… Tanto dolor se agrupa en mi costado
que por doler me duele hasta el aliento.
…Ando sobre rastrojos de difuntos,
y sin calor de nadie y sin consuelo
voy de mi corazón a mis asuntos… M.H
Son tantas las víctimas mortales y tantos los estragos en la vida de los trabajadores del mundo que, uno, instintivamente desea cerrar los ojos al ver las imágenes de los miles de niños muertos en Palestina y ante las atrocidades que comete el imperialismo yanqui e israelí ante un pueblo prácticamente inerme.
Pero igual estremecimiento nos sacude cuando vemos los testimonios de miles de guerrerenses clamando ayuda y denunciando que se les dejó a su suerte por parte de las autoridades en la terrible tragedia a que los sometió el huracán Otis. Existen muchas evidencias de que no se dio aviso a la población para que pudiera resguardarse y proteger lo indispensable de sus pertenencias; no se instalaron albergues, no se patrullaron las calles y, 24 horas después de que pegó el huracán nadie sabía nada de nadie, pero vimos al presidente haciendo show con su jeep atascado, así, como lo está su gobierno.
A 10 días de la tragedia, aún no se sabe con certeza el número de fallecidos, ni tampoco existe un recuento de la cantidad de personas desaparecidas: “Las primeras cifras sobre la dimensión de la catástrofe en Acapulco se conocieron el martes 31 por la tarde, cuando representantes del sector privado le hicieron saber al gobierno federal el alcance de los daños, en lo que la propia Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) calificó como “una zona de guerra”. Más de un millón de personas por alimentar en las próximas dos a cuatro semanas; del total de infraestructura afectada, el 81% es de vivienda; al menos 200 marinos y capitanes siguen sin ser localizados; el 50% de los restaurantes destruidos…” (Proceso, 2 de noviembre).
Lo que sabemos es que la federación ha declarado en emergencia a 47 de los 85 municipios de la entidad, que el presidente López Obrador está destinando una cifra ridícula, de acuerdo a la afectación, para la reconstrucción y apoyo a los damnificados; también conocemos sus declaraciones, donde sin la menor sensibilidad y con la mayor de las frivolidades nos dice a los mexicanos que “en Acapulco, no nos fue tan mal”, refiriéndose a la cantidad de muertos hasta hoy contabilizados y ¿Si los muertos hubieran sido familiares del presidente, pensaría igual? También conocemos su respuesta a las críticas que lo señalan a él y a todo el gobierno morenista de Guerrero como responsables de la tragedia, por no avisar y no poner en alerta y en resguardo a la población; su respuesta fue un grosero y despectivo “me vale madre”.
Al respecto, quiero hacer una breve historia de las tragedias en este gobierno de la 4T, donde el común denominador es que, tanto al gobierno federal y, a algunos gobiernos estatales, mínimamente se les puede acusar de crímenes de Estado por omisión, porque, en efecto, “les vale madre” la vida y el bienestar de los mexicanos; en el caso del huracán Otis, ciertamente que golpeara las costas de Guerrero y con categoría 5, no es responsabilidad de ningún gobierno, pero salvaguardar la vida de sus gobernados y de sus bienes, sí que es su responsabilidad y simplemente dejaron a la población y a todos los turistas a la deriva: no encendieron las alertas, no avisaron para que se tomaran las medidas posibles; no pusieron a resguardo a la población, a pesar de que el gobierno fue alertado con anticipación de la inminente llegada del huracán, y que iba subiendo de categoría. Estados Unidos advirtió, con más de 20 horas de anticipación, que Otis era potencialmente peligroso: “El Centro Nacional de Huracanes de Estados Unidos (NHC, por sus siglas en inglés) alertó que la entonces tormenta tropical “Otis” podría convertirse en un huracán más de 21 horas antes de que el sistema azotara la zona de Acapulco, en la costa de Guerrero. Por medio de una publicación en redes sociales, el NHC pronosticó por primera vez que “Otis” podría tocar tierra como huracán el martes 24 de octubre a las 2:48 de la madrugada. A las 9:31 de la noche del mismo martes, el organismo alertó que “Otis” azotaría la zona como un huracán de categoría 5, con potencial catastrófico y fuertes vientos que podrían poner en peligro la vida de las personas […] A pesar de las varias alertas que emitieron las autoridades estadounidenses, ni la administración de López Obrador, ni la de Evelyn Salgado, dictaron las medidas necesarias para disminuir los daños que “Otis” ocasionó.” (Formato 7, jueves 26 de octubre).
Recordemos, como la misma irresponsabilidad criminal se presentó en Tula, Hidalgo, el 7 de septiembre de 2021, en la inundación que afectó a dicho municipio y varios más de la región del Valle del Mezquital: “De acuerdo a información que ha circulado en varios medios de comunicación, podemos afirmar que la tragedia pudo ser mucho menor si se hubiera avisado a tiempo a la población y se hubiese evacuado el hospital, pues advertencias del posible desbordamiento del río Tula existieron, según varias fuentes, y simplemente se ignoraron, omisión o negligencia que resultó homicida. Es decir, con aviso oportuno del riesgo, la población pudo haber puesto a salvo parte de su patrimonio y no se habrían perdido las 17 vidas que hoy lamentamos”.
Y qué decir de la tragedia de Tlahuelilpan, Hidalgo: “…. cuando el país sufría un grave desabasto de gasolina por las políticas erróneas de quien hacía unas semanas había asumido el poder de la nación y que, supuestamente, para “abatir la corrupción y el huachicol” mandó cerrar los ductos de PEMEX y dejó de pagar la importación de gasolina, se suscitó la terrible tragedia en Tlahuelilpan, Hidalgo, que dejó 137 fallecidos y cerca de 200 niños huérfanos”. Y, hasta ahora las autoridades federales no han respondido ¿por qué no se acordonó la zona inmediatamente después de que se detectó la fuga de combustible, alrededor de las 13:30 horas del 18 de enero del 2019? ¿Por qué no llegaron los elementos del ejército, inmediatamente, si su cuartel está en la ciudad de Pachuca, a poco más de una hora de Tlahuelilpan? Además, no solamente no se cerraron los ductos, sino que probablemente se abrieron; eso nos dice la lógica elemental ¿Por qué? ¿Quién dio esa mortal orden o bien quién no actuó con responsabilidad para que los ductos se cerraran completamente y evitar así la terrible tragedia?
Y de la pandemia por el Covid-19, cuando el presidente simplemente, con esa irresponsabilidad que ha caracterizado a su gobierno, dijo: “salgan, no pasa nada, abrácense y bésense”. Resultado: alrededor de 800 mil mexicanos muertos, víctimas del Covid-19 y de la política homicida del gobierno de la 4T. Todo como efecto de su política: «noventa y nueve por ciento honestidad y uno por ciento capacidad» y, cuando termine su sexenio, los muertos se seguirán contando por miles.
En Tula y Tlahuelilpan siguen en espera de los apoyos prometidos; los vecinos afectados en Tula, en su mayoría, siguen sin vivienda y, por lo que el presidente López Obrador está destinando para la reconstrucción y damnificados en Acapulco y el resto de municipios afectados, todo parece indicar que correrán la misma suerte de los vecino de Tula y Tlahuelilpan: recibirán solo demagogia y algunas míseras limosnas que no les alcanzará para reconstruir sus hogares y, si acaso existe duda, preguntémosle también a los damnificados de Tabasco y Veracruz; la prioridad de López Obrador y la 4T no son los mexicanos en desgracia, son las elecciones del 2024 y, para ello, necesitan todos los recursos posibles.