Tan pronto como Gaia pronunció la misión, todos salieron disparados hacía la cámara de cristal, con ánimo de empezarla, la única que se quedó a terminar la comida fue Yi, con la característica disciplina china. Llegando a la cámara de cristal, vieron en ella a un grupo de científicos escribiendo unos interminables cálculos y discutiendo frente a un pizarrón lleno de letras raras. Linka reconoció de inmediato ésas, letras:
-Está escrito en ruso, parecen los planos de una máquina y ésas son fórmulas químicas… ése triángulo que aparece ahí, se llama delta, representa un incremento rápido en la temperatura, una reacción exotérmica, planean algo con energía nuclear y carbono, según parece…
– ¡Wow cerebrito!, ¿donde aprendiste tanto?- preguntó sonriente Wheeler- suenas tan intelectual, me encanta cuando hablas así, con ése acento ruso…
– ¡No son rusa, soy Ucraniana, recuerda!- le respondió furiosa, puesto que aunque alguna vez ambas naciones fueron parte de la unión soviética es obvio que aún existen diferencias irreconciliables- Mi padre era físico nuclear, yo era muy buena con química, física y matemáticas en la preparatoria, obvio que ahí aprendí todo eso.
– Efectivamente, eso es en algún lugar en la frontera de Finlandia y Rusia.- Les aclaró Gaia.
– ¿Tu jet puede aterrizar cerca?- preguntó Barkhit.
– Déjame ver, le preguntaré a mi piloto.- respondió Wheeler, acto seguido, tomó su celular y luego de unos minutos comentó- podríamos aterrizar en Helsinki y de ahí, rentar una camioneta, parecen ser pocos kilómetros.
Habiendo definido el plan, se prepararon para viajar a combatir una nueva amenaza ecológica y al día siguiente ya se encontraban en aquel extraño laboratorio, un tanto alejado de la ciudad, pero para nada clandestino, de hecho, lucía como un gran centro de investigación disperso a lo largo de varias entradas, con cientos de empleados. Hubieran sido mucho más rápido llegar en la nave de Gaia, pero no fue así.
– ¿Y cómo entraremos? No tenemos llaves, identificaciones ni nada. No creo que sea tan fácil, no dejaran pasar a personal no identificado.
– No hace falta Barkhit, están en el extremo norte del conjunto, pero fuera de él, en éste momento, están realizando pruebas en campo. Podemos llegar ahí en la camioneta sin llamar la atención – Le explicó Gaia
Y así fue, los científicos estaban tan adentrados en sus cálculos, con un reguero de hojas que formaban una montaña llena de números y letras sobre una mesa, tras de la cual se observaba una gran máquina parecida a un generador de electricidad, solo que con un cañón que apuntaba a las nubes, que prácticamente no notaron que una camioneta se acercaba.
El único científico que lo advirtió se volteó lentamente. Llevaba una escafandra que le tapaba la cara, y un traje aislante que le cubría todo el cuerpo, de tal forma que su rostro no era visible. Al ver a los planetarios, dio un salto hacia atrás, estirando su brazo izquierdo, en dirección a la extraña máquina que apuntaba a las nubes, como queriendo accionarla rápidamente.
– ¡Qué hacen aquí? – su voz retumbó a través de la bocina, alertando al resto, que se voltearon para ver de que hablaba su compañero.
-Leonard, ¿Quiénes son ellos? –preguntó uno de ellos.
– ¡Oh, por la reina Isabel! – agregó otro- son los del derrame de petróleo de hace dos días.
– ¡Eso ya lo sé! – dijo Leonard, con la voz temblorosa de miedo- los vi por última vez hace treinta años, viendo como sufrían por la muerte de uno de sus viejos amigos.
Linka oyó como hablaba ése hombre; su voz, olvidada hace mucho tiempo, comenzó a remover recuerdos, aunque no lograba descifrar de quien era. Él se quitó el caso, dejando ver su rostro, que era arrugado y moreno. Estaba calvo excepto por la parte de atrás, donde el cabello abundaba. Era un rostro visto hace más de treinta años, un rostro que había estado olvidado.
-Es Otto Fangoso-gritó, Wheeler, claramente impresionado por la aparición del viejo enemigo- ¿Y… la doctora plaga?
-Ella murió hace cinco años, en un accidente de avión. Yo estuve en el hospital a su lado hasta que falleció, me di la misión de terminar lo que habíamos empezado: Manipular el clima. Verán que es un negocio muy lucrativo, lanzas unos iones de litio a las nubes por ahí y …¡Llueve! Unas cuantas reacciones exotérmicas por allá y…¡Hace un calor infernal!. Algo de corriente electromagnética dirigida, cambia la dirección del viento y …¡zas, las nubes se van y no llueve en tu parcela!. Los gobiernos y productores pagarán millones para tener mejores cosechas a la vez que frenan la cosecha de la competencia. Incrementando así sus ganancias. ¡Y listo… todos ganamos, jajajaja! Apenas vamos empezando, pero ya hemos ganado millones…
-Oh, odio la clase de ciencias que nos está dando este Oro Pompazo…-dijo Steve, interrumpiendo a todos, como de costumbre.
-O -to- -Fan-go-so…- dijo Bakhit, interrumpiendo a Steve.
– Y la clase que me da mi compañero africano de equipo…-agregó Steve.
-¡Suficiente! Ése no es mi nombre, me llamo Leonard Ottofanger – gritó Otto Fangoso, volviendo a ser el centro de atención- ¡Ahora mismo les mostraré como funciona ésta belleza, jajajaja!
-No si te detenemos antes, abuelo: “Corazón“- Salió un vapor extraño que flotó y se quedó en el aire.
Todos entendieron lo que quería hacer al instante.
-Viento- gritó Linka, provocando una leve brisa
-Tierra- gritó Bakhit, nervioso, pero decidido, provocando que unas piedras salieran de su anillo en dirección al aire.
-Fuego- gritó Xóchitl, provocando una llamarada potente que carbonizó a Fangoso, de inmediato, emergió el Capitán Planeta, para destruir ésa máquina y capturar al resto de los científicos.
– Discúlpenos- dijo uno de ellos, arrepentido- nosotros creíamos que hacer llover, sería bueno, que combatiríamos las sequías y con ello revertiríamos los efectos del fenómeno invernadero.
– Modificar el clima no es la solución, los mecanismos reguladores de éste son muy delicados y cada acción genera una reacción que ustedes los humanos no pueden dimensionar. No se trata de hacer llover aquí y allá, todo es una cadena, un proceso que ustedes aún no alcanzan a comprender…
Continuará…
Chaneke verde