roberto cienfuegos

De manera tardía el gobierno del país alertó sobre el huracán “Otis”, que golpeó Guerrero con la furia de una escala máxima, la cinco. Siguió luego la matutina en Palacio Nacional, que falló en proporcionar la información que amplios sectores del país, y aún del extranjero, aguardaban en medio de una profunda zozobra sobre el saldo humano del fenómeno, que pilló a miles de guerrerenses y unos diez mil visitantes a una convención minera en Acapulco que llegaron a ese puerto sólo para toparse con “Otis” como en una cita macabra.

Más tarde, en una reacción de última hora, el presidente López Obrador dejó su Palacio para abordar un vehículo, seguramente blindado, a fin de trasladarse al puerto acapulqueño, aun casi a sabiendas de que la autopista llamada del Sol estaba rota, y en consecuencia resultaba intransitable.

Aun rodeado de los altos jefes de la Sedena, Luis Cresencio Sandoval; Marina, José Rafael Ojeda, y la titular de Seguridad Ciudadana, Rosa Icela Rodríguez, poco o casi nada pudo hacerse.

El presidente quedó varado en medio del lodo y los restos de carretera. Dice que caminó entonces, como por muchos años hizo antes de llegar a Palacio Nacional. Se tiró unos cinco kilómetros. Luego, al parecer, pidió “ride” o “aventón”, para llegar a Acapulco, el puerto turístico siniestrado por “Otis”. Dice que hizo una segunda reunión con su equipo de seguridad, en la que tomó parte Evelyn Salgado, la gobernadora de refacción en Guerrero, bajo el amparo y guía de Félix Salgado Macedonio, su progenitor biológico.

Pasaron más de 24 horas antes de conocerse de manera oficial los primeros datos sobre el saldo del huracán. Lo peor, 27 muertos y al menos cuatro desaparecidos en un balance preliminar, autopistas cerradas, lo mismo que el aeropuerto, el 80 por ciento de la hotelería en ruinas y daños materiales que seguramente serán cuantificados en los siguientes días.

Acapulco, incomunicado en las primeras horas, las más críticas en cualquier desastre natural como fue el caso. Los hospitales, sin energía eléctrica, algo que nunca debería ocurrir porque se trata de la vida de personas, muchas en una situación límite entre la vida y la muerte por causas de índole orgánica.

Ah, pero en medio de la tragedia -que aún no se ha medido ni cuantificado- los dardos salieron de Palacio Nacional para embestir a los ex presidentes Vicente Fox y Felipe Calderón. Ahora sí que ni viendo la tempestad se hincan las partes.

¿Dinero? Todo, asegura el mandatario.  Cuando el pueblo de México necesita apoyo se puede utilizar todo el presupuesto público, no hay límites y “afortunadamente tenemos presupuesto. Precisamente porque no permitimos que se roben el dinero del pueblo”, dijo. ¿En serio? Haberlo dicho antes, digo.

Claudia Sheinbaum, Xóchitl Gálvez, el presidente del Tribunal Superior de Justicia, el magistrado Rafael Guerra Álvarez, alcaldes y alcaldesas de la Ciudad de México, la UNAM, aerolíneas, legisladores, bancos, la Cruz Roja y la ciudadanía mexicana, entre muchos otros actores, ya emprendieron la recolección de ayuda para los guerrerenses en estos días de dolor, y zozobra, que seguramente pudieron evitarse o mitigarse con medidas atinadas de previsión y protocolos de actuación adecuados.

El presidente, antes que quedarse varado y tundirle al calcetín, seguramente pudo tomar una aeronave militar para hacerse presente con toda su investidura en la escena del desastre que mayor atención está concitando estos días. Pero no, prefirió otro camino, uno empantanado y roto. ¿Por qué? ¿Para qué?

@RoCienfuegos1