Hace más de una década, cuando transitaba por uno de los momentos más difíciles, oscuros y tristes de mi vida, un amigo me dijo unas palabras de aliento para que pudiera continuar: «agárrate de arriba para que los golpes de abajo no te toquen».

El mensaje, cifrado para mi subconsciente, sugería que «confiara en Dios» o en lo que fuera en que creyera, precisamente, para que los problemas que vivía no continuarán golpeando y haciéndome sentir un desgraciado (sin gracia divina).

Esa frase fue la precursora para comenzar a buscar «MIS TABLITAS SALVAVIDAS» que me ayudarán a seguir a flote en ese mar de aguas turbias y profundas que me ahogaban y que, pareciera que no tenían tregua conmigo, pues era problema tras problema.

En ese tiempo viajaba diario a la Ciudad de México para tomar terapias ocupacionales de rehabilitación para recuperar la movilidad de mi antebrazo derecho que, tras un accidente, terminó muy mal y que quedó con una enorme cicatriz y tres dedos un poco atrofiados.

Todos los días, sin excepción, iba a rezar a La Villa, La Basílica de Guadalupe. Me sentaba en una banca de madera, cerraba los ojos y comenzaba a rezar a Mis Tablitas Salvavidas. Entre llanto, pedía a Dios y a la Virgen de Guadalupe que se llevarán el dolor del alma y que me ayudaran.

Pasó el tiempo y comencé a sanar física, mental y emocionalmente. También, en esa época, comenzaron a llegar los maestros (pues el alumno estaba preparado) y un cúmulo de enseñanzas metafísicas, maestros ascendidos, ángeles, arcángeles, gurús y cuanto más ser espiritual empaparon mi ser y lo atraparon mentalmente.

En mi casa, hice un altar donde puse a todos esos «seres espirituales». Iba a templos e iglesias, conocí a gurús y grandes maestros. Me sentía muy cómodo en ese mar, con mis «TABLITAS SALVAVIDAS» flotando a la deriva.

PASÓ ALGO INESPERADO
Muy cómodo y con un apetito de seguir aprendiendo y recibiendo del exterior conocimientos, dentro de mi SER estaba emergiendo, con mucha fuerza, la voz de mi espíritu para retomar la soberanía de mi SER:
“Sin templos ni iglesias, ni gurús ni maestros. Ve adentro, ahí donde tu corazón vibra. Escucha tu silencio, despierta y libérate».

Ese llamado de mi verdadero SER me susurraba una y otra vez, no con palabras, sino en silencio (algo difícil de explicar, aunque también le llamo «entendimiento»). Para ese entonces ya estaba acostumbrado a “depender” de algún dogma, religión, terapia holística, alineación astral o personaje.

Jesús, Buda, Mahoma y LaoTse no pidieron ser colocados en un pedestal para que la humanidad los adore. Ni mucho menos que los hayamos convertido en deidades; creo que ellos estaban enfocados más en DESPERTAR Y LIBERARSE de esta cárcel llena de tablitas salvavidas en la que nos tiene atrapados, como ganado en un corral.

Entonces, ¿por qué cargar con ellos como muletillas? Estos personajes, así como los dogmas que se han tejido entorno a sus acciones, paradójicamente SON DISTRACTORES y nosotros los alimentamos (bueno, a los seres que están atrás de ellos) por eso una vez que interceden y ayudan, suelen venir más y más problemas para que continuemos invocandolos.

DEJE DE CREER PARA SABER
Hace tiempo compartí la vez que decidí dejar de creer en santos, arcángeles, budas, maestros ascendidos, deidades ancestrales, crucifijos y, principalmente, en la Virgen de Guadalupe (aquí en México, es una deidad muy respetada, pues más de la mitad de la población se autodenomina guadalupana).

Lo anterior, no lo digo con un afán de desdeñar u oponerme a enseñanzas, acciones, fe o conocimientos que se desenvuelven tras ellos (curiosamente administrados por las iglesias y religiones); por el contrario, fue un dejar de CEDER MI PODER y asumir la RESPONSABILIDAD de mis actos, pensamientos y sentimientos.

Dice un proverbio que “donde está tu atención, está tu energía”, es así que cedemos nuestro poder a esos santos, arcángeles, budas, maestros ascendidos, deidades ancestrales, crucifijos… o como los Dioses del Olimpo que necesitaban, para sobrevivir, de las súplicas de los mortales.

Lo anterior lo describo como: “un ACTO DE AMOR y no de desprecio. Fue gratitud por el acompañamiento durante mi ‘noche del alma’ o madurez interna, pues, aprendí mucho. Si quiero ver milagros en mi vida, hoy me toca hacerme responsable de mi creación”.

Fue así que dejé MIS TABLITAS SALVAVIDAS para salir del mar. Me di cuenta que todo el tiempo estuve en la orilla de la playa…

CONTINUARÁ.