Entre las muchas funciones de nosotros los chanekes, está ayudar Tláloc a hacer la lluvia. Él guarda el agua, en las nubes, en unas vasijas de barro enormes, más altas que una casa, se fabrican miles y cuando llega el momento, lo chanekes azules (ellos pueden volar y viven en el cielo pero pueden bajar a la tierra cuando quieren) las derriban para que se rompan y liberen la lluvia, por eso se escuchan los truenos, es el sonido que hacen las vasijas al romperse. Esto lo sabían los antiguos aztecas, nosotros se los contamos y ellos lo transmitieron en sus códices, mitos y leyendas.
Normalmente, entre chanekes nos comunicamos, nos enteramos del itinerario de Tláloc, porque nos lo contamos por medio de nuestros poderes telepáticos, es así como sabemos cuándo, dónde y cuánto va a llover. Hacemos planes y le ponemos nombres en nuestro idioma ancestral, indescifrable para los humanos, quienes, a su vez, los llaman huracanes, tormentas, monzones, etc. A veces les ponen nombre.
Pero, desde que emprendí ésta misión terrenal, mis poderes se han debilitado y ya no me entero del plan. Había notado que estábamos pasando una terrible sequía y me preguntaba que estaría pasando, ¿estaría enojado Tláloc?. Intenté comunicarme con los azules y nada.
Pero por lo visto, nuestro venerado Dios del trueno y la lluvia no se ha olvidado de los mexicanos y ha emprendido el operativo al cual los humanos han llamado “Huracán Enrique”. Sólo él podría hacer milagros tan grandes como revivir la cascada de Basaseachi, en Ocampo Chihuahua, la quinta más alta de América y la vigésima primera a nivel mundial con 246 metros de caída libre. La lluvia, de paso, ayudó a combatir incendios forestales en la zona. Fue Tláloc y no el bombardeo con yoduro de plata, lo que causó el milagro.
Para los que no lo sabían, el bombardeo con yoduro de plata, es una tecnología mexicana, en la cual, un avión de alta tecnología, libera capsulas de dicha sustancia en las nubes con las condiciones adecuadas de humedad y altura como para producir lluvia y con ello, acelerar el proceso de precipitación. Controlado, según creen los humanos modernos, el momento de llover.
También logró que algunas de las presas del sistema Cutzamala, en el Estado de México, subieran su nivel, de un 25% a un 37.5%. Ya se está rellanando la laguna de Tepeji y “re- apareció” la laguna de Salinas, en Zacatecas. También subieron su nivel la presa de infiernillo en Michoacán, LA presa de Chilatán y el Lago de Chapala en Jalisco, La presa de Aguamilpa en Nayarit, la presa Benito Juárez en Oaxaca y el sistema lagunario del Río Tamesí en Tamaulipas.
Sólo Tláloc lo puede hacer en tan poco tiempo, por eso sigue siendo nuestro ídolo como en la antigüedad lo fue para los aztecas, pero, muchos humanos modernos están enojados por los efectos nocivos del huracán, como las inundaciones severas, crecidas de ríos, mareas de tormenta, daños en las casas y los autos que se quedaron varados. Lo que no aceptan es que gran parte de éstos daños, son su culpa, por construir ciudades tan cerca del mar, así como carreteras y colonias en los antiguos caudales de ríos o bien en los lechos de cuerpos de agua secos.
Hace muchos años, se hacían ofrendas para Tláloc, los antiguos, comprendían que, para tener un beneficio, había que sacrificar algo, incluso había quienes ofrendaban la vida. Hoy en día, nadie quiere aceptar ésos sacrificios materiales que resultan verdaderamente mínimos en comparación con el gran beneficio de tener más agua en reserva.
Hablando de ésos, sacrificios, los mayas, enviaban sus ofrendas a Chaac (ése fue el nombre que le dieron los mayas al Dios de la lluvia. Así como a nosotros los chanekes nos llamaron aluxes, algunos lo escriben alushes) a través del cenote sagrado en lo que ahora es el sitio arqueológico de Chichen Itzá. Y cuenta la leyenda que, si Chaac no recibía su ofrenda, se la cobraba a como diera lugar. Yo mismo vi, como un relámpago cayó, sin previo aviso de lluvia, sobre la explanada de la gran pirámide, causando la muerte de 4 turistas hace algunos años. Posteriormente cayó un gran aguacero. Lo más curioso del asunto es que dijeron los lugareños, que el año anterior, había ocurrido lo mismo. Era Julio.
Cuando pienso en esto, me acuerdo de la leyenda del quinto sol y me gustaría ser como Nanahuatzin. Ofrecería mi cuerpo humano en sacrificio para que hubiera lluvia suficiente como para llenar la laguna de Cuitzeo. Aceptaría volver a morir, al fin que, ya que sé que, entregando mi cuerpo humano, volvería al mundo de los Chanekes.
Chaneke Verde