Fuego atizado por el hambre

· El miedo a ser violentados siempre estará con nosotros mientras haya pobreza, miseria, desigualdad

· Bien, conocer los números de la inseguridad pública; pero mejor imaginar cómo convertirla en concordia

La inseguridad pública indudablemente que ha sido, es y seguirá siendo uno de los más sensibles retos, pendientes, de los gobiernos federal y estatales.

Resulta así incomprensible que los políticos prometan cambios para dar mayores márgenes de seguridad a los ciudadanos y, al final de su encomienda, no sólo no han resuelto los entuertos, sino que la inseguridad pública es mayor. Les faltó combatir la pobreza, la miseria, la desigualdad.

Y con razones los gobernantes son cuestionados, criticados y ridiculizados por los críticos y por los jodones.

La tarea de luchar contra el fenómeno de la violencia criminal no es nada fácil.

Hay millones de insatisfechos con la vida y con los demás; son jóvenes que no tuvieron la oportunidad de ir a la escuela y, por tanto, no tienen ningún nivel educativo formal. Y quizá algo más grave: no tuvieron una familia integrada. O tuvieron que ir a vivir, dormir, amanecer en el alcantarillado.

Estos jóvenes sin destino vagan como lo harían los zombies, Lo único que tienen son carencias en todos los asuntos de la vida – casa, vestido, sustento, salud, educación, descanso, entretenimiento entre otros-, que no pueden resolver por carencia de medios de pago. En pocas palabras, no pueden satisfacer el hambre. Ni yendo a bailar a Chalma.

Así, inclusive depreciados, despreciados por la sociedad –“son ninis”, dicen- muchos caen en manos de los grupos de la delincuencia organizada. ¡Su salvación!

Los jefes del cártel (les dicen capos, un italianismo ya castellanizado) les ofrecen lo que ellos necesitan, y más, en dinero contante y sonante, a cambio de tareas muy concretas dentro de las actividades criminales.

Y así se suman a la violencia en las calles, los tiroteos entre bandas, las masacres de ciudadanos que nada deben ni temen, los levantones, los secuestros, las ejecuciones o asesinatos, los robos a transeúntes, las agresiones a las mujeres, la violación sexual, los feminicidios y, si caen presos, las estafas, los fraudes, hechos que se convierten en cifras frías, pero producto de hechos muy calientes.

Al respecto, el INEGI dio a conocer este lunes 19 de julio la Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana, dando cifras preocupantes, muy preocupantes, como la relacionada con las percepciones de la gente frente a la inseguridad.

De acuerdo con la Encuesta, el 66.6% de la población de 18 años y más considera que vivir en su ciudad es inseguro. Y la mayor proporción de personas que se sienten inseguras crece en ciudades como Fresnillo, Cancún, Ecatepec de Morelos, Coatzacoalcos, Naucalpan de Juárez y Tonalá.

De acuerdo con los resultados del trigésimo primer levantamiento de la Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana (ENSU), durante el periodo del levantamiento de la encuesta el 66.6% de la población de 18 años y más consideró que vivir en su ciudad es inseguro. Y la percepción de inseguridad siguió siendo mayor en el caso de las mujeres, con 71.3%, mientras que para los hombres fue de 60.9 por ciento.

Un 27.7% de los hogares del país contó con al menos una víctima de robo y/o extorsión durante el primer semestre de 2021. Las ciudades con mayor porcentaje de hogares con al menos una víctima fueron: Gustavo A. Madero, Iztapalapa, Chimalhuacán, Azcapotzalco y Álvaro Obregón con 54.9, 44.9, 44.3, 41.8 y 39.6%, respectivamente.

En cuanto a víctimas de actos de corrupción por parte de autoridades de seguridad pública, de enero a junio de 2021, el INEGI estima que 12.6% de la población de 18 años y más tuvo contacto con alguna autoridad de seguridad pública, del cual 46.8% declaró haber sufrido un acto de corrupción por parte de éstas.

Y ni qué decir de las víctimas de acoso personal y violencia sexual. Se estima que, de la población de 18 años y más, durante el primer semestre de 2021, 16.6% fue víctima de acoso personal y/o violencia sexual. En el caso de las mujeres, este porcentaje fue de 24.7%, mientras que en hombres fue de 6.9 por ciento.

Muy interesantes, dramáticas, preocupantes, las cifras que, sobre la inseguridad, presenta el INEGI. Sin embargo, habría qué pensar, imaginar y concretar, no sólo una encuesta para conocer los niveles de violencia e inseguridad, sino otra para lograr, no sólo la reducción de la inseguridad, sino su erradicación, objetivo que se torna utopía.

A DESTIEMPO: Francisco de Asís, personaje muy importante en aquella edad medieval de caballeros, manteos, espadas, damas, decía que los cuatro Evangelios del Nuevo Testamento había que leerlos tan cual, sin interpretaciones, sin falsas aspiraciones intelectuales. Pues así hay que leer los datos, los indicadores, los porcentajes de la recuperación económica. No intepretarlos, porque las interpretaciones son falsarias y se prestan para descargar fobias de un banco a otro. Menos atribuir la interpretación a la fuente informativa. El INEGI, por ejemplo, nunca ha dicho que la recuperación económica será más lenta en el contexto de la tercera ola del Covid-19, como lo publica, con toda impunidad, el periódico El Universal, en su edición digital de este lunes 19 de julio. Lo que hace el INEGI es que el Indicador Oportuno de la Actividad Económica (IOAE) estima, anticipadamente, una variación del Indicador Global de la Actividad Económica (IGAE) para junio de 2021 contra igual mes de 2020 de 14.7 por ciento. Sólo esto. No dice bla, bla, bla, que la recuperación económica será más lenta. El porcentaje del 14.7 por ciento (aunque el crecimiento en mayo haya sido de 24.5%) es muy alentador. Mayo está antes de junio. Lo que pasó en mayo nada tiene que ver con lo que pasó en junio. Y así, por el estilo. Los datos, los reporteros, los medios, la verdad. Y queda la eterna pregunta: qué es la verdad (como le preguntó el gobernador Pilatos a Jesucristo: Quid est veritas)