El joven las condujo hasta una lujosa limosina en el estacionamiento, tomó el equipaje y lo subió en la cajuela; su compañero, el chofer, otro joven moreno de cabello ensortijado, salió del vehículo para saludar a las extranjeras, pero solamente alzó su mano derecha ya que no hablaba inglés. Una vez que el vehículo inició la marcha, Yi inició la charla con el joven.
– ¿Puedes contarnos de tu jefe, el señor Anderson?
-El ingeniero Anderson es dueño de una importante compañía constructora, llevo apenas tres años trabajando con él, como mensajero. Dice que es australiano y que lleva aquí en Brasil como diez años, construyendo puentes, carreteras y residencias lujosas. Es muy platicador y por ello, habla nuestro idioma muy bien, aunque con un acento raro…
– ¿y que hay del señor Powells?- Le interrumpió Yi.
– Llegó hace apenas un mes, dice que viene de California, solo por negocios. Solo habla inglés y prácticamente no nos dirige la palabra. A nosotros los empleados no nos explican gran cosa, pero parece que quieren construir un hotel y es por ello que contrató al ingeniero Anderson.
– Linka, ¿acaso será Wheeler el señor Powells?- preguntó Yi a su compañera de viaje, quien escuchaba atentamente lo que el joven decía mientras miraba por la ventana de la limusina. Podía distinguir a lo lejos algunas montañas y le pareció que las conocía. ¿Qué tan lejos estaban de la aldea de Ma- Ti?
-Linka- le sacudió Yi, preguntándole en voz baja a su compañera, con intensión de que el joven mensajero, quien había dejado de hablar, no pudiera escuchar la conversación.- Linka, Linka….
-¿Que?
-¿Como se llamaba Wheeler?, no lo recuerdo. Siempre le decíamos por su apodo.
-William Earl Robinson- ése era su nombre completo-. “Wheeler” era un anagrama. Su manera de abreviar su primer nombre era Will, lo cual suena como a “wheel”, “ llanta”. Le gustaba patinar, por eso lo de las llantas. Como odiaba su segundo nombre, Earl, decidió conservar solo la inicial, “E” y también conservó la iniciar de su apellido “R”, de Robinson. Luego entonces él era: Will E. R., “Wheeler”. Y así lo escribía, insistiendo en aludir a las llantas, porque también, con ello recordaba una línea de carritos de juguete que le gustaba cuando era niño. Él me preguntaba si debía escribirlo así: Will E. R., lo cual podría significar “Will Emergency Room”. “Will, Sala de Urgencias”. Le parecía gracioso porque estábamos en una misión, luchando por la vida, atendiendo una emergencia climática. Pero finalmente ganó su pasión por las llantas y los carritos ésos y se quedó como “ Wheeler”
-¡Wow!, ¿todo eso te contó?¿Porque solo a ti y no a todos los demás?
-Yo que sé, ¿por hacer la plática, por impresionar tal vez?
-¿Ves?, después de todo, no eran tan diferentes, él también entendía que estábamos en una misión urgente. Hubieran hecho linda pareja.
– ¿Robinson- Záitsev te parece una buena combinación de apellidos?
-¿Ése es tu apellido, Záitsev? ¡wow!. Soy Yue Zhong, pero tú me conoces como Yi, mucho gusto. Jajajaja.
-jajaja. Mi nombre real es Lidiya Záitzev. Mejor conocida como Linka. Jajaja. ¿De verdad crees que una pareja formada por un americano y una soviética hubiera sido buena idea a finales de los ochentas? Parece que no recuerdas el mundo que nos tocó, la guerra fría, el muro de Berlin y todo eso… No hubiéramos encajado en su país ni en el mío.
– Pero eso ya cambió, vinieron “Vientos de cambio”, Linda. Tu controlas el viento querida. Jajajaja.
– Adoro ésa canción, significa tanto para alguien como yo que creció en un república soviética – Sonrió Linka, sacando un pequeño bolso de terciopelo azul de su beliz.
Yi cayó en la cuenta de que ése beliz parecía estar encadenado la mano derecha de Linka, no lo había soltado en ningún momento.
– Oye Linka y ¿si esto es una trampa?
– Estamos preparadas- respondió con una sonrisa maliciosa Linka y del bolso de terciopelo sacó el anillo con el poder del viento y lo colocó en su anular derecho, devolviendo una mirada llena de aquel malicioso brillo de su sonrisa.
-Cierto, estamos preparadas- respondió con igual malicia en el rostro Yi.
-Señoras, hemos llegado a la mansión Anderson- les dijo el joven mensajero, feliz de poderse retirar a descansar a su casa.
El chofer y el mayordomo quedaron a cargo del equipaje, mientras, ellas fueron conducidas a una enorme habitación, que dedujeron sería la oficina del caballero que les había hecho traer. Entraron en la habitación, encontrando a dos hombres caucásicos, sentados frente a un enorme escritorio de madera. Uno de ellos, el más joven, sonriendo les dirigió un saludo con la mano, mientras hablaba por teléfono. Había otro hombre, uno de mediana edad, obeso, casi calvo, con las sienes encanecidas, estaba sentado, en silencio en un sillón al otro lado del escritorio.
-Mr Anderson, Mr Powells, aquí están …- comenzó a decir a manera de saludo el joven mensajero, cuando fue interrumpido por el hombre obeso que se paró de su silla mientras el hombre del teléfono continuaba su llamada, sonriendo, parecía que le resultaba inevitable ser feliz.
– Yi y Linka, ¿como están?
– Mr Powells, ¿usted las conoce?
– El señor Powells es el otro socio de la firma, llegamos juntos hace un mes. Él se regresó y yo me quedé para atender los negocios. Mi nombre es William Robinson- Sonrió el hombre obeso y su mirada se iluminó- parece que siempre has estado confundido muchacho.
Continuará…
Chaneke verde
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