Moda toxica: costo ambiental y una amenaza para la salud

El costo ambiental y amenaza para la salud de la moda toxica. FotoEspecial

Expertos advierten sobre los riesgos invisibles de los tratamientos textiles y su impacto en los ecosistemas y el organismo humano

En la industria de la moda, la innovación en telas ha ido más allá del diseño: suavidad al tacto, resistencia a manchas o propiedades antiolor son algunos de los ‘atractivos’ que prometen las etiquetas de muchas prendas actuales. Sin embargo, detrás de estos beneficios se esconde una realidad alarmante: la incorporación de sustancias químicas persistentes y poco reguladas, muchas de las cuales se acumulan en el cuerpo humano y contaminan el medio ambiente de forma permanente.

Moda tóxica: Se estima que millones de personas están expuestas diariamente a compuestos tóxicos contenidos en la ropa, mientras que la industria textil se consolida como una de las principales fuentes de contaminación química a nivel mundial.

Entre los químicos más preocupantes se encuentran los compuestos perfluoroalquilados (PFAS), conocidos como forever chemicals, por su alta estabilidad y resistencia a la degradación, tanto en el ambiente como en el cuerpo humano.

Un límite planetario ignorado

Pese a que el impacto ambiental de la moda suele centrarse en su alto consumo de agua y energía, el límite planetario de la contaminación química ha recibido poca atención. Este hace referencia al umbral de sustancias sintéticas que el planeta puede soportar sin poner en riesgo funciones vitales como la salud de los ecosistemas, el equilibrio del suelo y el agua o incluso el sistema nervioso humano.

Lo preocupante, advierten expertos, es que muchos de estos compuestos se utilizan sin una evaluación rigurosa de su toxicidad. Una vez liberados, pueden viajar largas distancias, ingresar a la cadena alimenticia, y acumularse en organismos vivos, incluidos los seres humanos.

Microplásticos: el enemigo invisible

Además de los tratamientos químicos, las fibras sintéticas como el poliéster, nailon y acrílico representan otra fuente importante de contaminación. Durante el uso o lavado, desprenden microplásticos, partículas diminutas que ya han sido detectadas en pulmones, intestinos, placenta e incluso en el bulbo olfativo del cerebro, lo que sugiere que pueden atravesar barreras naturales de protección del sistema nervioso.

Algunos estudios recientes relacionan mayores concentraciones de microplásticos con enfermedades neurodegenerativas, lo que refuerza la preocupación científica sobre sus posibles efectos en la salud cerebral y hormonal.

La Organización Mundial de la Salud ha alertado sobre los disruptores endocrinos presentes en productos textiles, asociados con trastornos hormonales, infertilidad, obesidad, inflamación crónica y ciertos tipos de cáncer. Además, los microplásticos pueden actuar como vehículos de otras sustancias tóxicas, exacerbando el impacto en el organismo.

¿Qué podemos hacer como consumidores y sociedad?

  • Evitar prendas tratadas con PFAS u otros químicos agresivos.

  • Optar por ropa fabricada con materiales certificados o biodegradables.

  • Alargar la vida útil de las prendas, ya que los primeros lavados son los que más microfibras desprenden.

  • Exigir transparencia y responsabilidad a las marcas textiles, así como el desarrollo de materiales seguros mediante políticas de I+D.

También se propone la creación de nuevas certificaciones textiles que permitan al consumidor tomar decisiones informadas, midiendo la persistencia de químicos tóxicos y el desprendimiento de microplásticos.

En una industria que nos acompaña tan íntimamente como la moda, la urgencia por transitar hacia una economía circular más limpia y consciente ya no puede ser ignorada. Nuestra salud —y la del planeta— están en juego.