Por Roberto Cienfuegos J.
Dicen que las comparaciones son odiosas, pero a veces pueden ser útiles. Vienen al caso por la triste y cruel historia, no de la cándida Eréndira y su abuela desalmada, título por lo demás de uno de los libros espléndidos que alumbró el genio y Nobel colombiano, sino de los visones en Dinamarca, un pequeño pero gran país nórdico que tuve la suerte de conocer hace unos pocos años. Un país muchas veces bañado de nieve, con espléndida infraestructura y excelentesservicios sociales y donde su población se indigna si acaso el gobierno de turno pudiera atreverse a anunciar una baja de impuestos. Pues si, como lo lee. Los daneses saben que una baja impositiva significaría una merma sustancial de su alta calidad de vida. Sólo añado un apunte más. Dinamarca es un país bicicletero de corazón. Deme una licencia más para referirle que el primer y mayor regalo que se le hace a un niño danés es una bicicleta, el principal medio de transporte individual en esa nación, donde es común que lo utilicen aun personas de 80 años de edad, así parezca un hecho increíble. Pero es así. Copenhague, la capital, es una ciudad prácticamente bicicletera y quien tiene la mala idea de usar un automóvil es casi casi estigmatizado socialmente.
Déjeme ahora retomar el hilo central de este texto relacionado con Dinamarca. Resulta que la primera ministra danesa, Mette Frederiksen, soltó en llanto la víspera. ¿Sabe por qué? Por la gestión de la crisis sanitaria en la que una mutación de la Covid-19 hizo que el gobierno dispusiera el sacrificio de millones de visones de criaderos. Los visones son unos mamíferos que Dinamarca cría con propósitos económicos y comerciales. De hecho, Dinamarca es el mayor exportador mundial de pieles de visones, predominantemente a Asia.
Durante un recorrido por uno de los criaderos de visones, Frederiksen rompió en llanto al constatar el sacrificio de estos animales en previsión de contener un eventual contagio del virus a humanos.
“No tengo el menor problema en disculparme por el curso que tomaron los acontecimientos, puesto que se cometieron errores», admitió públicamente la primera ministra danesa.
«Es a causa del coronavirus, y espero que pueda haber una pequeña luz al final del túnel para los criadores de visones daneses en estos momentos», dijo.
Recién iniciado este mes, Dinamarca anunció el sacrificio de más de 15 millones de visones apenas detectarse que una mutación del coronavirus en estos mamíferos podría poner en peligro la eficacia de vacunas a futuro.
En ese trance, el gobierno tuvo que reconocer que no contaba con una base legal suficiente para ordenar el sacrificio masivo de visones. Vinieron entonces las disculpas del Ministro de Agricultura en ese momento, Mogens Jensen, y más tarde la renuncia de éste.
Luego el Ministerio de Salud determinó que la potencial amenaza para las vacunas humana estaba “muy probablemente extinguida” debido a que no se registraron más casos de animales o humanos infectados por esta versión del virus, denominada Cluster 5.
Algunos informes indican que más de los dos tercios de los entre 15 y 17 millones de visones en Dinamarca, ya habían sido sacrificados. Así las cosas.
En resumen, en Dinamarca la crisis de los visones generó el llanto, las disculpas de la primera ministra, y la renuncia de un ministro, quien antes de dejar su cargo también ofreció disculpas.
En México sumamos más de 100 mil personas muertas, más de un millón de contagios y nos asomamos a un escenario aterrador en pocas semanas, pero no tenemos ni una lágrima, tampoco una disculpa y mucho menos una renuncia. ¿Para qué?, dirá usted.
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@RobertoCienfue1