Es la frase más sonada del último año. A donde quiera que vas, es obligatorio el uso de cubrebocas y gel antibacterial, porque nos cuidamos de no contagiarnos; así nos protegemos, o al menos eso creemos. Pero la verdad es que no nos cuidamos todos, porque si consideramos que somos parte de todo un planeta, en vez de cuidar solo a la raza humana, deberíamos cuidar a la totalidad de las especies que habitan el planeta.
Existe una obsesión, en torno al coronavirus, en muchas personas ya es una fobia, casi todo el mundo se quiere vacunar para no enfermar y/o morir por COVID-19, pero pocos estamos conscientes que hay un enemigo más letal allá afuera: el cambio climático; para lo cual, casi nadie se quiere vacunar. Y es que la vacuna no es una milagrosa inyección que te protegerá; es algo mucho más difícil porque implica cambiar consciencias, cambiar hábitos consumistas y hacer lo necesario en vez de lo políticamente correcto. Implica usar menos electricidad, dejar de utilizar combustibles fósiles, generar menos basura, gastar menos agua, crear más zonas protegidas, e inclusive, combatir la explosión demográfica, frenar el sistema de producción vigente, etc.
Hay muchas historias tristes en torno a la pandemia, prácticamente todos perdimos a alguien, pero si lejos de considerarnos el centro de la existencia, cambiáramos ése egocentrismo por altruismo ambiental, nos preocuparía más la deforestación en torno a la ciudad donde vivimos, que los miles de muertos por la variante Hindú de la COVID-19. Hace un año enfermé de COVID, fui de los millones que sobrevivió con secuelas mínimas, aunque no requiero medicamentos y vivo mi vida normal, lo cierto es que mis pulmones no están del todo sanos, haciendo una analogía numérica inexacta, perdí el 10% de mi capacidad pulmonar.
Pero más amolado que yo, está nuestro planeta, definitivamente tiene más edad que todos los humanos juntos y debió ser el primero en la fila de la vacunación. También tiene dos pulmones, uno es verde, el verde de todos los bosques y selvas; el otro es azul, que ocupa casi el 75% de toda su superficie, el azul de los mares y océanos, ambos, tan dañados, tan contaminados que funcionan a menos de la mitad. Si fuera posible, le cambiaría mis pulmones al planeta, porque la vida de un individuo no es nada cuando peligra una especie, un ecosistema o peor aún, todos lo escosistemas de éste planeta.
Nadie quiere la enfermedad ni la muerte cerca de sus seres queridos ni en uno mismo. Muchos hacen dieta, ejercicio, llevan al pie de la letra sus tratamientos para la diabetes y la hipertensión, otros llevan a sus hijos al pediatra y cumplen con su esquema de vacunación. Y aunque son innegables los beneficios de los programas de promoción a la salud, no se procura lo más importante, el saneamiento del medio, pese a que muchos sabemos que gran parte de lo que nos enferma en a consecuencia del medio en el que vivimos.
Todo es causa y efecto, entre los ejemplos bobos está el hecho de que las abuelitas saben que si el niño tiene lombrices es por que juega en la tierra sucia y no se lava las manos. En la primaria te enseñan a no comer en la calle porque hay muchos gérmenes flotando en el ambiente, todo mundo sabe que el agua estancada tiene gérmenes y no es potable.
La mayoría de los adultos sabemos que los productos procesados producen obesidad, diabetes e hipertensión, pero los seguimos consumiendo, generando además desechos sólidos porque tiramos el envase en el que vienen, entiéndase la lata, botella o bolsa. Y muy poco de ése desecho, se reciclará, es la triste realidad de nuestro México.
Pocos sabemos, aunque muchos lo intuyen, que el aumento de contaminantes en el aire es causa de enfermedades pulmonares crónicas; si quisiéramos cuidarnos todos, como dice la frase, mandaríamos cerrar las fábricas más contaminantes, sembraríamos árboles y usaríamos vehículos híbridos o eléctricos, para no dañar los pulmones de los demás. ¿De que me sirve vacunarme contra coronavirus e influenza, si respiro plomo, alquitrán, monóxido de carbono, azufre. Etc..?
Casi nadie entiende lo grave que es perder una especie animal o vegetal, por eso no se les cuida, muchos piensan que seguirán existiendo o que simplemente no pasa nada si deja de haber serpientes en el desierto, por ejemplo. La mayoría pensaría que sería bueno, porque nadie moriría envenenado. La realidad es que es mayor el riesgo de morir en un accidente automovilístico que por una mordedura de serpiente.
Pocas personas, han notado que existe una alta incidencia de cáncer e insuficiencia renal en la región de Tula y Tepeji y esto es a consecuencia de la contaminación del subsuelo por la refinería. Lo mismo pasa en otras ciudades con refinería. Si nos cuidáramos entre todos, nuestra economía ya no dependería del petróleo.
Cuanto estuvimos encerrados, se demostró que comenzó a disminuir uno de los agujeros en la capa de ozono, pero entramos a la nueva normalidad y volvió a crecer. Se volvieron a ver especies animales en torno a las ciudades y se limpiaron algunos cuerpos de agua, si de verdad nos quisiéramos cuidar entre todos, procuraríamos que ésta recuperación de la naturaleza siguiera, ya que un medio ambiente sano es la mejor herramienta para la supervivencia.
Muchos siguen sin creer en el calentamiento global y el stress hídrico, no están conscientes que estamos en una crisis ambiental, peor que la crisis sanitaria que se vive por COVID-19. Ahora más que nunca ocupamos cuidarnos entre todas las especies, no solo los humanos.
Así que, ¿Cómo ves, me cuidas tú, te cuido yo, nos cuidamos todos, contaminando menos?