¿Qué sentimiento le provoca, cuando fue usted y sus vecinos a visitar a un funcionario,
le hizo alguna solicitud para mejorar una escuela o un centro de salud o construir una
cancha deportiva, etc., y simplemente dicho funcionario, estando en sus manos la
posibilidad de atender la demanda y resolverla, le dijo que no era posible, que no
había recursos, e incluso, ante la insistencia del grupo demandante, hasta le amenazó
con la fuerza pública y, ahora, ver a ese mismo personaje haciendo eventos en las
colonias populares o escuelas públicas, “festejando a los niños”, porque los niños, dice,
son “el futuro de México”; que trabaja por “mejorar sus condiciones de vida”, para que
“tengan una vida plena”, etc., etc.? O bien, aquel burócrata que nunca tuvo tiempo para
recibirlo en su oficina, después de años de insistencia, porque, además de ser
burócrata, obedecía a un patrón, y ahora nos dice desde la tribuna legislativa o de
alguna dependencia que el diálogo debe imperar siempre para resolver los problemas
sociales?

¿No le parece sospechoso que anden tantos funcionarios y diputados
haciéndose presentes en las colonias populares y en las diferentes regiones del estado,
según esto “atendiendo” y “escuchando” a la población? E incluso, algunos de ellos, al
recibir la solicitud “personal”, les responden, en primer lugar, solicitándole a su vez,
datos personales, como, por ejemplo, cuántos mayores de edad viven en casa. Vemos
en las publicaciones de los distintos funcionarios que nos dicen que “desde su
institución se promueve la cultura y el deporte entre la niñez y la juventud”; pero a la
hora de hacerlo efectivo construyendo unidades deportivas, canchas, contratando y
pagando entrenadores deportivos o maestros de danza, música, etc., tenemos la
respuesta de siempre: “no hay recursos”, “me dejaron las arcas vacías”, “no se puede”,
“regresen después”; y así, una infinidad de excusas. Lo dicho en los eventos o ante los
medios de comunicación es en esencia “más de lo mismo”, demagogia pura.

Pero, lo que hoy me interesa resaltar de toda esa nube de funcionarios
públicos, diputados y personajes de distintos partidos políticos que, ahora sí, andan
muy angustiados y preocupados por el bienestar general de la población, es su
demagogia y su hipocresía, materializada en su gran capacidad para simular
preocupación y hasta dolor por el gran número de mexicanos en la pobreza, por la
falta de salud y la imposibilidad de poder curarse, etc.; es, de nueva cuenta, el mismo
trato irrespetuoso y falto de verdadera empatía con el pueblo sufriente; es, sin duda,
el inicio o continuación de las campañas para el próximo proceso electoral que se
avecina.

¿Recuerdan las promesas de campaña del entonces candidato López Obrador?
Nos dijo que en su gobierno serían “primero los pobres”, pero no aclaró que serían los
primeros en afectar al quitarles los programas que en algo aliviaban la situación de
millones de familias, como el Prospera, las Estancias infantiles, el Seguro Popular, los
apoyos alimentarios, el Procampo, entre otros. Ciertamente, nunca mencionó que
parte de su gestión de gobierno sería contra la pobreza, quizás por eso, ahora hay 6.1
millones más de pobres (entre el 2018 y 2022), de acuerdo con cifras oficiales.

Y ahora, en casi todas las elecciones que se han tenido lugar en el país, vemos un
enjambre de “Siervos de la nación”, pagados con presupuesto público, amenazando o
sugiriendo a quienes reciben los apoyos monetarios a través de las “tarjetitas”, que si
no gana Morena, perderán el apoyo que “les está dando AMLO”; aquí dos precisiones:
primera, los apoyos monetarios quedaron establecidos por ley, nadie se los podrá
quitar si mantiene los requisitos que manifiestan las reglas de operación y, segunda,
no los está dando AMLO de su bolsillo, son recursos públicos generados por los
impuestos de todos los trabajadores mexicanos y por el IVA que estamos obligados a
pagar al adquirir cualquier mercancía o servicio.

También el entonces candidato se comprometió a acabar con la violencia y con
tantos asesinatos dolosos en nuestro país, estos son los resultados: estamos peor; en
el sexenio de Felipe Calderón, el más sangriento de la época moderna, se registraron
120 mil 463 muertes violentas durante su sexenio; en el actual 150 mil 37 asesinatos
(“La Guerra en Números” T-ResearchMX, al 27 de marzo de 2023); dijo que terminaría
con la corrupción, pero resulta que ahora son más los miles de millones de pesos
perdidos de las arcas públicas que todo lo robado en el sexenio anterior, donde,
además, como informan los medios, aparecen directamente involucrados familiares
muy cercanos suyos, incluyendo sus hijos, y funcionarios “amigos” del primer nivel de
la 4T; esa es la “transformación” que está llevando a cabo; estos hechos ya se han
documentado, pero si queda alguna duda todavía, los volveremos a enlistar en
próxima colaboración.

En fin, vienen elecciones, campañas y nuevas promesas. Y la situación no ha de
cambiar si no logramos cambiar las consciencias de los mexicanos; si permitimos que
la mentira, el fraude y las ansias de soluciones fáciles nos envuelvan nuevamente, que
los demagogos de siempre y los actuales sigan haciendo de las suyas, aprovechándose
de la ignorancia y la necesidad de millones de familias, usándolos como botín político
electoral. Vivimos tiempos de fraude, de engaños, de mentiras e impostores, y
necesitamos almas grandes e inteligentes para desentrañar todo lo falso; y condenar a
los demagogos, enemigos embozados del pueblo, pues como dijo Lenin: “Jamás me
cansaré de repetir que los demagogos son los peores enemigos de la clase obrera. Son
los peores, porque excitan los malos instintos de la multitud y porque a los obreros
atrasados les es imposible reconocer a estos enemigos, los cuales se presentan, y a
veces, sinceramente, como amigos”.