Si algo faltaba para empeorar las cosas en el mundo, México incluido, ya llegó en un punto tan lejano de la geografía mexicana como Ucrania, pero tan cerca en el mundo globalizado de hoy, y en un escenario de suyo harto complejo, aun sacudido por la pandemia del coronavirus, la elevada inflación en diversos países -México otra vez entre ellos-, con cadenas de suministros tambaleantes y en riesgo de dislocamientos severos en materia de comercio, inversiones y finanzas. Vaya tiempos éstos los nuestros.
Añádase el complicado escenario social en numerosos países, México otra vez por supuesto y de manera grave, como legado de la pandemia del coronavirus, que sigue sin terminar pese a muchos esfuerzos en los dos últimos años, y cuyas repercusiones sociales aún están por medirse.
Vea las advertencias hechas nada menos que la víspera por el presidente del Patronato Universitario de la UNAM, Mario Luis Fuentes Alcalá, quien hizo ver que la pandemia del coronavirus es un centro que permite percibir una nueva cuestión en la cual la enfermedad y la muerte no son un dato de salud, sino la expresión de las desigualdades.
En un texto publicado por la agencia Quadratín, Fuentes Alcalá destacó que debido a la emergencia sanitaria, se han moldeado y transformado los lugares de habitación y convivencia porque hay muchos espacios que no son un espacio de protección y convivencia, sino cuartos para resguardarse de la noche o salir de la amenaza violenta de las calles.
Proporcionó estos datos: en México existen 7.9 millones de viviendas sin agua entubada, 1.5 millones sin drenaje; 1.2 millones con piso de tierra y en 4.4 millones se usa carbón y leña para cocinar. Además, 4.3 millones carece de refrigerador y 9.54 millones de lavadora. Peor aún, en casi un millón de hogares una niña o niño comió solo una vez al día o ninguna. El impacto del confinamiento ha sido enorme, pero sobre todo la falta de una estructura pública, gubernamental, que genere crecimiento con equidad y empleo, que vaya más allá de transferencias que, sin duda, son importantes pero insuficientes.
En ese contexto, es que se da en México el conflicto ruso-ucraniano, donde el presidente ruso, Vladimir Putin, resta importancia a las condenas internacionales y las nuevas sanciones, para en su lugar desatar la guerra terrestre más grande en Europa en décadas. De manera escalofriante, Putin se refirió al arsenal nuclear de su país, al amenazar con “consecuencias que nunca han visto” a cualquier otro país que intentara interferir.
Recién iniciado el conflicto, los mercados mundiales se desplomaron, un hecho con el potencial de agravar las presiones inflacionarias e impactar las economías de todo el mundo.
En Wall Street, el índice S&P 500 retrocedía 1% en la continuación de la caída que lleva desde inicios de año, aunque se recuperó un poco luego de haber perdido 2,6%.
Los mercados más impactados fueron los de Europa, donde el índice alemán DAX cayó más de 4%.
Rusia y Ucrania son importantes productores de combustibles, granos y otros bienes.
Los precios del petróleo rebasaron los cien dólares por barril, a sus puntos más altos desde el 2014, un alza de más de 5%, lo mismo que los precios del aceite de calefacción, el trigo y otras materias primas. El precio del gas natural en Europa, que hasta ahora venía en gran medida de Rusia, se disparó 31%.
Esto, mientras científicos revelaron que mantienen en observación la variante de coronavirus conocida ampliamente como “ómicron furtiva”, que ahora causa más de un tercio de los nuevos contagios de ómicron en todo el mundo.
Aun cuando los científicos han ido revelando paso a paso las características de la cepa, descendiente de la variante ómicron conocida como BA.2, la ven convertirse cada vez más en la predominante.
Un patólogo del Hospital Houston Methodist en Texas, el médico Wesley Long, que citó la agencia AP, dijo que están vigilando la BA.2 justo porque lo ha hecho particularmente bien en algunas partes del mundo, incluyendo partes de Asia, África y Europa.
A su vez, la International Chamber of Commerce, también alertó las repercusiones del conflicto armado en cuanto al suministro de semiconductores, vehículos y fármacos, con efectos igualmente en los mercados y consumo de energéticos, alimentos y manufactura. Lo que faltaba.
Habrá que ver de manera específica las consecuencias en estos campos para México. Pero de entrada, baste decir que nada es peor para la paz que la guerra.