Las enfermedades infecciosas tendrían profundos efectos en las poblaciones humanas, agrícolas y de vida silvestre
Por Andrés Zimbrón
Cambios extremos en el clima pueden influir en la transmisión de enfermedades huésped-patógeno, un punto clave que hace más resistentes a los parásitos.
Un estudio realizado por investigadores del Trinity College Dublín (Irlanda) reveló que el cambio extremo de temperaturas puede influir considerablemente para la transmisión de enfermedades. El reporte, publicado por eLife, señala que las fluctuaciones en el clima tienen efectos en las tasas de infección y los resultados de enfermedades, esto en función de la temperatura media de fondo.
Asimismo, el estudio sugiere que será cada vez más difícil predecir las consecuencias del cambio climático en las interacciones huésped-patógeno a medida que aumentan las temperaturas globales. Ello sin contar los fenómenos meteorológicos extremos, los cuales se vuelven más comunes a nivel mundial y no existe una proyección exacta a largo plazo sobre esta situación.
Pepijin Luijckx, coautor del estudio y profesor en biología de parásitos señaló: «Los efectos del aumento de temperatura promedio alteran los rasgos de huésped y del patógeno, esto es un problema incierto«. Además, Luijckx agregó que el cambio climático aumentará no solo algunos aspectos generales, sino también las fluctuaciones de temperatura, su frecuencia e intensidad de los climas extremos.
De acuerdo con los científicos, las enfermedades infecciosas tienen profundos efectos en las poblaciones humanas, agrícolas y de vida silvestre. Además, las interacciones entre patógenos y sus huéspedes son sensibles a los cambios de temperatura.
Sin embargo, lo más difícil de entender es cómo la variación repentina extrema de la temperatura afecta la relación influyendo en las tasas generales de infección y los resultados de la enfermedad. Por tal motivo, el grupo liderado por Luijkx analizó los efectos de diferentes climas en varios rasgos de un organismo huésped crustáceo llamado Daphnia magna.
Este microorganismo es un parásito intestinal y su transmisión es representativa de la transmisión ambiental clásica, similar a la observada en enfermedades como el SARS-CoV-2 o el cólera. Al observar el comportamiento de los microorganismos a tres regímenes de distintos, el grupo de científicos determinó que las fluctuaciones diarias de temperatura redujeron la tasa de infección.
Por tal motivo, los parásitos redujeron su carga de esporas en comparación a las expuestas a un clima promedio constante. Por el contrario, la infección de los parásitos después de una ola de calor era la misma en comparación a una temperatura constante.
A pesar de tener la misma tasa de infección, el número de esporas aumentó en el huésped crustáceo en los siguientes tres días cuando el nivel de calor constante fue de 16 grados centígrados. Es decir, los efectos de la variación de la temperatura difieren dependiendo de los grados, si son constantes o hay cambios extremos.
Hoy en día, los hallazgos de los científicos del Trinity College Dublin muestran que la variación de temperatura altera de forma compleja el resultado de las vaciaciones entre huésped y patógeno. Encima, los patrones cambiantes de variación climática, puede tener efectos muy profundos e imprevistos ante una infección dinámica viral.