Ante la gravedad de la situación, el gobierno chino declaró la guerra a la polución del aire
6 de julio de 2022.- Ese año China registró un promedio de 52,4 microgramos (µg) por metro cúbico (m3) de partículas contaminantes PM2.5, diez veces más que el límite recomendado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) en la actualidad.
Las partículas finas PM2.5, que provienen de la combustión de materiales o combustibles fósiles, son muy dañinas para la salud por su alta capacidad de penetración en las vías respiratorias.
En aquel momento Pekín experimentó lo que llamamos un ‘airpocalipsis’, con eventos de contaminación extrema que concienciaron a la gente sobre el problema», explica a BBC Mundo Christa Hasenkopf, directora de programas de calidad del aire del EPIC y coautora del estudio.
Ante la gravedad de la situación, el gobierno chino declaró la guerra a la polución del aire.
A finales de 2013 activó el Plan de Acción Nacional de Calidad del Aire para reducir la contaminación en un período de cuatro años con un generoso presupuesto de US$ 270.000 millones, a los que se sumaron otros US$ 120.000 del ayuntamiento de Pekín.
Ese plan fijó objetivos específicos para reducir la polución un 35% en los siguientes cuatro años.
Y el enemigo número uno fue precisamente el mineral que hizo posible la rápida industrialización china desde el último cuarto del siglo XX y principal fuente de energía del país: el carbón.
El gobierno prohibió la construcción de nuevas plantas de carbón en las ciudades y regiones más contaminadas y forzó a las existentes a reducir emisiones o cambiarse al gas natural.
Solo en 2017 se clausuraron 27 minas de carbón en la provincia de Shanxi, la mayor productora de este mineral en China.
En enero de 2018 cerró la última planta de carbón en Pekín, mientras el gobierno chino canceló los planes de construcción de otras 103 centrales.
Aunque el carbón sigue siendo la principal fuente de electricidad de China, ha pasado del 67,4% de la producción total en 2013 al 56,8% en 2020, según datos oficiales del país.
Para compensar la descarbonización, el gobierno chino también aumentó la generación de energía de fuentes renovables.
Lo hizo hasta el punto de que en 2017 las renovables representaron una cuarta parte del total de la generación eléctrica del país, superando incluso a Estados Unidos, donde la cuota fue del 18% ese mismo año.
También ha promovido activamente la energía nuclear: entre 2016 y 2020 duplicó su capacidad hasta 47 gW con 20 nuevas plantas y para 2035 planea alcanzar los 180 gigavatios, casi el doble de la potencia actual de Estados Unidos.
Otra de las medidas fue reducir la capacidad de producción de hierro y acero en la industria: solo entre 2016 y 2017 rebajó 115 millones de toneladas.
Y, por supuesto, puso en el punto de mira a los vehículos con motor de combustión.
En Pekín, Shanghai, Guangzhou y otras ciudades grandes se restringió la cantidad de automóviles en circulación con cuotas diarias y se limitó el número de matrículas nuevas cada año.