Hoy las tarjetas son electrónicas, muy bonitas, sí, pero no se percibe la misma emoción, calidez y aromas entre el remitente y el destinatario.
Escuchar al cartero los días previos a la Navidad era verdaderamente mágico, porque se esperaba con mucha alegría que familiares y amigos enviaran las tarjetas navideñas con lindos mensajes alusivos a esta festividad: coloridas, brillantes, tridimensionales, aromáticas y hasta musicales.
La tarjeta Navideña, que cumplía con la gran misión de hacer llegar los mejores deseos a familiares y amigos en esta fecha, una de las más especiales del año, donde se desbordaba el amor y fluían los buenos deseos de que reine la paz y la iluminación en todos los corazones que habitan el mundo.
Con la llegada de la tecnología, las tarjetas de Navidad han desaparecido casi totalmente; ahora las felicitaciones son enviadas por mensajes, e-mails o postales electrónicas, lo que hace que se pierda esa calidez que solo daban las tarjetas impresas y que no se pueden comparar en ningún momento con la “frialdad” de las redes sociales.
Estas tarjetas solían llevar connotaciones religiosas, paisajes con motivos o alimentos navideños.
Algunas podían estar lujosamente decoradas con orillas doradas, dibujos en relieve, elaboradas con diversos materiales, diseños, técnicas de impresión, acompañadas de leyendas y pensamientos.
Pero desde hace algunos años, dijera la voz del pueblo, “esta bonita tradición” se ha ido desvaneciendo en el tiempo. Era costumbre enviarlas a través del Servicio Postal Mexicano o entregarlas personalmente.
La historia de la tarjeta navideña, ¿de dónde surgió?
La tarjeta de Navidad nació en Inglaterra en el año 1843, gracias a Sir Henry Cole, al cual, según dicen, le gustaba embellecer el mundo que le rodeaba.
Sir Henry regentaba una tienda de arte en Bond Street, especializada en objetos decorativos para los hogares de la clase alta británica. Con este negocio ganó mucho dinero y se convirtió en un hombre rico.
Este señor era muy conocido y popular. Un día tuvo la idea de felicitar en la Navidad a todos sus clientes y amigos, y para ello le encargó al artista John Calcott Horsley el diseño de una tarjeta de felicitación.
Sir Henry, curiosamente, fue el creador del correo postal a un penique, un año antes de la creación de las tarjetas navideñas que se vendían a un chelin.
La tarjeta impresa se puso muy de moda en Inglaterra durante los años siguientes. También se hicieron muy populares en Alemania.
La idea tardó bastante en llegar a América, de la mano de un alemán llamado Louis Prang en 1875. Hoy en día, se intercambian más de dos mil millones de tarjetas de Navidad cada año.
En México, fue a partir de la década de 1950, cuando el envío de tarjetas navideñas se convirtió en una fuente de ingresos no sólo para los productores, sino también para los servicios postales, que durante el periodo navideño acrecentaban su trabajo, de acuerdo con una investigación del Museo del Ferrocarril.
Esta vieja, pero por demás hermosa tradición popular, que en México prevaleció durante décadas, hoy casi se ha extinguido ante la llegada de las nuevas tecnologías.
Hoy los mensajes navideños se envían de manera electrónica, ya sea por correo o a través de las redes sociales. En la opinión de Emilio Márquez, experto en negocios digitales y comercio electrónico, “el número de postales de Navidad se ha derrumbado, por ahorro de costos”.
En 2012 la compañía Samsung y Unicef lanzaron la aplicación FelicitApp, que permite crear tarjetas de felicitación navideñas personalizadas y en formato de video.
Hay constancia de una primera tarjeta navideña en España en 1831, obra de los repartidores del Diario de Barcelona, con el fin de pedir el aguinaldo con ella. Estas tarjetas se pusieron de moda.
Seguramente todavía algunas personas puedan recordar los momentos mágicos, alrededor de los años sesenta, cuando el cartero llamaba a la puerta para entregar esta tarjeta. Era todo un acontecimiento.
Alrededor de 1860, comenzaron a producirse grandes cantidades de tarjetas de felicitación navideñas. La popularidad de las cartas aumentó en Gran Bretaña cuando podían ser enviadas por el servicio postal a medio centavo, que era la mitad del precio para publicar una carta estándar en ese momento.
En 1860, Thomas Nast, creador de la imagen de Santa Claus, organizó la primera venta masiva de tarjetas de Navidad en las que aparecía también impresa la frase Feliz Navidad, pero no fue hasta 1862 cuando se empezaron a imprimir tarjetas navideñas de serie, que fueron un éxito inmediato.
Y en 1893 la costumbre recibía la confirmación Real, cuando la reina Victoria encargó mil tarjetas a una imprenta británica. En el museo británico hay una gran colección de tarjetas navideñas de la reina Isabel.