Este fin de semana al inaugurar la VI Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) el primer mandatario, Andrés Manuel López Obrador, propuso que ningún gobierno someta a otro bajo ningún motivo o pretexto, y que ante controversias, la última palabra la tengan las agencias de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).

El presidente López Obrador destacó la importancia de «construir en el continente americano algo parecido a lo que fue la comunidad económica que dio origen a la actual Unión Europea» señaló que este ideal sería posible si se acuerda sobre tres cuestiones básicas: la no intervención y la autodeterminación de los pueblos, la cooperación para el desarrollo y la ayuda mutua para combatir la desigualdad y la discriminación.

Nada nuevo, tampoco una idea que haya surgido del propio AMLO proponiendo la unión de toda América desde Alaska hasta la Patagonia en común acuerdo de buena vecindad y sobre todo respeto y determinación de los pueblos; palabras que durante éste sexenio se han repetido innumerables veces recordando la “Doctrina Estrada”.

López Obrador seguro conoce, ha leído mucha historia tanto nacional como internacional, que la idea de una América unida se ha fraguado tiempo atrás, basta recordar a Simón Bolívar que siempre quiso y añoro hasta su muerte la unión de toda la América. Sin duda un visionario, ya que actualmente la unión europea es el claro ejemplo de las ideas de “El libertador”, solo que concretadas en otro continente.

“Para nosotros la patria es América”, aseguraba Bolívar y por él, padre del panamericanismo, la idea anfictiónica del Congreso de nuestras naciones, el diez de Octubre de 1821, después de estar liberadas Venezuela y la Nueva Granada y en proceso la campaña del Sur que pronto liberará al Ecuador, el General Bolívar escribe, en su carácter de Libertador de Colombia, con una idea fija hasta el momento de sus últimos deseos que son por la felicidad de la patria, en un activo y coordinado nacionalismo latinoamericano, dentro de un plano universal, en la comunidad de todas las naciones, afirmada en valores esenciales que se ven, se perciben intensamente.

Para Bolívar el razonamiento es sencillo pero profundo:

“En el mal, la suerte nos unió: el valor nos ha unido en los designios y la naturaleza desde la eternidad nos dio un mismo ser para que fuésemos hermanos”.

En frases como esta, es que debemos buscar los pueblos latinoamericanos las pistas secretas que nos lleven por la vía del progreso. Ser hermanos, tener un mismo ser, unidos por el valor, todos somos derivaciones de un tronco esencial, de las ideas de unidad latinoamericana. Teniendo el mismo idioma, la misma religión, idéntica identidad en los ideales y en conocimiento de inescapables cercanías y problemas, es imperativo unir a estos pueblos en un solo haz de voluntad y creación. La unión es un bien que no tiene precio, «el bien inestimable de la unión».

Unidad que queda demostrada al recordar el ideario de Simón Bolívar que permeó a toda la América en su gesta independiente. Hoy queda de manifiesto que la unión de la América es necesaria y deseable, cuanto antes sin cortapisas, el tiempo apremia y finalmente sólo restan algunos años al sexenio de López Obrador para dar continuidad a esta oportunidad.

¿Tú lo crees?…. es un deseo que hasta ahora se ha frustrado