Cuando nada avanza: el estancamiento como maestro invisible

“Si quieres que algo se muera, déjalo quieto.”

 

Hay momentos en la vida en los que todo parece detenido. No hay ascensos en el trabajo, no hay chispas en las relaciones, no hay motivación por las mañanas. Sentimos que el mundo avanza, pero nosotros estamos varados en un punto muerto, viendo cómo otros cumplen metas mientras nosotros apenas sostenemos la inercia.

Ese estado —difícil de nombrar pero fácil de sentir— se llama estancamiento. Y aunque duele, también habla. Es la señal silenciosa de que algo necesita atención, cambio o incluso ruptura. El problema es que no siempre sabemos qué.

En lo profesional, el estancamiento suele disfrazarse de rutina. Mismo puesto, mismas tareas, cero reto. Nos convencemos de que “deberíamos estar agradecidos” por tener un empleo, por cumplir con lo que se espera. Pero la gratitud no cancela el deseo de crecer. La estabilidad, aunque cómoda, puede volverse una jaula.

En lo emocional, el estancamiento aparece como desconexión. Relaciones que ya no nutren, hábitos que ya no inspiran, silencios que pesan más que las palabras. Hay una sensación sutil pero persistente de que algo está muriendo en lo interno, mientras seguimos cumpliendo con la vida en automático.

¿Qué hago entonces?

Primero: dejar de fingir que todo está bien. El estancamiento se vuelve más denso cuando lo negamos. Nombrarlo es un acto de honestidad. Reconocer que algo no se siente bien es el primer paso para mover la energía estancada.

Segundo: revise las expectativas. A veces no estamos estancados, simplemente estamos comparándonos con un ideal inalcanzable. Otras veces, sí estamos paralizados, pero porque estamos insistiendo en caminos que ya no tienen corazón. Es momento de preguntarnos: ¿Esto que persigo todavía me representa?

Y tercero: movimiento, aunque sea un milímetro. Agendar una terapia, tomar un curso, escribir una carta que nunca enviaremos, terminar lo que nos hace daño. Pequeños actos simbólicos que le indican a nuestra mente que no estamos indefensos, que seguimos en movimiento.

El estancamiento no es el enemigo. Es el maestro que llega sin avisar para recordarnos que no hemos venido a sobrevivir en piloto automático, sino a construir una vida que nos refleja. A veces, quedarse quieto es la antesala del salto más grande.

Como dice aquella canción, “ si quieres que algo se muera, déjalo quieto.”

 

Y tú, ¿Qué necesitas dejar, para volver a moverte?

Construyamos juntos la mejor versión de ti.

@proyecto_be