roberto cienfuegos

Como si se tratara de un monstruo al acecho, la sequía en México aumentó hasta seis veces entre 2003 y 2021, un fenómeno que deriva en una muy buena parte del incremento de la temperatura media anual y aún del cambio climático.

Los municipios más afectados por esto se encuentran en el centro y norte de México, donde ha recrudecido el problema de escasez de agua, con afectaciones numerosas y, peor aún, severas, para la industria y el sector energético.

Sandra López, una investigadora del Instituto Mexicano para la Competitividad (Imco), un centro de investigación apartidista y sin fines de lucro fundado hace dos décadas, alerta las consecuencias sobre el fenómeno de la sequía en el país.

“De seguir este fenómeno, habrá impactos muy importantes en la producción de energéticos, y numerosos daños para la población y la economía”, apunta esta investigadora, que observa con preocupación la falta de actualización de los programas del gobierno federal creados hace más de una década, para a través de la Comisión Nacional del Agua (Conagua) enfrentar la gestión y el suministro del agua en el país.

Esta investigadora señala que 2011 resultó un año crítico en el que repuntó la sequía. Como consecuencia de esto el gobierno federal otorgó a la Conagua las facultades para atender las consecuencias del fenómeno, esto a través del seguimiento de indicadores hidrometeorológicos y del estado de los recursos hídricos.

Así, el proceso estableció que la Conagua asumiría la tarea de monitorear la sequía por municipio, unos dos mil quinientos en todo el país. Además, este proceso establece en los programas las medidas preventivas y de mitigación de la sequía y la manera en que el gobierno enfrentaría el fenómeno. Las medidas de respuesta buscarían en consecuencia una reducción de la demanda de agua, privilegiando los usos en este orden:

1.         Darle prioridad al uso doméstico o público.

2.         El uso agrícola y ganadero del agua.

3.         La utilización industrial, y

4.         El uso ambiental y recreativo.

Pero algo muy importante ahora es que se requiere de una evaluación específica para la actualización de esos programas, considerando el alza de la sequía en muchos de los municipios del país. Sin embargo, resulta que la sequía antes era distinta que hoy, de la misma forma que el crecimiento de la población, y por supuesto la mancha urbana. Así que se requiere una actualización de estos programas y recursos.

López considera que en su momento, hace más de una década, esos programas que se encargaron a la Conagua fueron útiles, pero resulta obvio -señala- que necesitan mejorarse y actualizarse con base en las condiciones que imperan hoy día.

La especialista hace ver que la sequía en 2011 fue la mayor desde el año 1941 y después, en 2021, todavía aumentaron más las sequías en los municipios del centro y noreste de México. Entonces, ya pasó más de una década de la creación de estos programas, y por ello el gobierno tiene que actualizarlos.

Pero lamenta que la Conagua hoy no tenga esto en su radar. “Tiene otros factores en su radar, importantes sí, pero hace falta llevarlos a nivel federal”.

Entre las consecuencias del fenómeno de la sequía que impacta año con año el país, López señala la pérdida de cultivos, más todavía en el norte, el aumento de incendios y la escasez de agua en las principales presas. A esto se suman el desabasto para el consumo humano, y la baja en la calidad de agua para la población. Esto último debido a que al haber menos agua aumenta la concentración de contaminantes, entre ellos la salinidad del agua. Como se sabe, los mantos acuíferos contienen concentraciones de sal y eso se eleva al haber menos agua, lo que tiene su correlato con el incremento de las temperaturas y el cambio climático y esto pone en riesgo la competitividad de distintos sectores, en particular el agropecuario, que tiene el 76 por ciento del agua concesionada del país.

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López admite incluso que la sequía es un asunto que pone en peligro la seguridad y aún la viabilidad del país. Aun cuando señala que la sequía se ha agravado en forma paulatina, indica que en los últimos diez años el número de casos de sequía se elevó muy rápido debido al alza de la temperatura y el cambio climático, con lo que también suben las precipitaciones y con ello, las inundaciones.

Explica que cada vez que se incrementa la temperatura sube la evaporación del agua y por eso llueve más, el índice de evaporación es más alto y por ende hay menor disponibilidad del agua por la sequía. Se trata, como vemos, de un fenómeno cíclico y concatenado, que plantea una trampa de alto peligro nacional.

Sobre la necesidad de desarrollar las cuencas hidrológicas en el país, algo de lo que mucho y desde hace tiempo se ha hablado, López destaca que de hecho hoy día ya hay en México divisiones en cuencas y regiones administrativas para la gestión del agua. Pero lamenta que estas regiones se hayan establecido con criterios políticos y no geográficos. Propone esta investigadora la consideración de criterios geográficos, el cambio climático, el aumento de la temperatura y la disponibilidad del líquido al momento de definir cuencas y regiones administrativas para la gestión del agua subterránea y superficial, así como el alza poblacional.

López anticipa un pronóstico sombrío sobre este problema en México, al señalar que el país es vulnerable al cambio climático y a los fenómenos extremos que esto provoca como consecuencia de que hay una reducción de la capacidad de producción de los recursos hídricos y disminuye el acceso y la calidad del agua.

Insiste en que se requiere una actualización de los marcos legales que rigen la gestión y distribución del agua, ya que estos fueron instaurados en condiciones distintas a las actuales.

Los municipios de México, subraya, constituyen el eslabón más débil para enfrentar la gestión y escasez del agua debido a que éstos están a cargo de los servicios de agua potable, drenaje, alcantarillado, tratamiento y disposición de las aguas residuales.

Por ello, propone López, a los municipios se les deben dar las facultades para que sean funcionales en la gestión del agua y que resulten financieramente sostenibles y con la capacitación para que estén en condiciones de enfrentar esta responsabilidad.

A su vez y según la Conagua, entre los impactos sociales derivados de la sequía presentes en numerosos municipios del centro y norte de México, destacan la escasez de la cantidad y calidad de los alimentos, los problemas de salud y una mayor morbilidad, conflictos entre usuarios y sectores de agua, una baja calidad de vida y pobreza, así como inestabilidad social, marginación y migración

A esta lista se agregan el daño de ecosistemas, que incluyen la erosión y la pérdida de suelos, la degradación de la calidad y cantidad de agua y del aire, aunado al desempleo y tirantez del crédito, junto con una merma de los ingresos y aún de los impuestos. También se observa el decremento en industrias y actividades asociadas, un crecimiento de la demanda de energía, la recesión en la tasa de crecimiento, más una pérdida de la producción agrícola, pesquera, pecuaria y forestal, más severos daños en plantas y animales.

México, en consecuencia, enfrenta una tarea apremiante, otra más, en el ámbito de garantizar agua para una población de más de 126 millones de personas, y las actividades nacionales sustantivas, de toda índole. Sin exageración, este tema se inscribe en la agenda crítica y aún de seguridad nacional. Así deberíamos, por igual, comprenderlo y asumirlo los gobiernos y los mexicanos todos.

@RoCienfuegos1