roberto cienfuegos

La negación como recurso político se ha convertido en el gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador en la herramienta suprema de su poder. Es largo y hasta podría resultar muy elevado, referir el número de veces que el Primer Mandatario ha echado mano de este artilugio. El eje de éste es negar, negar y volver a negar todo aquello que pudiera abollar, empañar o desdorar la imagen que de él, él mismo ha construido en forma paciente, pero persistente, inclaudicable.

Me hace pensar, casi por razones inconscientes, en aquel título literario de El Recurso del método, del gran Carpentier.

Así que es más que probable, a juzgar por las encuestas que se conocen, que este recurso de negar y volver a negar, incluso las evidencias que se le presenten, le haya dado frutos muy por encima incluso de sus propias expectativas. De allí que lo siga utilizando todo el tiempo, sin importar que en algún momento, pudiera convertirse en un boomerang, de consecuencias impredecibles, pero eventualmente graves porque como sabemos, tarde o temprano la verdad siempre sale a relucir por más negativas, invectivas y rechazos se exhiban en la palestra pública. Esto porque como suele decirse de manera popular, todo cae por su propio peso.

Así, por ejemplo, ha ocurrido en casos de alta sensibilidad social o política como el denunciado uso en exceso de los militares para asumir responsabilidades impensadas e impensables hasta antes del debut de la Cuarta Transformación. López Obrador ha negado y vuelto a negar que se trate de una militarización del país, pese a las evidencias sobre la presencia intensa y creciente del pueblo uniformado en casi todos los ámbitos públicos del país. Asombra sin duda este uso abrumador de los militares, pero el poder presidencial niega lo que es absolutamente evidente.

Se insiste de igual forma en negar que el crimen organizado, el narcotráfico y aún la producción de fentanilo, el poderoso opiáceo que está matando a unos cien mil estadounidenses cada año, y generando violencia en México, estén ganando terreno en nuestro país. Por el contrario, se sostiene que hay avances en el control y sujeción de estos fenómenos, lacerantes para los mexicanos.

Se niega igualmente que una inmensa mayoría de los mexicanos estemos pagando bienes y servicios más caros como consecuencia del accionar del crimen organizado, la extorsión y la práctica denominada de pago por derecho de piso. Dos casos innegables en esta situación son los precios de los limones y del aguacate. En el caso de los limones se llega al extremo de que ya ni siquiera consumimos el limón tradicional, sino una especie de fruto híbrido, cuyo precio y calidad son menores.

Otra negativa persistente es la relacionada con el daño ambiental y la alteración profunda si no es que destrucción de la selva en el sureste del país como consecuencia de los poco más de 1.500 kilómetros del Tren Maya, un proyecto que definitivamente ya alteró y para siempre el hábitat de decenas, si no cientos, de especies de fauna. Pero esto se niega, así y no haya los estudios suficientes del impacto ambiental vinculados con este proyecto.

Se insiste de igual forma en negar que el proyecto Dos Bocas esté absorbiendo fondos públicos muy por encima de los previsto originalmente, unos ocho mil millones de dólares, y cuya inauguración no ha abierto el proceso de producción en ese otro megaproyecto, cuya fecha comprometida para la conclusión y operación se ha extendido en el tiempo.

Se niega que el Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles seguirá por mucho tiempo más absorbiendo fondos públicos, aun cuando se afirma públicamente que ya está operando al 75 por ciento de su capacidad.

De igual forma se niega que México vaya a vivir una elección de Estado en 2024, o que se haya sepultado el dedazo presidencial, cuando en realidad esos comicios se perfilan como una disputa absolutamente desigual y poco o nada democrática y se estén revitalizando, así de manera más camuflada si se admite, las viejas “cargadas” que hicieron robustecer al PRI durante décadas.

Se insiste en negar que se actúe por revancha, pero es un hecho que la reciente propuesta para desaparecer los fideicomisos del poder judicial no es otra cosa que la factura contra un poder judicial que al menos desde su cúpula se resiste a arriar las banderas en aras de un proyecto absolutista y autoritario.

En fin. Podríamos seguir refiriendo muchas más negativas, pero se nos acaba el espacio. Uno se pregunta si en verdad ¿Tiene que ser así? ¿O es así porque así es la política?

@RoCienfuegos1