Acaba de pasar el 15 de mayo, día del maestro y de la maestra, quienes nunca imaginamos que en 2020 y 2021 seguiríamos trabajando fuera de nuestro salón de clases. ¿Cómo hemos vivido ese confinamiento, esas clases a distancia, esa educación de lejos? Desde mi propia experiencia les comparto un mensaje que les escribí a uno de mis grupos a días de concluir otro semestre fuera de nuestra universidad.
Querido Grupo:
Vamos cerrando este Taller de Redacción Avanzada. Cada lunes recibieron una presentación y una lectura que apoyó el tema del día. Cada miércoles escribieron algún texto, aproximadamente unos 18. No pudimos estar en un salón de clases, el lugar ideal para exponer, para escribir mis jeroglíficos en el pizarrón, para mirar sus ojos y suponer que algo van captando, para llegar a ese momento de mi exposición de dos horas en donde siento que les interesa lo que estoy diciendo, aunque tengan sueño, hambre, flojera o desinterés. Ya le tengo menos miedo a todo lo nuevo que he tenido que aprender a la fuerza, desde abrir una sesión en Google Meet y hasta insertar una presentación en la pantalla, pero sé que no es lo mismo a estar en el salón.
A veces discuto con profesores y profesoras que ustedes conocen, personas que como yo nos hemos sentido sorprendidas y angustiadas por este cambio. Los mismos que a veces exigen tratarlos como si estuviéramos en el salón y no se acuerdan que detrás de la pantalla está alguien con una vida y una forma de ser, en un contexto que jamás imaginaremos. Hay otras colegas que comprenden lo difícil de la situación y tratan de amoldar las cosas con tal de compartir de alguna manera un tema, siempre en la incertidumbre. Si estando en el salón teníamos la duda de llegar a su conocimiento, ¿ahora tan lejos? Miedos y desgaste, indiferencia y comodidad, estrés y culpas.
Pero, ¿saben? Cada mañana que me levantaba a las seis en punto, me vestía entre triste y forzada, me ponía perfume como siempre, y mientras prendía la computadora yo me lavaba la cara, los dientes y trataba de apaciguar mis necios cabellos, sabía que, aunque no los viera, sí, sabía quiénes eran, cada texto entregado por ustedes me permitió atisbar en su personalidad, en su disposición o flojera, en su pasión y compromiso. Leer cada trabajo no era leer una simple tarea, cada nombre tenía un modo de ser, cada texto delataba una personalidad y así en mi lista nunca fueron nombres desconocidos.
Este confinamiento impidió vernos en un salón, llenarnos de un desencanto envuelto en pdf y presentaciones en power point. Pero nada se hizo al azar o al ahí se va, acabo de cumplir 59 de vida y 34 años de ser maestra. El haber nacido el siglo pasado y mis canas, permiten que mantenga la ilusión y los nervios, la entrega y la pasión de ser maestra, aunque esta vez no pudiera tenerlos en mi salón de clases, ese lugar donde soy como me gustaría ser, pero si este confinamiento me quitó sus rostros y sus voces, no me ha quitado la certeza de que escriben mejor, que se tienen más confianza, que pese a todo disfrutan cada vez más escribir.
Así que, GRACIAS por cada tarea, por cada duda compartida ahora a través de una pantalla, por justificar su silencio o la falta de una entrega a tiempo. GRACIAS por echarle ganas, aunque el panorama no es muy inspirador. No duden, llegarán a la vida profesional con buenas armas, aunque sientan el casco grande o el escudo maltratado, poseen inteligencia, juventud y entusiasmo, lo suficiente para empezar a aprender de otra manera cuando lleguen a trabajar en una redacción, en un medio de comunicación o en una organización. Así que gracias por este semestre. Un abrazo. Su profesora a distancia, pero que ya los ha grabado en su corazón.
Sí, otro 15 de mayo fuera de nuestro salón de clases, pero siempre cerca de cada estudiante.