 12 integrantes del llamado “gabinete alterno” del presidente “legítimo”, que denunció “un fraude” en las elecciones presidenciales, oficialmente ganadas por el panista Felipe Calderón. Aunque usted pudiera dudarlo fue una ceremonia solemne.
Una estampa más. El ex presidente Carlos Salinas de Gortari se enfundó en una chamarra de piel con cuello de borrega que evocaba a Pedro Infante en la popular cinta de Pepe el Toro para emprender una huelga de hambre de 36 horas en Monterrey en febrero de 1995, un día después de la detención de su hermano Raúl como presunto autor intelectual del asesinato de Francisco Ruiz Massieu, a la sazón secretario general del PRI y padre de la ex canciller Claudia Ruiz Massieu. ¿Seguimos?
Enrique Peña Nieto pasó cinco minutos angustiosos en la Feria Internacional de Libro de Guadalajara en 2011 cuando se le preguntó sobre cuáles eran los tres libros cuya lectura mayor impacto habían tenido en su vida. Su respuesta todavía se recuerda porque no logró hilvanarla, confundió títulos con autores y se ganó la mofa total en redes.
El propio Carlos Fuentes descalificó entonces a Peña Nieto para ser presidente de México debido a su ignorancia.
«Este señor (Peña Nieto) no me ha leído, tiene derecho a no leerme. Lo que no tiene derecho es a querer ser presidente de México a partir de la ignorancia. Eso es lo grave. No que no haya leído un libro mío, sino que demuestra su ignorancia», dijo Fuentes a la BBC a propósito de la pifia del entonces candidato presidencial del PRI.
Por cierto, Enrique Krauze, minimizó la pifia del aspirante presidencial y dijo entonces sobre el episodio que pifias las comete cualquiera. Citó a Lázaro Cárdenas, quien –dijo- “no era culto”, pero fue un presidente extraordinario.
Rematemos con una de las pifias mayores atribuidas a Felipe Calderón Hinojosa, y su frase clásica: “haiga sido como haiga sido”. Así fue.
@RobertoCienfue1