francisco gomez

·        Pueden recuperarse los niveles de empleo, pero no la certidumbre

·        Padecimientos que no matan, pero causan grandes sufrimientos

Veo en los periódicos impresos que los padecimientos del alma, entre la población, son cada vez más intensos. El coronavirus ha estado haciendo su parte para mantenerla en manos de la incertidumbre. Se recupera el empleo, pero no la certeza. Y millones se enfrentan a dolorosos sufrimientos que no matan, pero no permiten vivir con certeza del futuro, con serenidad y esperanza.

La ansiedad y la depresión son los padecimientos más comunes que se han apoderado del espíritu de millones de trabajadores, o que perdieron el empleo, o que el patrón les aumentó la carga de trabajo por el mismo salario, o porque les está exigiendo que trabajen más de ocho horas diarias, según esto para lograr la recuperación del golpe casi mortal de la pandemia del coronavirus.

ANSIEDAD

Antes de la emergencia sanitaria por la covid-19, ya se estimaba que, en México, por ejemplo, las dos terceras partes de la fuerza laboral vivía con problemas emocionales, con estrés, con ansiedad y con depresión La depresión no la deseo a nadie, ni a mi peor enemigo, si lo tuviere. No mata, pero cómo hace sufrir e inclusive llega a incitar al suicidio.

No era para menos. Ansiedad y Depresión se aposentaron en el mundo. Se enseñoreaba un desempleo bárbaro, galopante, en un confinamiento total, sin ninguna esperanza de que la enfermedad fuera a ceder en un mes, que eso es lo que esperaba todo el mundo. No. Mejor morían cientos de miles ahogados por una neumonía atípica. O por disfunción de los pulmones. O por cualquier cosa impulsada por el coronavirus.

El presidente López Obrador está confiado, y lo reiteró el lunes pasado, de que los empleos perdidos ya se han recuperado. Sin embargo, el mandatario está calculando en base al registro que lleva, particularmente, más que la Secretaría del Trabajo, el Instituto Mexicano del Seguro Social, en el registro de trabajadores asegurados y patronos empleadores. Pero la economía informal en México es muy amplia. Y ahí estaba el mayor número de desempleados que no tenían un ingreso para alimentar a su familia.

Además, los empleos formales se han tardado en recuperarse. La recuperación del empleo ha sido principalmente en las actividades de los mercados informales, sin pago de impuestos, sin acceso a la seguridad social y salarios no sólo remuneradores, sino de hambre.

En una economía neocapitalista con toda seguridad ninguno verá por equilibrar el capital y el trabajo. No habrá mejoras. Es más, hay deterioro por la inflación. Pero si no se puede resolver el problema económico. Resolvamos el problema afectivo.

Ahora más que nunca, mucho más que antes de que se presentara el coronavirus con su séquito de cepas asesinas, se requiere de crear condiciones de certidumbre en los lugares de trabajo, a fin de lograr la cura del alma de millones de personas, que fueron tocadas por el llamado estrés.

Habrá que darles seguridad en el empleo, aunque mal pagado, y ambientes saludables, como debe de ocurrir en los salones de clases, a donde ya están retornando los escolapios para tomar clases presenciales.

Gobierno y sociedad, empleadores, patronos, sindicatos empresariales, sindicatos de trabajadores, tienen que tomar conciencia de esta situación. Buscar, entre todos, que se creen condiciones de certeza y seguridad en el trabajo.  Porque trabajadores deprimidos y angustiados ante un futuro nada prometedor no contribuirán a la recuperación económica.

Y cuidar la capacidad de compra de los salarios porque me estoy sospechando que, con la inflación que ha crecido por lo menos un 6%, los salarios, a pesar de que AMLO les elevó considerablemente, a pesar de que ya por si solos son poco capaces de satisfacer las necesidades de las personas, se han deteriorado fuertemente por la carestía.

La pandemia destruyó unos 12 millones de puestos de trabajo, al inicio de la emergencia. El mercado laboral se ha recuperado gradualmente, pero todavía hay miles de personas que no han logrado incorporarse a una actividad productiva y el panorama no es nada halagador, a pesar del tratado con Estados Unidos y Canadá.