roberto cienfuegos

Tolerancia es la palabra, cuya práctica está faltando, cada vez más, en México, donde de rato en rato nos adentramos, ya como actores o incluso en el papel de lectores y espectadores, en un debate estéril y peligroso al mismo tiempo, que por lo demás nada, absolutamente nada, aporta a la resolución de nuestros peores problemas y por el contrario, los hace crecer porque dificulta o dinamita la necesaria, urgente, convivencia nacional.

Cito los siguientes ejemplos, negativos por cierto. De nueva cuenta, en el foro privilegiado de la matutina en Palacio Nacional, el presidente López Obrador se quejó de que el publicista Carlos Alazraki lo llamó hitleriano. Y casi como un niño acusando a su detractor, preguntó al historiador Enrique Krauze si no lo vio cuando lo acusó de “hitleriano”. ¿Él (Alazraki) si me puede decir hitleriano y yo no le puedo decir hitleriano?” interrogó López Obrador.

Y siguió “¿Quién es más hitleriano, que eso es el fondo del asunto?”. El tema fue puesto en el tapete de la discusión nacional el 29 de junio pasado cuando el presidente endilgó ese adjetivo al publicista, de origen judío.

Antes y primeramente, en septiembre de este año 2022, Alazraki reflexionó en el marco de las fiestas patrias que transcurrían en plena pandemia de Covid-19, y dijo que el gobierno de AMLO “decidió copiar la misma estrategia de Trump, Mussolini, Hitler, Franco, Fidel Castro, Stalin, etc. etc. para dividirnos y vencernos”.

Luego vino el presidente a hacer gordo el caldo de Alazraki, quien concitó el apoyo incluso de la Comunidad Judía y de otros prominentes miembros de esa comunidad. Pésima reacción.

Pero en su conferencia mañanera de ayer martes en Palacio Nacional, el presidente López Obrador volvió sobre el tema a propósito de un artículo dominical de Krauze, el padre, quien aseguró que “el antisemitismo ha reaparecido en nuestra vida pública, instigado por el poder”.

Krauze consideró en ese texto que aplicar el adjetivo de hitleriano a un judío es un acto de extrema crueldad, e instó a que el antisemitismo no tenga cabida en México. “Que el poder lo propague es una vergonzosa negación de nuestros valores cardinales”, remató el ensayista.

A ese texto aludió ayer martes López Obrador, un presidente fajador y siempre amante de la controversia.

Y Alazraki vio una nueva oportunidad de contestar, con unas formas tan insolentes, como vulgares. Se trata de expresiones que no se requiere repetir, y mucho menor haber dicho.

Se sumó el inefable Javier Lozano, ex funcionario y ex senador. Llamó a López Obrador un populista, un fascista, un émulo de dictador, por eso se le compara, soltó. Expresiones éstas nada raras en Lozano, otro que desdice de su propia condición al proferir semejantes dislates.

Instó además al presidente a cuidar sus palabras, y lo retó con un “¿le queda claro?”. ¿Es verdad? ¿Pues de qué se trata? ¿Cuál es el objetivo de semejante bravuconada e irrespeto, comenzando por el que se debe así mismo.

¿Hace falta este tipo de debate en el México de hoy? ¿Nos sirve de algo? Ni quienes atizan este fuego y mucho menos el presidente, deberían estar en esto. Simple y llanamente dicho, no tiene caso. No abona o mejora nada, sino todo lo contrario.

En contraste, al menos, durante la entrega de reconocimientos a integrantes destacados de la comunidad LGBTTTIQ+, el coordinador de Morena en el Senado, Ricardo Monreal Ávila, anunció que la Cámara Alta emitirá en septiembre próximo un dictamen para prohibir las “terapias de conversión”, una práctica generalmente forzada que se orienta a corregir la orientación sexual y la identidad de género, prohibidas por el Congreso de la Ciudad de México en el 2020, un pionero en este sentido.

En ese evento, Monreal dijo esto: “somos seres vivos en un solo planeta y necesitamos comprendernos y necesitamos tolerarnos. Es por eso que este ejemplo de hoy se inscribe en una nueva realidad, visibilizar, respetar y tolerar, esa es nuestra obligación en el servicio público y debe de ser la obligación de todo ciudadano y ciudadana”. Nada que agregar. Todo por comprender y hacer.

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