¿Es tan frágil la democracia nuestra que cualquier badulaque puede ponerla en riesgo? Viene la pregunta a propósito de las amenazas y aún de las advertencias hechas en las últimas horas en torno a la disputa por la candidatura de un actor político que gusta de autonombrarse y aún de que lo llamen el toro sin cerca. Atinó usted. Félix Salgado Macedonio, sí, el toro sin cerca, tiene gusto, se autocomplace en retar, sin rubor alguno. Así ha de sentirse de poderoso. En efecto, tiene el poder y el favor de la protección que el presidente le ha dispensado de manera pública. Así, pues cualquiera puede hacer lo que le venga en gana, incluso retar a la democracia y poner en jaque a sus instituciones.

Las acusaciones, señalamientos, críticas y aún sospechas en torno a las conductas, prácticas y aún hábitos de “El toro sin cerca” le quedan chicas, y qué digo chicas, minúsculas y qué digo minúsculas, más bien, nanoparticulares. A “el toro sin cerca” le vienen flojas las cercas, sobre todo aquellas erigidas por andamiajes constitucionales, normativos y democráticas. ¿Con qué se come eso? Al diablo con las instituciones parece recordar este toro, que se da el lujo y asume con claridad absoluta e impune todo tipo de amenazas.

Si no soy el candidato al gobierno de Guerrero, no habrá elecciones en ese estado, ha dicho. ¿No incurre en un delito este señor -toro, digo- al amedrentar de esta forma a todo un Estado? Pues ahora sí como se decía antaño: ¿pues de qué privilegios goza este aspirante a candidato para poner en jaque la institucionalidad de un estado de la federación y amenazar con la cancelación del derecho de miles de ciudadanos guerrerenses a elegir a sus gobernantes? Ah, casi lo olvidaba. “El toro” goza del favor y el aprecio presidencial. Eso basta y sobra en este país para hacer lo que a uno se le venga en gana. ¿O no? Al menos, eso es lo que nos deja ver el toro sin cerca. Él está seguro de que haga lo que haga, diga lo que diga y amenace como amenace, nada pasará en su contra, pues al fin y al cabo él es el toro sin cerca.

¿Pues que tenemos una democracia tan frágil en México que un solo hombre -aun si fuera con sus huestes claro- puede amenazar al Instituto Nacional Electoral (INE), el máximo organismo comicial, sí, como digo, el máximo organismo comicial del país, al advertir que si no le dan la candidatura seguirán el estado de sitio impuesto a ese organismo. Ah, si, claro, se trata del toro sin cerca y sin límites. Él puede amenazar, amedrentar, intimidar, cercar, y saltarse las trancas y aún las vías constitucionales e institucionales. ¿Por qué no habría de hacerlo? ¿Cuáles son los limites válidos para él y sus seguidores? Me hace recordar a Donald Trump cuando el seis de enero de este mismo año se hizo de una fanaticada para irrumpir en el Capitolio al momento en que se certificaba la victoria del demócrata Joe Biden. La irrupción en el poder legislativo estadunidense dejó muertos, heridos, pero al menos allá se procedió con la ley en la mano para impedir lo que aquí en México pretende consumar por la vía de los hechos el toro sin cerca.

¿Es así como podemos hablar de democracia y demócratas? ¿Por la fuerza y la vía de los hechos? ¿Es así cómo podemos hablar de la vigencia -ahora sí, dicen por allí- de un estado de Derecho en plenitud? 

Entiendo sobradamente al consejero-presidente del INE, Lorenzo Córdova, al admitir que no son buenos tiempos para la democracia en México. 

Como ciudadanos tenemos todos la responsabilidad y aún la obligación de observar esto, de mirar bien a los transgresores de la institucionalidad y de defender, sí, defender aún en su estado actual a nuestra incipiente democracia de los badulaques de ésta. Al toro sin cerca hay que ponerle la brida. 

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@RoCienfuegos1