Las voces de los países en desarrollo se han escucha en la cumbre demandando de los países desarrollados compromisos reales y que se hagan cargo de los daños que han causado al clima
8 de noviembre d 2022.- El sentido de la Cumbre Climática COP27 está tomando un rumbo inesperado para los países desarrollados, pues mientras que los científicos están asegurando que el tiempo se ha acabado y que las acciones deben ser inmediatas, los países en desarrollo empiezan a alzar la voz en el evento.
Han pedido a los países desarrollados que, siendo responsables de los daños causados al ambiente, deben aprender a hacerse responsable por ello aseguran en sus discursos los líderes del tercer mundo.
Bastaron los cinco minutos que les fueron asignados en sus intervenciones para que desde ahora levantaran la voz y señalara como responsables de la crisis climática a los países desarrollados instándolos a hacerse responsables y pagar los daños provocados y las pérdidas que se enfrenta en sus países.
«África contribuye con menos del 3% de la contaminación responsable del cambio climático, pero es la más afectada por la crisis resultante en África” señaló el presidente de Kenia, William Ruto, quien demandó “por ello, es justo y adecuado que esta conferencia tome las medidas necesarias para reconocer las necesidades y circunstancias especiales de África».
Posteriormente Mia Amor Mottley de Barbados dijo a los líderes del norte que su país se enfrenta cada a fenómenos meteorológicos extremos frente al silencio de los países desarrollados responsables de la crisis climática.
Aseguró que los países del norte han mostrado su reciedumbre a transitar hacia energías sostenibles “nuestra capacidad de acceder a coches eléctricos, o a baterías, o a paneles fotovoltaicos, está limitada por los países que tienen una presencia dominante y pueden producir por sí mismos. Pero el sur sigue estando a merced del norte en estas cuestiones».
Los reclamos del sur vinieron a pesar de los compromisos de los países del norte de destinar 100.000 millones de dólares al año a los países en desarrollo para apuntalarla capacidad de resiliencia e impulsar economías más ecológicas de los cuales apenas se han alcanzado los 83.000 millones de dólares.