Saludos amigos lectores del Chaneke Verde, la semana pasada les compartí la versión resumida del primer capítulo de la novela “El Regreso del Capitán Planeta”. Pues bien, recibí, gustosamente un mensaje de algún lector que quería saber más sobre los planetarios y es así como decidí hacer una introducción. Les comparto la versión resumida, debido al espacio que me permite la sección.
Pues bien, cuentan las leyendas que antes de que el tiempo fuera tiempo, mucho antes que existieran los humanos, se creó el universo, las estrellas y todo lo que ahora existe se organizó en material y energía. Nadie sabe cómo ocurrió, solo los Dioses ancestrales y eternos lo saben, pero hace mucho que dejaron de ser visibles para los humanos, se volvieron inmateriales.
De entre esos Dioses, hablaremos de Gaia, el espíritu de la Tierra, la gran madre de todos los seres que habitamos éste planeta. Despierta y duerme por eones (un eón es igual a mil millones de años). Los últimos 65 millones de años habían sido muy agotadores para ella, pues tuvo que recrear la vida después de la gran extinción, de la última gran era del hielo. Se retiró a dormir no sin antes hacerse sentir por los primeros humanos, quienes, sin usar palabras, lograron entender que eran parte de algo mucho más grande que ellos, de algo incomprensible, parte de una gran creación.
Con el tiempo, los humanos se olvidaron de sentir a Gaia, las lenguas fueron insuficientes para explicar ése sentimiento sin generar confusiones y ése fue el principio del fin. Fue así como se centraron en sí mismos y se olvidaron de sus hermanos de la creación: las plantas y los animales.
Gaia sintió ese desprecio, sintió el daño que había sufrido su creación y despertó, intentó hacerse sentir por los humanos, pero no fue suficiente, estaban concentrados en cosas banales como la moda y la tecnología. Sus ojos ciegos no creían en lo que no veían, veneraban figuras y dibujos. Y no estaban dispuestos a creer en Dioses que no les concedieran sus deseos o no se manifestaran con milagros. Pero lejos de cobrar venganza contra los humanos y destruirlos, ya que eran (y seguimos siendo) parte de ella, eligió otra forma de hacerse notar.
Fue así que, Gaia, personificada en mujer, se presentó ante un joven africano de aproximadamente 20 años, descendiente de una antigua dinastía de brujos. Eso fue a finales de 1985. Eligió a “Kwuame”, porque sintió el gran amor de éste joven por la naturaleza, lo mucho que le preocupaba la matanza de elefantes por el tráfico de marfil y la destrucción del hábitat de los gorilas. Aunque “Kwuame” vivía en una ciudad moderna, con acceso la tecnología, no había olvidado la enseñanza de su abuelo, el último jefe brujo de su aldea, ésa enseñanza fue precisamente lo que Gaia había hecho sentir a los hombres del neolítico: somos parte de una gran creación. Sin palabras, como lo hacen los grandes Dioses, puesto que no las necesitan, le informó que lo había elegido para una gran misión: salvar al mundo de la destrucción producida por la humanidad. Le otorgó un anillo mágico con el cual controlaba la tierra, cosa que no le pareció extraña puesto que, al ser nieto de un gran brujo, creía en la magia y pronto aprendió a controlar su poder, primero formando pequeñas barreras y zanjas para atrapar a los cazadores furtivos y posteriormente terremotos que destruían minas de oro y diamante, altamente contaminantes de los mantos acuíferos. Por lo cual pronto se ganó enemigos y por ello eligió llamarse “Kwuame”, un nombre tan común en África como “Juan” en México, sin incluir sus apellidos, para poder guardar el anonimato y evitar protagonismos.
Poco después, Gaia eligió a una joven china, de unos 21 años, quien participaba como voluntaria en una reserva de protección de la vida salvaje dedicada al cuidado de los pandas. Ésta eligió llamarse “Yi”; en honor a una etnia china, quien aún preserva ése culto a la naturaleza, propio de las poblaciones indígenas que se resisten a someterse a la modernidad. Su nombre real también es un misterio. A ella le dio el poder de controlar el agua a través de otro anillo mágico. Con él, podía controlar, temporalmente el cauce de los ríos y lagos, para poder, por ejemplo, apagar los incendios forestales causador por agricultores, como parte del proceso de preparación de la tierra.
Al año siguiente, en 1986, en Moscú, reclutó a otra joven, de 18 años, cuyo alias fue “Linka”. Ella encabezaba un grupo de protesta contra la energía nuclear, ya que su padre había fallecido en el trágico y famoso “Accidente de Chernobyl”, acontecido en Ucrania, que en ése entonces formaba parte de la Unión Soviética. A ella le dio el anillo con el poder del viento. Con él, lograba crear tornados poderosos que destruían fábricas.
También en ése año, reclutó a “Wheeler”, un joven californiano de 20 años, voluntario en las campañas de reforestación del “Sequoia National Park”, a él le dio el anillo con el poder de controlar el fuego.
Finalmente, de la selva amazónica, eligió a un adolescente de apenas 14 años, “Ma-Ti”, protector y amante de los animales, quien frecuentemente se veía en problemas por liberar guacamayas y monos de los cazadores que los atrapaban, para después venderlos como mascotas exóticas fuera del país. Aunque no podía controlar ninguno de los elementos, su anillo contenía la pieza clave: “el corazón”. La voluntad que mueve todo.
Nadie sabe exactamente cómo ocurrió el primer encuentro de tan variado grupo de jóvenes provenientes de todas partes del mundo. Tampoco se sabe cómo es que lograron comunicarse entre ello, si cada quien hablaba un idioma diferente. Pero después de casi 6 años juntos, habían aprendido a trabajar juntos, en equipo. Luchando contra grandes empresas transnacionales, evitando catástrofes ambientales. Cuando combinaban el poder de sus anillos, daban origen al “Capitán Planeta”, un superhéroe muy peculiar, con el que ganaban todas ésas batallas.
Por eso eran tan odiados y perseguidos a nivel mundial, por aquellos que sólo buscaban generar ganancias económicas a costa de les explotación desmedida de los recursos naturales, por aquellos a quienes no les importaba el impacto ecológico que causaban sus minas, pozos petroleros, fábricas, laboratorios y plantas energéticas. Por eso guardaban el anonimato.
Ahora que ya sabemos quiénes eran los planetarios, podremos disfrutar mejor de ésta historia. Te espero la próxima semana con el siguiente capítulo.