“Joaquina se quitó los zapatos. Sus pies descalzos tocando la alfombra la hacían sentir más segura. Se colocó delante del micrófono. El Patas, ya más relajado, se sentó y tomó su guitarra. Se voltearon a ver: sabían que era su última oportunidad. El Patas comenzó los acordes de “Summertime”. Su ejecución se sentía tan sólida como vía de tren. Joaquina dejó que su cuerpo se moviera como ola al ritmo de la canción. Entonces, su verdadera voz salió de su escondite y la dejó que sedujera como bailarina de belly dance. Sus graves tenían un cuerpo profundo y sus agudos eran potentes, pero juguetones.”
Este fragmento pertenece a un capítulo de la primera novela “Un blues en la Penumbra” de Tere Estada compositora, cantante y escritora, sirena y hechicera, inspiración y pasiones. Estudió en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, en la UNAM. Su tesis de licenciatura marcó su pasión por analizar el rock y recuperar la presencia femenina en ese género musical. Fue así como dio a conocer el libro “Sirenas al ataque”. Pero además de hacer investigación, ella misma forma parte de este escenario de rock hecho por mujeres en México. Es compositora, guitarrista y cantante. Es así como podemos asegurar que se trata de una sirena que canta, escribe e investiga. Por eso, celebramos la edición de su primera aventura literaria titulada “Un blues en la penumbra”.
La novela comparte la vida de Joaquina Prado Ramírez, una cantante de voz cristalina que llevó el nombre artístico de Ámbar. A través de 20 capítulos vamos conociendo la historia de esta mujer nacida en el estado de Guerrero, cuyo mar acapulqueño seguramente la inspiró para cantar como una verdadera sirena.
La autora inicia su texto con toda la intención de involucrarnos a la vida de su protagonista, porque nos obliga a conocerla el día de su funeral y nos invita a asomarnos a ese ataúd blanco con una cruz plateada, a imaginar si luce igual a la fotografía que se encuentra al fondo de ese velatorio: Cabello negro a la afro, piel morena, pestañas postizas, labios color carmín, uñas largas pintadas de rojo y vestido blanco. Tenía 42 años al partir de esta vida. La gente que la ama al evocarla permite aproximarnos a suponer quién fue, y qué pudo pasarle.
En más de doscientas páginas es posible explorar a este personaje femenino, el origen verdadero de nacimiento y el descubrimiento desde pequeña de un destino musical. La forma en que gente querida la convenció de que su don era maravillo y tenía que compartirlo, que su voz permitía sensibilizar almas y creer en todos los cielos. Tímida e insegura, debe ser convencida de que estar en el escenario es una de las sensaciones más sublimes de la vida. El mejor argumento para convencerla de la belleza de ser iluminada por un reflector es pedirle que imagine al público como ese mar que ama, que la aquiete, que la hace sentirse segura de sí misma.
Entre gozos y tragedias, inocencia y madurez, amores y desamores, Joaquina se va convenciendo que la música es ella misma, que cantar más que un oficio es su latir diario. Pero entrar al mundo profesional no será nada sencillo
La sensible narrativa de Tere Estrada nos introduce con suavidad al mundo de Joaquina-Ámbar, a veces reaccionado como la joven sencilla y desconocida de Acapulco y otras como la artista que lucha por destacar en un oficio muy competido, muchas veces cruel e injusto, otras gozoso y espectacular.
Al empezar a leer el texto imaginé a nuestro personaje femenino muy parecido a la cantante llamada Sola, también de voz privilegiada y quien murió muy joven. Después advertí que podía ser cualquier mujer dispuesta a conquistar el mundo de la música, la misma Tere Estrada, quizá Nina Galindo, a lo mejor su maestra Rosina Conde, Emilia Almazán o Mayita Campos. Mujeres que han dedicado su vida al canto, sin esperar las grandes ventas ni la popularidad efímera. Mujeres que deben saber reconocer a un representante explotador y abusivo. Mujeres que escapan del hostigador y acosador. Mujeres que entregan su voz en cada canción.
La calidad literaria del discurso narrativo de Estrada permite construir un verdadero sentimiento de empatía por Joaquina-Ámbar, quien nunca deja de ser la mujer, pero tampoco la artista, la voz y la cotidianidad, las luces y las rutinas diarias. No es perfecta, simplemente humana. Es una mujer que debe esforzarse al doble para que alguien atrape y reconozca un solo rayito de su inmenso talento. Es una mujer enamorada que va construyendo sus romances como los libros rosas o las películas cursis le enseñaron. Es una madre con culpa y una madre con tripe jornada, debatiéndose entre su maternazgo y la figura de madre abnegada. Ama a su hijo, pero sabe que debe quererse a ella misma con esa misma fuerza.
En el escenario se llega a amarla y admirarla, aunque cuando tiene una aventura erótica con el mismísimo Jim Morrison puede sentirse envidia de la buena. Ante una decepción amorosa, surge el sentimiento solidario de ayudarla, así como de defenderla cuando intentan abusar de ella y hasta de sacudirla para que se quiera un poquito más que a los demás. El ritmo de la novela tiene tal dinamismo y sencillez que se corre el riesgo de querer y poder terminarla en un solo día. Es necesario convencerse a una misma de avanzar con calma, que pese al interés el libro debe cerrarse un lado y mañana descubrir lo que pasará con Joaquina-Ámbar, las dos tan diferentes, tan complementarias, amigas/enemigas, conocidas/desconocidas, transparencia/presencia, esencia/voz, ella/la otra, una muñeca que necesita cuerda/lunas de ámbar.
En la novela late la esperanza y la rebeldía, la certeza de que es necesario arriesgarse. Entonces, aspiramos la fuerza de Joaquina-Ámbar-Teresa, cada página se convierte en un espejo cuyo reflejo te embelesa y a veces te asusta. Un discreto nudo en la garganta queda al llegar a la última página. Se comprende a la protagonista, pero hay una sensación de reclamo, una certeza de que se podía ayudar a fortalecerla, lo que justo Tere Estrada ha logrado al compartirnos esta historia.