El avistamiento de cetáceos en América Latina ha tenido un aumento constante desde que empezó a promoverse y es una de las formas de turismo que más ha crecido en los últimos 20 años.
Ciudad de México.- En el Pacífico colombiano, todos los años entre julio y noviembre, miles de ballenas yubartas llegan a las cálidas aguas de esta zona para aparearse y posteriormente dar a luz a sus crías.
José Julio Casas, director nacional de Costas y Mares del Ministerio de Ambiente de Panamá, señaló que el avistamiento de cetáceos en América Latina “ha tenido un aumento constante desde que empezó a promoverse y es una de las formas de turismo que más ha crecido en los últimos 20 años”.
En el 2007, el éxito de la actividad incitó a las autoridades a crear el primer “Protocolo de avistamiento para las aguas jurisdiccionales de Panamá”, que regula el avistamiento, con recomendaciones para desarrollar expediciones con el menor impacto posible para los animales marinos y el ecosistema.
Cabe destacar que en el 2020, las circunstancias generadas por la covid-19 obligó a que esta actividad recreativa se suspendiera, sin embargo este año se retomó siempre y cuando se cumpla con los protocolos de bioseguridad.
El recorrido arranca en el muelle turístico de Buenaventura, lugar desde el cual salen las lanchas hasta la zona de avistamiento. El paseo para visitar a las ballenas empieza en el muelle turístico de Buenaventura y dura aproximadamente una hora, es importante tener en cuenta que para disfrutar de esta experiencia los visitantes deben ser pacientes para poder ver a esta especie saltar para tomar aire.
Es importante tener en cuenta que durante el avistamiento, que se puede extender por 45 minutos o una hora, las embarcaciones deben mantener una distancia de 200 metros de las ballenas.
Se debe considerar que las lanchas deben mantener una distancia de 200 metros con las ballenas, asimismo, las embarcaciones deben mantener el motor en neutro y el acercamiento sólo puede realizarse de forma paralela a los cetáceos.
Las ballenas yubartas recorren cerca de 8.500 kilómetros desde la Antártida hasta estas costas, por eso, son muchos los turistas que viajan para poder contemplarlas. Además de la observación de cetáceos esta actividad turística da pie a la investigación científica sobre diversidad, el estado de poblaciones y el impacto que genera el desarrollo del avistamiento de ballenas y delfines.