roberto cienfuegos

Ya en abierta precampaña por la nominación de Morena, éste, un fenómeno político que en menos de diez años como partido con registro se perfila como el nuevo PRI hegemónico del siglo XXI -así haya quienes discrepan de este apunte- los aspirantes a erigirse en septiembre próximo en la o el coordinador de los comités de defensa del movimiento que encabeza el presidente López Obrador, se requiere una evaluación serena sobre los saldos que deja al país en cinco años de gestión, y en torno a si conviene a México que la ciudadanía le refrende su apoyo para otros seis años. Este es el punto clave del proceso adelantado por Morena, así traten de camuflarlo bajo distintas denominaciones y/o nombres. ¿Sí o no? De allí la importancia de la deliberación correspondiente. De la respuesta que den los electores en un año, dependerá la suerte del país, de ese tamaño.

Al mismo tiempo también es preciso evaluar, hoy más que nunca, y de manera paralela, la oferta que tan pronto como esta misma semana hará a los electores la denominada oposición política a la Cuarta Transformación. Es cierto, sobran las evidencias de que la oposición no ha podido desde julio del 2018, sino en contados momentos estelares, dar cauce a una ciudadanía -los porcentajes son una incógnita- que se desencantó, ratificó su rechazo por la 4T y aun los otros segmentos que ahora están en el proceso de decidir si habrá alguien, algún político o política, que valga la pena para reencauzar su voto hacia una alternativa diferente a la que se mantiene en boga, y aspira a mucho más poder.

Un punto adicional, que conviene consignar, es que se quiera o no, resulte deseable o no, la 4T es un movimiento político inspirado por un solo hombre, así otra vez o de nueva cuenta, se diga lo contrario o se discrepe. Concebida e instrumentalizada prácticamente al ciento por ciento por López Obrador, la 4T podría, sin llegar al extremo de desmoronarse por sí misma, si experimentar una serie de dificultades para mantener su cohesión, y en su momento, la propia gobernabilidad del país en circunstancias de suyo complejas por factores que van desde la pérdida del control social que hoy ejerce la figura presidencial, un agravamiento de la crisis de seguridad ante la proliferación de los grupos criminales, y aún un eventual estremecimiento del acatamiento al poder supremo que siguen observando los mandos militares superiores, lubricados como nunca en el México contemporáneo con mucho poder, ingentes recursos económicos y el escudo presidencial utilizado a ultranza en su defensa.

Los resultados de la 4T, luego de cinco años, se conocen sobradamente y no hace falta enumerarlos de nueva cuenta. La circunstancia del país luego del experimento político en curso, que no es otra cosa, plantea demasiados riesgos que habrá que ponderar y aquilatar, entre ellos y de manera sobresaliente, el sesgo militarista que campea en el país, donde prácticamente se co-gobierna con las cúpulas de uniforme.

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Al mismo tiempo y en un marcado contraste, el desmantelamiento y sometimiento de instituciones y organismos del Estado mexicano en estos años coloca al país en el umbral de una crisis de procesamiento constitucional, que podría ser muy grave de manejar para el gobierno que se instale en octubre del 2024, si no es que incluso antes.

Hacia finales de este año, una vez que queden definidos las y los candidatos de Morena y la oposición, si es que ésta se mantiene unida, el país entrará en una disputa abierta por el poder, con posibilidades de generar un  torbellino de pasiones, emociones y aún razones que planteará necesariamente una confrontación tal que hará palidecer el ambiente de crispación y encono alentado por la presidencia y los grupos que dentro del Morena mismo, velan sus armas para la guerra que se avecina y que no será menor, sino por el contrario, muy dura y peligrosa.

Deberá añadirse la embestida en curso contra el andamiaje institucional de naturaleza electoral que pretende romper o plegar al Instituto Nacional Electoral, hasta ahora un tanto contenido, pero sólo por un rato según parece.

En ese escenario, en el que todavía hay factores que pronto se harán notar y sumarán al clima nacional de discordia que impera, es que los electores, casi cien millones de personas, tendrán que hurgar antes de decidir en la soledad de su casilla, el futuro nacional. No será una tarea sencilla y mucho menos si subsisten las intenciones de manipular y aún sabotear el proceso mismo con la confianza de que todo puede sostenerse con el señuelo de que todo está bajo control y se avanza requetebien. Veremos.

@RoCienfuegos1