En la universidad memoricé que la historia de la radiodifusión en México, está marcada por el 27 de septiembre de 1921 cuando se registra su inicio en la ciudad de México. Después surgieron tantos nombres que le dieron voz, sonidos y formato el INGENIERO CONSTANTINO DE TÁRNAVA, Emilio Azcárraga Vidaurreta, la XEW. Pedro Vargas, Agustín Lara, Toña la Negra, Emilio Tuero, Gabilondo Soler «Cri-Cri», Pedro Infante, Jorge Negrete, quienes tenían su especio para pasar sus canciones o recibir invitados. Destacan programas como “El estudio azul y oro”, “La hora de Agustín Lara”, “El estudio de Pedro Vargas”, entre otros. Radionovelas como El Derecho de Nacer y Chucho el Roto. Los programas de concurso donde la gente iba al estudio a cantar, o respondía preguntas como en el programa El Doctor IQ, en voz de Jorge Marrón, “servidor de usted”. Kalimán, el Monje Loco, Apague la luz y escuche y el detective Carlos Lacroix en voz de Arturo de Córdova -considerado la voz ideal para radio-. la XEQK se distinguió por dar la hora y pasar diversos comercial -entre 20 a 30 anuncios- en el lapso de un minuto. La voz de Luis Ruiz Castañeda se hizo memorable al decir: “Haste, la hora de México”. La voz de Jacobo Zabludozky ese 19 de septiembre de 1985. Monitor y Gutiérrez Vivó. Luis Gerardo Salas y Rock 101…
Y nosotras, nuestra voz de mujeres celebrando a la hidalguense María Luisa que se convierte en una de las primeras mujeres en ser directora de una estación de radio, hoy Radio Educación. Margarita Michelena, otra hidalguense, participó en Radio Femenina, la primera estación fundado y producida por mujeres mexicanas. Alaidé Foppa permitiendo que el feminismo se haga sonido en el Foro de la Mujer. La irreverencia de Fernanda Tapia en Rock 101. Aída Suárez en Pachuca con Alas Medios. Yo misma, gracias a mi querida XHUAH, tuve programas radiofónicos como Quinto Poder y Qué Web periodismo radiofónico, hoy un espacio generoso que me da el noticiario Radio Universidad Pachuca en 99.7.
Y así, la radio se ha vuelto parte de mi vida desde otra experiencia, muy lejana a la de simple radioescucha, a la estudiante dedicada o la investigadora curiosa. Desde hace tres años, uno más dos, la radio es responsabilidad y alegría, aptitud forzada o creatividad natural. La radio se ha transformado en parte de mi respirar y de mis sueños. Imagino sonidos y escribo en voz alta.
Poco a poco me enamoré del micrófono, aunque me sigue dando miedo y no dejo de tenerle respeto, pero hablar frente a él. Es ya una pasión y por él estoy dispuesta a convertir errores en aciertos, secretos en evidencias, lo trivial en esencial, los desafíos en retos cotidianos.
Ya puedo escucharme sin que sienta ajena mi propia voz que sale todos los lunes a las seis de la tarde de los radios de quienes amablemente nos escuchan. Ya aprendí a identificar los matices de las voces amigas, a escribir sonidos, a palpar a ecos, a mejorar mis gustos musicales.
Entonces la radio es ahora otro de mis amores. Si el periodismo escrito fue mi amor juvenil, la radio es este amor maduro que me hace suspirar cada lunes, preocuparme cada martes en la pesquisa de temas, inspirarme los miércoles, revelarme los jueves, evocar los viernes, bailar en su honor los sábados y corregir textos el domingo por la noche.
La prensa me apasiona y la radio me seduce, la prensa representa un pasado feliz y la radio mi presente con sonidos inolvidables. La prensa me invitó a escribir con estilo y la radio me enfrenta a pensar en voz alta.
La radio es mi mejor amiga, un príncipe de cuentos infinitos, mis sensaciones y emociones vueltas sonidos y secretos compartidos en un micrófono. He descubierto que mi garganta puede protestar, pero mi voz no se cansa de exponer ideas, de narrar historias, de compartir momentos, siempre, siempre en voz alta. Desordeno palabras en mi imaginación, pero aprendí a ordenarlas al momento de pronunciar con énfasis cada palabra que sale de mí ser. La radio ha sido una forma de descubrirme a mí misma y de abrir un espacio íntimo con gente que, aunque no conozco siempre pienso en ella al disfrutar este discurso oral. En la radio no hablas, te entregas. Te invita a vivir en su mundo sonoro que compartes abierta y alegremente.
Felices 100 años de vida querida radio.