Bellas y Airosas/Elvira Hernández Carballido
Viene otro 8 de marzo, del puño en alto y las consignas justas. Un mes donde cada una de nosotras nos manifestamos a nuestra manera, como le dicta el corazón violeta y esta rebelde alma. Yo he querido escribirles a las mujeres que admiro, mujeres bellas y airosas, cuya necedad e inspiración sirve de estímulo y ejemplo, admiración absoluta, agradecimiento total.
QUERIDA MARÍA LUISA ROSS:
¿Creerás que todavía hay discusiones en torno a si naciste en Pachuca o en Tulancingo? Me gusta que ahora te reconozcan de esa manera, deseen que pertenezcas a un lugar en específico, aunque lo único seguro es que naciste en el estado de Hidalgo, pues hasta en el año de tu nacimiento tampoco hay certezas.
¿Cómo presentiste que lo tuyo era la escritura? Quizá la maestra que leía tus tareas, te motivó a hacerlo. A lo mejor una amiga, tu madre solidaria. Algún conocido durante esos días en la Escuela Normal. Pero, no eran alabanzas complacientes, tú misma ibas descubriendo tu pasión periodística.
Te imagino cuando entraste a la redacción de una revista literaria armada solamente de tus textos. El poeta Luis G. Urbina lo supo ese mismo día, que eras algo más que un beso cautivo, una mano suave, el suspiro necesario para inspirarse, la metamorfosis que toda mujer sufre al transformarse en lo que desea ser.
Agradecías las recomendaciones de amigos porque sabías que lo hacían porque te admiraban, porque te habían escuchado dando una conferencia, por las entrevistas inteligentes que le dabas a los reporteros de El Imparcial, porque alguien te había visto estudiando en el Conservatorio de Música, entregar el guion de una película y hasta actuar frente a las cámaras.
Empezaste a escribir después en El Universal, no te conformaste con la página de modas o infantil, saliste a buscar la noticia, a dar voz a otras mujeres a través de la entrevista, charlas periodísticas en las que no te conformabas con preguntar y tomar nota de las respuestas, también describías a tu entrevistada, detallabas el lugar y hasta tus propias emociones al escucharlas.
Estoy segura que cuando José Vasconcelos te ofreció estar al frente de lo que ahora es Radio Educación dijiste sí de inmediato, con mil ideas nuevas ya dando vueltas por tu cabeza, acariciando la magia sonora, segura que los espacios radiofónicos no solamente se llenaban con música, sino con noticias y reflexiones, crónicas y debates. Fue así como te convertiste en la primera mujer en ser directora de una estación radiofónica en nuestro país.
Mi amiga Rosalinda Sandoval se obsesionó con tu historia y fue a buscarte en el archivo de la Secretaría de Educación Pública. Encontró cajas con papeles que pertenecieron, en uno de ellos tu fotografía de frente y perfil. Te observo con atención: labios de sirena, ojos de luna, mirada inteligente, rizos ordenados. Tus crónicas permiten palpar tu sensibilidad, tu alegría de vivir, tu audacia e ilusiones. Me encanta cuando describes cómo conociste a Alfonso XIII, traviesa y curiosa, honesta y sensible. Este 8 de marzo te rindo un sencillo homenaje, eres una de las tantas mujeres mexicanas e hidalguenses que rompieron barreras, que se sacudieron estereotipos. Gracias querida María Luisa Ross, por ser como eres. Cada vez que leo sobre ti, regresas, revives, inspiras, nos llenas de orgullo.